Tintes de Otoño

Especial Navideño

¡Lo prometido es deuda! Les avisé desde hace algún tiempo que subiría un bonito especial navideño para estas fechas y en Instagram la mayoría pidió que fuese este día, así que espero que reciba mucho, mucho amors.

Yo creo que este especial aviva lo que es la Navidad, la unión y a mí me dolió escribirlo, sentí cada cosita de los personajes.

¡Así que los dejo con Emma una vez más! Espero lo disfruten, así como yo disfruté de escribir y volver a estar con la albina aventurera.

🍁

La primera Navidad que pasé con una familia fue la mejor que tuve. Las navidades en el orfanato no eran memorables, Santa nunca llegaba y nunca recibía nada, nos acostábamos temprano y seguíamos con nuestras vidas normales.

Sin embargo, cuando los Celaya me adoptaron y pasé la primera Navidad con ellos, realmente sentí lo que llaman «espíritu navideño», recuerdo claramente ese diciembre.

Una tarde, mientras yo estaba sentada en la sala, observando lo que me rodeaba con cierto temor (porque para aquel entonces todavía no me sentía tan segura), llegó mamá con unas bolsas de compras, le costó a travesar la puerta por lo que recuerdo las mil groserías que soltó al aire.

Papá se levantó del sillón y se acercó a ayudarla. Entonces entraron y se sentaron junto a mí. Mamá resplandecía con una sonrisa, lo recuerdo perfectamente porque nunca fue de esas personas que sonriera siempre de esa forma.

Y me dio mucha alegría verla así.

Si a ella le gustaba la Navidad, decidí que a mí igual.

—Compré algunas cosas —dijo, abriendo las bolsas, de ella sacó un suéter de color rojo con un reno dibujado en el centro, su nariz era extremadamente roja y brillosa— este suéter es para Emma —dijo Zoé extendiendo el suéter en mi dirección mientras me lo enseñaba con fascinación.

Al principio me costó captar lo que estaba pasando, ¿a mí me había comprado algo? ¿Un suéter? Tenía entendido en que en Navidad se regalaban cosas, pero ¿antes?

Observé a mi nueva madre y a mi nuevo padre, me encogí de hombros y no supe qué hacer.

—Es para ti, Emma —susurró Adrián con una sonrisa y encogiéndose un poco para quedar a mi altura— tómalo.

Entonces extendí mi mano y tomé el suéter, la tela era gruesa y parecía ser muy abrigador.

Luego Zoé siguió sacando otros dos suéteres para ellos y adornos para colgar en toda la casa.

—Y para finalizar —dijo mamá alzando sus brazos con emoción—, mañana iremos a escoger el árbol.

—¿El árbol? —pregunté con la voz queda y sujetando el suéter.

Mamá y papá intercambiaron miradas.

—Claro —dijo Adrián con una sonrisa mientras acomodaba sus gafas sobre el tabique de su nariz—, el árbol de Navidad, ¿sí sabes...?

Antes de que pudiese terminar, asentí con la cabeza y apreté el suéter contra mi pecho.

—Es solo que creí que era una leyenda de los cuentos —murmuré con un deje de pena.

Adrián observó a Zoé con una sonrisa divertida y asintió con la cabeza.

—Pues mañana elegirás uno y lo decoraremos juntos.

Y así fue. Al día siguiente, como lo prometieron, me llevaron. Mamá insistió en llevar el auto, ya que sería demasiado exhaustivo y complicado (por no decir imposible) cargar con el árbol hasta la casa.

Sin embargo, papá logró convencerla de que ella se fuera en el auto y él y yo caminaríamos hasta la siguiente parada.

Caminar con papá siempre fue uno de mis mayores tesoros. Todos esos recuerdos los guardo en mi corazón y dejo que palpiten solamente para mí.

Bajamos una colina de pavimento y entonces lo vi.

Vi el lugar que se convertiría en el lugar de todos mis sueños, aventuras y vienes. El lugar que me rescataría de la tormenta gris y las tristezas, el que me estrecharía sus brazos para perderme en un mundo lleno de color.

Era un parque viejo, con algunas bancas y un sendero.

—Qué hermoso —musité al verlo.

Era una época del año fría, no nevaba, pero había muchísimas lluvias y los colores no eran tan vívidos. En ese momento no pude imaginarme cómo sería cada brillo en todas las estaciones del año.

Papá observó el parque y me sonrió.

—¿Te gusta?

No tuve tiempo de responder, pues él me llevó en dirección a éste y pude contemplar, por primera vez, el parque de cerca.

Recuerdo que la primera vez que crucé el Sendero de los Colores Vivos fue junto a mi padre, el día que compraría mi primer árbol de Navidad. Yo me sentí tan libre, como un hada. Era tan feliz en ese momento.

Gracias a papá conocí a mi salvación.

Cuando llegamos a la tienda, papá y mamá me tomaron de la mano y me pregunté si esto era sentirse amada, si eso era sentirse parte de una familia.

Así escogimos un árbol tan verde y vivaz que derritió mi corazón. Fue imposible que no me fijara en él si era el más verde de todos. Parecía tener más vida que el resto.

Esa misma tarde decoramos el árbol, sacaron cajas que tenían guardadas en el ático (el cual siempre me dio miedo) y comencé a observar los adornos que estaban dentro. Esferas relucientes, de colores, brillosas y mate. Mi corazón bombeó con tanta fuerza a causa de la emoción.

—¡Esto es asombroso!

Pero no fue más asombroso que colocar la estrella en el árbol. Ya estaba precioso, lleno de luces y colores, recuerdo que lo apreciaba con emoción cuando papá carraspeó detrás de mí, cuando me giré vi que cargaba con una estrella amarilla y reluciente.

—Qué bonita —murmuré, acercándome— el amarillo me gusta mucho.

Adrián rio y extendió la estrella hacia mí.

—¿Quieres ponerla? —preguntó.

—¿Dónde va?

Entonces señaló el pico adornado, yo asentí con entusiasmo, pero me percaté que era demasiado pequeña como para alcanzarla.

Antes de que pudiese decir algo, papá me cargó. Me elevé por los aires y primero mi respiración se cortó de golpe por el susto, pegué la estrella a mi pecho e intenté controlarme.



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En el texto hay: colores, romance, obsesiones

Editado: 07.01.2021

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