Los mellizos llegaron a casa y al no encontrarse con su adorada sobrina, se extrañaron.
—¿Y Ruth?—preguntó Rodrigo.
—Está de viaje—respondió—Con su padre.
—¿Cómo?—exclamó Rubén—¿Te has vuelto loca tata? No es posible que esté con ese capullo y tú aquí tan tranquila.
—¡Rubén!—regañó a su hermano por su manera de hablar.
—Tiene todo el derecho de estar con él, es su padre—Rodrigo le echó una mano a su hermana, ésta se lo agradeció con la mirada.
—Eso no tiene nada que ver. ¿Ya no te acuerdas todo lo que tuvimos que pasar por su culpa? Lo pasamos muy mal, en especial ella—señaló a su hermana—No me da la gana que ese tío vaya y vuelva cuando le apetezca sin medir sus consecuencias, y menos con Ruth.
—Rubén, escúchame—se sentó junto a su hermano—Tienes razón en parte, todos sufrimos mucho cuando pasó aquello, pero no fue toda la culpa suya, yo también la tuve. Pero no podemos separar a Ruth de su padre. Nos guste o no, es lo que es y si ella es feliz con él, debemos respetarlo. No quisiera que el día de mañana me reprochara que nunca le diera la oportunidad de conocer una parte de su vida, entiéndeme.
—Puede que tengas razón tata, pero cuando recuerdo lo mal que estabas hace años, no puedo evitar odiarlo, te hizo daño y me hubiera gustado que él también sufriera.
—Él ya ha sufrido bastante durante toda su vida. No es tan malo, os lo prometo—mirando a sus hermanos se sintió muy orgullosa de ellos. Ya no eran aquellos niños a los que debía proteger del mundo, se estaban convirtiendo en hombrecitos y se daba cuenta que ahora a la que querían proteger del mundo era a ella—Vamos a cenar.
Durante la cena apenas hablaron, eso no era raro, aquellos muchachos sólo engullían y engullían y cuando terminaban era para irse a su habitación. Esa noche Rodrigo no subió inmediatamente, se quedó ayudando a su hermana a recoger.
—No le hagas caso a Rubén, aunque nunca lo va a reconocer, yo sé que él también sufrió mucho cuando Dan se fue, de alguna manera lo veía como un referente paterno y yo también. Sé que puede ser una locura porque tampoco nos conocimos durante tanto tiempo, pero fue el primer hombre que de verdad se interesó por nosotros y nos hablaba claro, aunque fuera con chantajes—sonrió al recordarlo—Me consta que te quería y mucho, hablaba todo el tiempo de ti, de cuando teníais nuestra edad, vuestras travesuras y esa amistad tan bonita que siempre tuvisteis, nos preguntaba por ti cada día. Eso fue lo que nos convenció de que él y tú deberíais estar juntos, si hubieras visto la manera en la que se le iluminaban los ojos con tan sólo mencionarte…—el muchacho suspiró y se percató de que su hermana tenía la misma mirada que él le acababa de describir—No sé que pudo pasar entre vosotros, pero creo que a día de hoy vuestros sentimientos no han cambiado y además tenéis una hija juntos ¿De verdad que no podéis volver a intentarlo?—al ver el gesto de Nerea, el niño fue a abrazarla.
—¿Cómo siendo tan canijo eres capaz de decir cosas tan maravillosas?—le devolvió el abrazo y lo besó.
—Ya sabes, soy el sensible de la familia—se burló—Y aunque nuestro querido hermano se oculte bajo esa fachada de que todo le resbala, se preocupa mucho por nosotros y es aún más blandito que yo. Me voy a dormir, es tarde, buenas noches tata—Rodrigo subió a su habitación dejando a su hermana dándole vueltas a la cabeza.
Amaneció un nuevo día, no había podido pegar ojo, Ruth no había dejado de moverse ni un instante en la cama. La miró mientras dormía, era tan bonita, tan pequeña, era su niña. Sí, se parecía muchísimo a él a simple vista, pero tenía muchas semejanzas con su madre, ambas tenían la misma boca y la misma sonrisa. Las dos entrecerraban los ojos y arrugaban la nariz al reír, también tenía otra cosa en común, ambas abrían muchos los ojos al sorprenderse de algo y cuando hablaban con interés gesticulaban mucho con ellos. Podría pasar horas mirando a su hija y comparándola con Nerea y no se cansaría nunca.
Cuando salió del baño, Ruth seguía dormida, no le hubiera gustado despertarla, se la veía tan feliz…Pero sabía que si no lo hacía, no podrían buscar un buen sitio para bajar a la playa. La besó en la frente, después en una mejilla y a continuación en otra. La pequeña empezó a gimotear, abrió un ojo y después otro, como era costumbre en ella y en su progenitora, al ver a su padre sonrió.
—¡Buenos días papi!—enseguida empezó a besuquearlo cosa que a Dan le encantaba.
—¡Buenos días princesa! ¿Quieres desayunar?
—No tengo hambre papi—intentó ponerle ojitos a su padre para que se olvidara del tema, pero Dan que sabía que las comidas de Ruth era un verdadero quebradero de cabeza, no cedió.
—Pues como no tienes hambre, no podemos bajar a la playa ¿Sabes? A las niñas que no desayunan, no las dejan ir a la playa, es una norma del hotel—se lo inventó sobre la marcha y a él le hizo mucha gracia.
—¿De verdad?—Ruth se sorprendió.
—Es una pena princesa, es una playa muy bonita y hace un día espléndido. Que remedio, nos tendremos que quedar en la habitación y verla desde aquí, Ojalá mañana tengas más hambre.
—Papi—le llamó la atención cogiéndole la cara—Creo que ya tengo hambre, quiero un vaso de leche y una tostada.