A la mañana siguiente, Nerea se levantó temprano para terminar el trabajo que tenía pendiente y después empezaría a preparar una comida especial para sus invitados.
Cuando Dan se levantó, eran casi las doce de la mañana, se sorprendió cuando vio a Nerea en la cocina ya que eran contadas las ocasiones en las que ella cocinaba. Tenía los auriculares puestos y estaba canturreando quién sabe qué. Cuando se dio la vuelta casi se le cae la ensalada que llevaba en las manos.
—Me has asustado ¿Ya se ha despertado el bello durmiente?—preguntó burlona.
—Es bastante evidente que sí. ¿Estás enferma, que haces tú en una cocina?
—Bueno pues me he despertado temprano y con las pilas a tope y me gusta aprovecharlo, nada más.
—¿Con quién volviste anoche?—la miró ceñudo.
—Ya te lo dije, con unos viejos amigos, ya te lo contaré en su momento.
—De acuerdo. Oye creo que por el bien del planeta Tierra deberías dejar de cantar.
—¿Por qué lo dices?—soltó la ensalada y procedió a guardar los auriculares.
—¿Por qué va a ser? Lo haces fatal, por mucho que te esfuerces, si sigues así lloverá tanto que nos vamos a ver yendo en góndola.
—Gracias, yo también te quiero ¿Eh? Vigila el horno, dentro de veinticinco minutos lo apagas de acuerdo, yo ahora vuelvo.
—¿A dónde vas?
—A comprar algunas cosas, no tardo—mintió.
No pasaron veinticinco minutos sino una hora y cuarto, Nerea no volvía ¿Le habría pasado algo? La llamó al móvil y como era de esperar no se lo cogió, sólo recibió un mensaje
NENÉ— «Prepara la mesa para tres personas y no hagas preguntas yo después te lo explico todo»
Intrigado, le hizo caso. «Toda la vida igual, ella mandando y yo obedeciendo» ¿Quién vendría a comer con ellos? Le vino a la mente Patricia, era la única que parecía tener más papeletas de aparecer por allí. Unos segundos después, llamaron al timbre y cuando abrió la puerta se quedó de piedra cuando vio de quienes se trataban.
—Hola ¿Podemos pasar?—tardó en reaccionar, no sabía que decir ni que hacer ¿Qué hacían ellos allí?
—Sí claro pasad, estáis en vuestra casa.
Allí estaban otra vez, juntos, como antes, Ari, Aitor y Dan. El silencio era muy incómodo para todos pero Ari decidió romper el hielo.
—Supongo que querrás saber que hacemos aquí y por qué después de tanto tiempo.
—Sí la verdad es que no os esperaba, pero me alegra volver a veros.
—Lo único que puedo decirte—por fin Aitor abrió la boca, ya que desde que llegaron no había dicho ni una sola palabra—Es que teníamos muchas ganas de verte pero nos daba un poco de miedo hacerlo.
—Hace mucho que no sabíamos nada de ti, estábamos preocupados, nos enteramos de que habías salido de aquel agujero y que tu vida estaba siendo totalmente normal.
—¿Quién os ha dicho dónde estaba?
—Adivina quién. Sin duda alguien que te conoce como la palma de su mano y que le encanta arreglarlo todo.
—¡Por supuesto, tenía que ser ella, sigue siendo una bruja!—se la había jugado dos veces en menos de veinticuatro horas—¿Pero cuándo? Ella lleva aquí poco tiempo.
—Anoche la vimos por casualidad mientras te esperaba. Empezamos hablar y nos dio el empujoncito que nos faltaba para verte, nos dijo donde encontrarte y nosotros hicimos el resto.
—Vosotros sois los viejos amigos que la trajeron a casa—sus hermanos asintieron.
—Queremos hablar contigo y que esta situación se resuelva de la mejor manera posible.
—Me imagino que queréis dejarme claro que no me acerque a vosotros ¿Verdad?
—Te equivocas hermano. Tanto Ari como yo hemos venido aquí a recuperar el tiempo perdido, si tú quieres claro.
—Yo… no sé por dónde empezar. No me va a llegar la vida para pediros perdón por todo lo que os hice a mamá y a vosotros. No puedo miraros a la cara sin sentir una gran vergüenza. En aquel tiempo no era yo, la droga me controlaba yo sólo era una percha sin conciencia que hacía y deshacía a su merced. Me arrepiento de todas y cada una de las cosas que hice, estáis en vuestro derecho de no perdonarme—estaba bastante hundido en ese momento, su hermana lo cogió de la mano en un gesto cariñoso y se la apretó.
—Sabemos lo arrepentido que estás, y lo mal que lo has pasado todo este tiempo. Pero si tú quieres, aquí nos tienes. Somos tus hermanos y siempre te vamos a querer hagas lo que hagas.
—Sí hermano, nos vas a tener siempre contigo, hoy empezamos de cero ¿Qué dices?
—Yo… no sé qué decir, no me merezco todo esto yo…—no pudo seguir, sus hermanos se acercaron hasta él y los tres se fundieron en un abrazo y ahí se dio cuenta que era sincero todo lo que habían dicho.
Después de tan emocionante recuentro, Dan se dio cuenta que la gran losa que llevaba a su espalda era mucho más ligera. Aún le quedaba bastantes cosas negativas pero en ese momento era feliz, una sensación que hacía años que no sentía.