Diecisiete años no se cumplen todos los días, es el último año en que eres inimputable, según las palabras del profesor de Cívica y Relaciones Humanas. Bueno, desde nuestro joven punto de vista era un año menos para salir de la preparatoria y ser libres.
Quería que ese día fuese especial para Nick, igual como ellos lo hicieron con el mío, aunque los organizadores anteriores ya no estuvieran con nosotros.
La semana pasó y en complicidad con Missi, Alan y un poco con la ayuda de Milton (que ofreció a ruegos su departamento) tratamos de no mencionar o hacer referencia alguna a su cumpleaños. Y lo hicimos demasiado bien, ya que el día anterior al 19, Britany me acorraló en el gimnasio para reclamarme por el estado de ánimo decaído de Nick. Me contó que se había encontrado unos minutos antes y cruzaron las suficientes palabras para que ella se enterase que sus amigos no se mostraban entusiasmados por la gran fecha.
Suprimiendo mi enojo con ella, le respondí lo más cortés posible: "No te metas", le advertí. Y la esquivé regalándole mi amarga mirada, ella no siguió insistiendo.
Me lamenté de ello, debí hablarle con normalidad, pero eso era imposible para mí. Britany era otra liana en mi camino y debía desenredarla rápido porque su presencia me carcomía.
El gran día llegó y por la mañana saludamos con un fuerte abrazo a nuestro amigo. Él se mostró afable, pero con un rastro de decepción. Yo me aguantaba las ganas de decirle todo lo planeado.
Salíamos de la preparatoria cerca de las dos de la tarde, Nick y yo nos despedimos. Fingí caminar en dirección a mi casa, pero doblé la esquina y allí me esperaban Alan, Missi y Milton.
Ya habíamos comprado algunas cosas para la fiesta sorpresa, pero aún nos faltaba. Alan y Missi iban a ir a comprarlas.
— ¿Con este dinero bastará? —Preguntó Alan.
— Creo que sí —respondí—. Debemos hacerlo alcanzar, irás con Missi, ella lo logrará.
Missi afirmó con su cabeza y luego me preguntó— Entonces tú irás ahora al departamento de Milton e irás limpiando y decorando, ¿verdad?
No pensé en ello, sorprendida miré hacia Milton y él también lucía inquieto.
— Creo que sí...—respondí con cierta duda. Missi y yo empezábamos a congeniar más que antes, pero no estaba segura si al lado de Milton haría un increíble dúo dinámico y aun siendo optimista eso era imposible.
Nos despedimos y Milton subió a su motocicleta. ¿Me invitará a subir o debería empezar a caminar?
Milton se colocó su casco y ofreciéndome el casco color verde de Missi me dijo con impaciencia — ¿Y bien? ¿Qué esperas para subir? No dices que tenemos poco tiempo...
Me trepé a la moto, no sabía si sujetarle su cintura o mantener mi distancia, así que me sujeté fuertemente de los costados del asiento. Estaba tan cerca que podía percibir su olor; mi corazón comenzó a latir por él y por la velocidad a la que iba. Maldito maniático de la velocidad, qué se creía ¿Toretto en versión motociclista?
— ¡Ve más lento! —grité. El aire golpeaba mis oídos, era seguro que estaba ignorándome y yen todo el trayecto a su departamento no disminuyó la velocidad para nada. Por fuerza de voluntad evité envolver mis brazos en su cintura aunque estuve por hacerlo, esa velocidad era capaz de volarle la peluca a un calvo a pesar de estar con pegamento.
Su departamento estaba en el tercer piso, subimos por el ascensor. Milton vivía a quince minutos de la preparatoria y era una zona céntrica; habían muchas tiendas cercanas y un parque al frente que parecía un paraíso para los niños lástima que estaba casi vacío, me entraron unas horribles ganas de ir a treparme como chimpancé a esos columpios multicolor.
La habitación estaba limpia para mi suerte, pero aún teníamos que decorar las paredes, inflar globos, traer la torta, los bocaditos, las bebidas, y era una sala amplia. Parecía un departamento de soltero, ¿cómo pagará Milton la renta? Podría sacar muchas hipótesis: trabaja de gigoló, vende productos online o es hacker. Pero me abstuve de seguir haciéndolas, había algo más importante que hacer.
— Es toda tuya —dijo Milton alzando sus brazos y girando, señalando así toda la habitación.
Le ordené que inflara los globos y acomodara sus sillones, quería que todo esté decorado de azul y blanco, los colores favoritos de Nick.
En el centro y junto a la pared colocamos una gran mesa, atrás colgado entre un marco de globos estaba dibujado el nombre de Nick con letras doradas. Sí, sabía que era algo infantil, pero estaba segura que eso le encantaría a mi querido amigo.
Sobre la mesa estaría la deliciosa torta que mandamos a preparar a la pastelera, quien por ser invitada se comprometió a donarla. Missi traería las sodas, snacks, los dulces y muñecos que irían dentro de la piñata en forma de balón de fútbol.