Tirita: Vendas de humor para tiempos fríos

Postre y coche (Mus y ká)

 

—¿Cómo están las plantas?

—Tranquilo Óscar, lo regué tón.

 

La mano a la cabeza que se llevó mi buen amigo me indicó que el hastío llegaba a él a hora temprana. Muy temprana, de hecho, para la música que habíamos escogido.

Que había escogido yo, porque la cosa tenía delito.

—Pon la de Sebastian… — sugirió. Ante mi silencio sentenció: —¡Que de música Yatrá bien!

Dicho y hecho, su dedo pulsaba el stop para expulsar el disco.

Sus gustos estaban claros, aunque mis tendencias comerciales siempre dejaban nuestras elecciones en punto medio.

Comenzó a sonar The Cure.

—Lástima que ya no actúen hoy en día. El maldito virus nada tendría que hacer contra ellos…

 

Pasando por alto la enésima broma de tan matutina hora, una brisa que evocó al otoño peinó la terraza donde nos encontrábamos.

Reflexioné y, tras unos pocos segundos, mi característica cara traviesa asomó.

Tras visualizar, y desear, la llegada de un frío invierno, no me lo pensé.

—¿Qué hace un pequeño vendaje en invierno?

Óscar daba un trago a su segundo café cuando arqueó la ceja.

—¡Tirita!

El café brotó de su boca saliendo por los aires.

 

Algo más tarde andábamos ambos sumidos en nuestras respectivas lecturas.

Leyendo yo, como estaba, acerca de monstruos, no tardó en prender la bombilla.

—He estado pensando acerca de tu amigo, el tal Chema Cojones…

—¿Y bien?

—Igual se trata de la reencarnación amputada del Monstruo del Lago Ness…

No hubo más reacción que una severa negación con la cabeza por su parte.

Él era el mayor, el encargado de lidiar con nuestras locuras con algo parecido a serena actitud.

Dejé que mis sentidos se impregnasen del ambiente.

Cómo no, la perenne música llenaba la terraza.

Robe se dejaba la voz con “La vereda de la puerta de atrás”.

—¿Qué eran cinco pesetas junto a una esvástica? Un extremo duro.

 

Mirando al cielo por toda respuesta, Óscar me propuso salir a tomar un té.

—Mamá, ¿Por qué esa pareja vende infusiones?

Al parecer, mi colega ya se sabía esa ocurrencia.

—Porque no hay dos sin tés.

Esa siempre nos hacía gracia.

Salimos de casa, ávidos de magia y aventura. Aunque, a finales de verano como estábamos, bastaba con un refrigerio.

 

 

Yo, Óscar (que no Claudio) comencé a hablarle de mi pasado a Víctor:

—Yo, ya de pequeño, iba para kamikaze. Pero enseguida me cortó el rollo mi vieja, que entonces era muy joven. Me llamaba “Kami”, como los helados esos, porque era paliducho y rubito. Un día me vio corriendo hacia una pared. Y me dijo: “¡Quieto parado y sentado, Kami! ¡Stop! Kami, ¿qué haces?

Víctor que las pillaba al vuelo lo pilló tan enseguida que apenas me dio tiempo a acabar de contarlo y ya lo había pillado el tío. Seguí:

—Luego ya vino el hablar de poesía reivindicativa y criticarlo todo. La literatura es una litera dura.

—No sé si reír o llorar —mi amigo pareció decírselo a Sí mismo. Pero Sí no le respondía. Tal vez no le había escuchado—. Parece de Chema…

—Jejejé. Ok.

—¡Anda! ¡Mira qué cabello más bonito tiene ese chico!

—Ostras, ¡es verdad! ¡Qué pelo más bonito tiene el tío! ¡Qué envidia! ¡Quién tuviera un pelo tan limpio y tan bien cuidado!

Realmente el chico, aunque parecía calvo como una rana, toda una bola de billar, tenía un pelo. Solo tenía uno, pero el que tenía era un pelo precioso. 

— ¿Debe ser Filemón?

— No, porque que yo sepa Filemón no tiene un pelo solo, sino dos.

—Tienes razón. Pero lo parecía, por el pantalón rojo y la camisa blanca.

—Ya, pero no.

Pasamos al lado de una pareja que discutía. Era un poco tenso.

—¡No me toques los huevos! —decía él—. ¡Siempre me estás tocando los huevos!

Pero mentía. Ella no le estaba tocando. De hecho no tocaba nada, la pobre. Tenía las manos en los bolsillos, a pesar del calor.

—¿Has visto? —pregunté a Víctor.

—¿Qué?

—Qué cara más dura tenía el tío. Qué mentiroso.

—Vaya. ¿Tú que prefieres, tener mucha cara o ser un descarado?

—Claro, es lo contrario. Parece lo mismo pero es todo lo contrario.

—Sí —afirmó Víctor.

—Es como cuando dices “esto es una vergüenza”, pero si no quieres la vergüenza, pasa lo contrario, que estamos sin vergüenza. Y lo sinvergüenza tampoco le gusta a nadie. Cuando alguien es corrupto es un sinvergüenza y qué va, si precisamente le da vergüenza que hablen de él en la tele… 




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