Había pedio a Nash que enviara a jóvenes recién incorporados al servicio militar. Con los experimentados, sin lugar a duda, las cosas serian diferentes. Son más letales y precavidos. Una sesión de entrenamiento nunca iniciaría y terminaría como es. Los novatos frente a Vanya ni siquiera notaron que era parte de sus enemigos. Por eso resultaban perfectos, ella podía mantener una pelea contra ellos sin lastimar su propio cuerpo. Y el golpe que recibió provocó que una chispa de excitación que se filtró en si torrente sanguíneo. En la siguiente ronda, en definitiva, iría por el ataque.
Antes analizó cómo se movían en grupo. En los primeros minutos se dedicó a ver a través de sus movimientos. Un par de golpes pasaron rozándola y mientras sus sentidos se vieran alterados otro intentaría atacar en algún punto ciego. El problema en esa táctica era que Vanya escuchaba la fricción de la arena siendo pisada muy cerca suyo, lo que le facilitaba predecir de donde vendría un ataque. Las mínimas ráfagas de aire, sobre la piel, le indicaban el lugar exacto donde impactarían.
Tenía una idea estimada de la estatura de cada oponente, la mayoría era más alto que ella. Sin embargo, el asunto era que Vanya había desarrollado una manera de tratar con ello. Zigzagueó entre los cuerpos. Buscó entradas en la guardia de sus oponentes. Para el momento que en los ataques no pasaban tan cerca, decidió la ofensiva.
Desvió los ataques que se le acercaban con la ayuda de: sus manos, muñeca y codos, los mismo que le ayudaban a abrir la guardia de sus contrincantes y propinarles golpes: en el rostro, el cuello y el pecho. Los golpes no eran cargados de una extraordinaria fuerza, pero ninguno era innecesario. Impactaban en los lugares correctos para desconcertar y ralentizar los siguientes ataques que volaban hacía de ella.
La ventaja de Vanya nacía en su flexibilidad y en el completo control de su centro de gravedad, permitiéndole entrar en un combate a corta distancia y atacar a las articulaciones de sus oponentes. Eran los ataques más certeros que le permitían mitigar la kinesis de sus oponentes. Castigó una y otra vez en los mismos lugares, hasta que empezó a notar la torpeza en los siguientes ataques.
El primero que cayó al suelo fue de un codazo en el plexo solar, la inclinación del oponente le dio acceso a Vanya de propinarle una patada a un costado de la cabeza. Vanya se dejó fluir con la dirección de la patada, aterrizando boca abajo sobre la arena. El propósito era evitar que el siguiente oponente que venía de atrás no la alcanzará. Aprovechando ese momento en el suelo, Vanya pateó las piernas del resto de oponentes que se aproximaban. Solo alcanzó a uno, quien cayó de espaldas. Transportó la pelea cerca de él para que le fuera difícil volver a ponerse en pie. Con los dos contrincantes faltantes fue una danza de fintas. El obstáculo de su compañero en el suelo no les permitía acercase del todo a ella, quien lo aprovechó y en un movimiento rápido tiró de la hebilla del pantalón de uno de ellos y halándolo hacia ella. Un impacto con toda la potencia bruta le dio en plena cara. Mientras el tercero caía sobre el segundo, Vanya se desplazó hasta a la espalda del único oponente en pie y volvió a atacar las articulaciones ya cansadas de las rodillas. Cayó sobre las mismas y ella pateó entre los omoplatos para que cayera hacia adelante.
Vanya se mantuvo de pie frente a la pila de cuerpo de sus adversarios. La respiración agitada, mechones de cabello sueltos de su coleta y una capa de sudor cubriendo el cuello y los costados de la cara.
—Eso fue estimulante —susurró ella para sí misma.
***
Marik se acercó a uno de los novatos que aún permanecía tirado en la arena. Le tendió la mano, el muchacho la tomó en respuesta. Pero hacerlo dejó al descubierto, en la zona del antebrazo, arañazos. Ya sanaban, pero las sombras de las cicatrices eran notorias.
No fue hasta que se puso en pie y movió su cuello de un lado a otro que Marik centró más su atención en ese novato y en especial en la herida junto a su mandíbula. Como las marcas en su brazo esta también sanaba, pero la forma en ella era poco usual. Y aun así muy conocía para Marik.
En el evento desafortunado contra su hermana, ella se había defendido usando el anillo como herramienta y rasgando la piel de quien la atacaba. Marik simuló como se vería la herida si se lastimaba la piel como Lary había hecho. Con ese método había estado buscando al cretino que intentó lastimar a su familia. Se le ocurrió muchas ideas ingeniosas de lo que haría cuando encontrara esa marca en la piel de otro, pero cuando la tuvo enfrente dudo de sus propios ojos.
Marik alejo la mirada de la cicatriz y se enfocó en recordar quien era aquel muchacho. Sin lugar a duda se trataba de un soldado, el rango más bajo en servicio militar en Nhordia. Que estuviera en la capital significaba que él acabó su preparación militar en la Ciudad Roja, pero que aún no había sido asignado a una demarcación o si fuera decisión propia ir a la frontera.
—Deja de mirarme así —dijo el sujeto, clavando su mirada en Marik—, es incómodo.
El joven novato tenia un ojo de color marrón mientras que el otro bailaba en un tono azul pálido. La visión directa de esos ojos le daba un aire de villano y entonces Marik lo recordó.
El sujeto se mostraba eufórico por demostrar su valía frente al general. Respetaba sus órdenes y mostraba admiración en su presencia. El problema era su personalidad que arrastraba una gran arrogancia. Su preparación militar era señal de que era pariendo de un alto rango que ganó un puesto en la capital, por eso la arrogancia. Pero Marik lo recordó porque hace un par de meses se acercó a preguntarle sobre el general. No fue un idiota frente a Marik, pero se dio cuenta que no era de su agrado hablar con él.