Arboles… niñas inocentes de primavera,
crecen junto al lago, casita en la rivera.
Como huevecillos brotas sobre las colmenas
y vuelan donde nace la lluvia en la pradera.
Dunas suaves, núbiles nubes en abril,
crecen en valles como pacto en la parcela,
entre esferas lunares aquel vuelo grácil,
en ella libre… vuela el alma alígera.
Florece juvenil, farolitos de las noches
a veces llegan ausente de cesta, las mariposas:
intranquilas y perversas, risueñas y furcias;
en ella esconde la nostalgia y la alegría.
Bañado en relieves: incoloras y volátil,
convierte realidades en hermosas quimeras,
adobas utopías con adobes ideas,
que convierten sueños en imperios.
Como hojas en hojarasca llegas a mí,
dándome inmortalidad, una meta viril,
un propósito letal o una razón de vivir.
En otra aparece arraigada y profunda,
como raíces lisonjeras en manto abisales,
corroe el ser hasta eclosionar las crisálidas
y volverte una verdad tangible y real.
Nunca esconda, no oculte edilicias de la vid;
no eres mala ni buena, simplemente eres tú:
elegante, rebuscada, sencilla, compleja…
A veces irrealizable, torpe, inútil y útil.
Colonizas madrigueras, seniles capullos y cuevas.
Retoña como flor entre troncos secos y aceras.
Viaja al horizonte sin perderte en ladera.
Edilicias, ayer naciste como idea.
Hoy el imperio corana tu fortuna,
volviéndote rica con luz de la luna llena.