—¿Estás loco? ¿Qué sabemos nosotros de cuidar un bebé?—estaba indignada a la par que aterrada.
—Ya lo sé, pero tarde o temprano se aprende a todo, puede ser divertido.
—Sí, me encantará ver tu cara cuando tengas que cambiarle el pañal. ¡Eso sí que va a ser divertido!
—Sujétalo un momento—estaban llamando a la puerta, se levantó y le pasó al niño.
Nerea lo cogió, no estaba muy convencida de ello pero, Nico empezó a rozarle los dedos con sus manitas, le gustaba jugar con los anillos. La sensación de agobio fue desapareciendo lentamente dando paso a la ternura. No estaba tan mal eso de que una cosita tibia y suave se apegara a tu cuerpo en busca de calor y protección.
La que había llegado era Ari con las cosas del bebé, pero no quisieron interrumpir el momento, así que lo dejó todo, se despidió de su bebé lanzándole un beso y finalmente de su hermano. Dan se quedó observando la escena, parecía que la primera batalla estaba ganada. Se estaban empezando a conocer.
En brazos de ella, el niño se durmió y lo dejó caer en el sofá, poniéndole cojines para que no se cayera. Como no se podía mover se quedó allí el resto de la tarde vigilando al niño.
—¿Cómo te sientes?—Dan se sentó en el sillón de al lado.
—Pues la verdad, nunca había estado tan cerca de un niño sin sentir angustia ni pánico, no significa que lo tenga superado pero, ya no tengo tanto miedo.
—Me alegro, tarde o temprano te acostumbrarás, ya lo verás.
—Pásame el teléfono, voy a llamar a mi madre—quería saber si su padre le había contado todo lo que sabía y si estaba bien. Un tono, dos tonos…—¿Mamá?
—Hola cariño ¿Cómo estás?—su voz estaba disimulada pero se notaba que estaba seria.
—Bien mamá ¿Has hablado con papá?
—Sí hija. Bueno ha hablado él, yo me he limitado a escuchar. Está muy enfadado con todos.
—¿Y tú estás bien? Quiero la verdad, no me mientas.
—Que no es el mejor momento de mi vida podría hasta jurarlo. Pero bueno lo importante es que estamos juntos en esto y por muy cabezón y cuadriculado que sea tu padre, lo vamos a seguir queriendo igual.
—Mamá yo…—hizo una pausa—Me siento muy culpable, se fue de aquí hecho una furia, no quiso hablar más conmigo y ahora está enfadado contigo.
—Cariño, tú no tienes la culpa, de eso puedes estar segura, pero te prometo que en cuanto se calme un poco le diré que quieres hablar con él. Sabes que haría cualquier cosa por ti.
—Sí lo sé, pero me duele estar así. No me siento bien con esto, si en dos días no sé nada de él yo iré a buscarlo esté donde esté.
—De acuerdo mi vida, lo que tú quieras. Te tengo que dejar ya, cuídate, te queremos mucho…los dos.
—Gracias mamá, no sé qué haría sin vosotros. Os quiero, adiós—y colgó el teléfono.
Llegó la hora del baño de Nico, y Dan se ofreció voluntario obligado para dárselo.
—Te acompaño y así te ayudo—sentenció Nerea levantándose del sofá.
—Creo que puedo solo—mentira, no tenía ni idea de por donde debía empezar y recapacitó—De acuerdo ayúdame.
Cuando llegaron al aseo, ella se sentó en el filo de la bañera con el niño en brazos mientras se llenaba, Dan sacó del bolso que le había dejado Ari, toalla, esponja, gel, un pañal y ropita limpia. Mientras lo desvestían, el bebé empezó a reírse, le encantaban que lo bañaran y a pesar de ser tan pequeño sabía mucho. Una vez desnudo, su tío lo metió en la bañera y se presentó un problema, él era demasiado alto, el bebé demasiado pequeño y la bañera muy baja.
—Espera—Nerea se quitó los zapatos, la venda que tenía puesta, y se metió ella en la bañera con el niño—Problema resuelto, ahora dime que hago.
Boquiabierto se quedó contemplando la escena. No pudo hacer otra que partirse de risa mientras ella lo miraba muy seria. Poco a poco le dijo lo que tenía que hacer, no se sabía a ciencia cierta quién estaba disfrutando más de los tres. Nerea estaba empapada, aunque el agua no le cubría nada más que las piernas, cuando pensaron que ya había terminado, ella quiso vengarse de que su amigo se estuviera riendo de ella, cogió la ducha y mientras sujetaba al bebé, lo empapó con ella.
—Ahora ya sabes lo que se siente, sigue riéndote. ¡Mira Nico, tu tío ya no se ríe tanto!
—Mira como lo has puesto todo—intentó parecer enfadado pero no lo consiguió—Deja eso ya y dame al niño.
Ella obedeció, le dio al niño. En cinco minutos el niño estaba seco y vestido, no tardó ni treinta segundos en quedarse dormido de nuevo ¡Vaya marmota! Su tío lo llevó al dormitorio y con cuidado lo dejó rodeado de cojines y volvió al cuarto de baño, Nerea aún seguía en el agua.
—¿Te vas a quedar ahí para siempre?
—No, ya voy a salir, pero antes…—lo volvió a empapar con la ducha.
—Ahora sí que no tienes escapatoria—le arrebató la ducha de las manos y esta vez la empapada fue ella.
Se levantó de la bañera, le quitó la ducha y la echó a la bañera. Salió como pudo y se puso frente a él.