Un ápice de esperanza es lo que levanta a alguien, lo motiva y lo hace andar. La esperanza es lo último que debe perderse porque, sin ella, ¿qué nos volvemos?
La esperanza era mi arma. Me mantenía firme. Quería vivir de verdad, salir, disfrutar de la vida y sus colores, el arte que ésta genera. El ápice de esperanza que tenía dentro de mí, como una llama inaudita, creciente y vivaz, era completar las listas.
La mañana del lunes, antes de cambiarme, busqué por todos lados la lista que había hecho para Clark. Para mi mala fortuna, mi cuarto con miles de cosas, impedía que eso sucediera.
Esa mañana, desesperada, subí a la alfombra y vagué por ese mundo que, después de bastante tiempo, había tenido un tanto abandonado.
Los gnomos me ayudaron encontrar la lista, pues estaba debajo del armario.
Ahí descubrí que solamente me faltaba una cosa para completar: el tren.
¿En qué estaba pensando? ¿De dónde sacaría un tren?
Metí la lista en mi bolsa, después de palomear lo que me hacía falta. Luego me arreglé después de meterme a bañar, apliqué mi maquillaje y Tara no se hizo aparecer.
El día fue lo bastante aburrido, tan aburrido como un lunes puede ser, ¿no?
Las reposteras contaban los días para que llegara Halloween, estaban emocionadas, yo, por otro lado, me carcomía los dedos. Que llegase el último día de octubre solamente podía significar una cosa: faltarían solamente horas para que me presente ante millones de personas.
Igualmente estaba emocionada por ponerme dos disfraces en un día, es decir, ¿quién no ama disfrazarse? Más si puedes ganar dulces de forma gratuita.
Mía estaba dispuesta a maquillarnos, en especial a mí, que me pondrían una parte morada, como si el chicle hiciese su efecto.
Por otro lado, buscaba la forma de hallar un vestido como el que Anne Hathaway usó para interpretar a la Reina Blanca, vagué por diversas páginas web hasta que di con una bonita tienda de disfraces no muy alejada de mi ruta a casa.
Le conté a las chicas la travesía con Clark, incluida Caty, quien compartió la banca con las reposteras. Las cinco lucían un poco más calmadas al respecto, pero Lissa estaba disgustada, con un mal sabor de boca. Dijo que Clark necesitaba probar más.
Tal vez tenía razón, pero a mí me bastaba.
Él había dicho la verdad (o eso esperaba) y se estaba comportando de una linda manera.
—¿Y cuándo serán novios? —canturreó Mía, alzando sus cejas de forma coqueta.
—Es algo pronto —espetó Lissa—. Clark debe demostrar que lo que dice es verdad.
Mía le reprendió con la mirada y ambas se ignoraron.
¿Había mencionado que ellas la mayoría del tiempo estaban en riñas? Eran muy distintas, igual se querían, pero no hacía falta decir que, en definitiva, eran demasiado diferentes.
—Yo digo que fue lindo de su parte —informó Ella—, claro, hay que ver a futuro.
—Ay, no sé qué pensar —comentó Alex con una evidente interrogante en la cabeza, tenía el ceño fruncido y, como siempre, los ojos cerrados por su sonrisa—. Es que, es muy lindo, Emma, pero al principio dijo algo estúpido.
—Pero lo arregló, ¿no?
—No lo sé... no quiero arruinar nada, pero ¿por qué no dijo lo que "sentía" cuando se lo preguntaste?
Mi corazón dio un vuelco y no pude opinar nada. El timbre sonó cuando abrí la boca, claro, eso no lo impidió. Caminé junto a ellas hasta el salón.
Intenté darle una razón a la pregunta de Alex, pero me había quedado en blanco. Entonces me lo cuestioné en un tono más serio. Si Clark de verdad sentía algo por mí, ¿por qué respondió aquella vez con un no sé?
Cada paso que daba, había una nueva pregunta que me martillaba la cabeza.
La curiosidad mató al gato.
Me repetí una y otra vez, pero mi subconsciente repitió una frase que había leído hace mucho tiempo, como respuesta a mí misma, al intentar abstenerme a las dudas.
La curiosidad hizo al gato más sabio.
Antes de entrar, Clark me sujetó del brazo y me impidió avanzar.
—Espero que hoy después del ensayo no tengas planes —comentó, guiñando su ojo.
—Esos son solo contigo —respondí.
El chico azul esbozó una sonrisa que erizó toda mi piel para luego avanzar al interior del aula. Yo me petrifiqué unos momentos antes de avanzar por cuenta propia. Me preguntaba cuál era la sorpresa que tenía prepara para mí.
Después de regresar del trance en que me había visto envuelta, avancé hasta tomar mi asiento junto a Lissa, quien ya había preparado sus cosas para la clase. Observé la blanca pizarra frente de mí.
La profesora no tardó en aparecer, para hacer de mi día más aburrido, como todos los lunes.
Mi historia comenzó un lunes, lleno de mentiras, lágrimas y personas cínicas que, al fin y al cabo, no son malas.
🍁
Salí de la prisión observando a todos lados después de haber cruzado la reja. Mi cuerpo se sentía tenso y falto de energía, dar un paso era un reto total, sentía que pronto me caería en el asfalto, donde los carros corrían como si estuviesen en una carrera.
Mis pasos eran mucho más lentos que el de otros días, ya yendo a la mitad del camino, la mano de Clark me detuvo de nuevo, sujetando mi brazo, cuando lo observé, tenía una linda sonrisa sobre sus labios.
Yo alcé mis cejas indicando confusión.
—Vengo a acompañarte, además, casi te tropiezas —indicó.
Yo asentí tímidamente con una sonrisa ladeada. Luego comenzamos a caminar, Clark rozaba mi mano con la suya y chispas llenas de electricidad salpicaban entorno a mí, llevándome a un estado de conmoción mientras una ráfaga helada recorría cada recóndita parte de mi cuerpo.