Todas las estrellas

Capítulo dos

Desperté a las seis de la mañana, la noche anterior habíamos comido en silencio solo escuchando las noticias en el televisor, tenía muy claro que él ya lo sabía, pero entendía que estaba buscando una solución en su cabeza que más tarde me diría.

Tenía un cambio de mi uniforme a los pies de la cama y cuando bajé a la cocina divisé al abuelo dormido en el sillón junto a Shelley, la pequeña perrita que rescató de las garras de un gato furioso que intentó atacarla en medio de la calle. Era una perezosa.

—Justo allí hay un vasote de leche y unas galletas en una bolsa para que lleves y comas, todo estará bien Donna. Es un nuevo día —habló el abuelo desde el sillón.

—Gracias, pero debes subir a la cama, es importante que no te duela el cuello más tarde —le hablé. La calidez envolvió el aire cuando me abrazó y luego se despidió para irse a la cama, seguido por Shelley.

Tomé las galletas y vertí la leche en una botella para el camino.

El abuelo toda la vida me trataría de la misma forma que lo hacía como cuando tenía diez años. 

A las ocho en punto de la mañana estaba cruzando las puertas del hotel. Sarah tenía unas ojeras que arrastraban y podían pulir el piso y Brandon una cara de que no pegó un ojo en toda la noche, habían dos que se divirtieron.

—Fue una noche movida —comenté al verlos mirarme.

—Ni te lo imaginas —guiñó un ojo Brandon. —, bueno ya debe estar por comenzar y durará lo que creo una hora —habló el mismo.

—Agotador será —dije a Sarah quién solo se limitó a asentir.

Al cabo de unos minutos Brandon, Sarah y yo teníamos en la mano un radio; eso para que aquellos que nos reemplazarían nos contactaran en caso de tener una emergencia. A los diez minutos recibí una llamada así que me estaba perdiendo la ceremonia en lo que le explicaba al chico que él solo debía agendar el nombre del huésped en la computadora y no llevarla a la habitación; había una fila eterna de personas enojadas porque los recepcionistas habían desaparecido.

—¿Entonces solo es eso? —preguntó volviendo a su lugar en lo que yo le explicaba en mil idiomas a las personas lo que había sucedido.

—Ponte a mi lado y comienza a registrar nombres y llenar fichas —ordené.

«Idiota»

Frente a mí una señora gritaba y hablaba tan rápido que mi cerebro estaba intentando por voluntad propia explotar. Finalmente y haciendo caso omiso a sus peticiones de un jacuzzi en una habitación individual y económica entonces le asigné algo sin importarme que más tarde probablemente Brandon en su papel de jefe me hablaría, o gritaría.

—Buenos días, bienvenido ¿en qué le puedo ayudar? —dije mi monologo por quita vez en menos de media hora, odiaba la temporada alta.

—Buenas, necesito ir arriba, voy tarde.

—Necesito su identificación.

—Solo te pediré que te apresures un poco, voy bastante tarde.

—Llamaré a mi supervisor, un segundo, no hay problema —suspiró mientras se cruzaba de brazos sobre el mesón.

—Perdón pero he dicho que... —interrumpí cuando escuché la voz del moreno al otro lado de la línea. 

—¿Puedes acercarte un minuto por favor? —sonreí.

Cuando solo segundos después Brandon llegó corriendo al recibidor entonces su semblante cambio de una forma radical, su expresión se tornó amable y muy muy profesional. Cuando a paso rápido llego al lado del hombre que parecía enfadado dijo:

—Señor Brandt, su habitación es la suite cuarenta y dos. Belladona entrégame la llave —sonrió de una forma muy forzada.

—¿Quién es? —susurré entre dientes a Brandon que sonreía aún a mi lado. 

—Que bien, ya entendí todo —bufó el hombre. 

—Su habitación está lista y el bell boy llevará sus maletas a su habitación señor Brandt —lo había dicho con toda la mala intención del mundo y sabía perfectamente lo mal que había sonado.

—Hablaré contigo más tarde —Gesticuló Brandon en lo que se retiraba junto al hombre.

Lo hizo, minutos más tarde después de que tomé la decisión de no volver a la ceremonia entonces Brandon llegó a mi lado interrumpiendo la conversación de Sarah y sus lindos labiales rojos que había conseguido el día anterior.

—¿No podías ser una mejor trabajadora, has visto lo que le has dicho? —preguntó apoyándose frente al mesón.

—No he dicho nada malo, no tenía idea de quién era.

—Pues debiste revisar en las reservas online.

—Eso ni siquiera está permitido al menos por un mes, la página web está en servicios —respondí.

—Bien, esas palabras podrían haberte costado tu trabajo.

—Lamento mucho no haberme arrodillado frente al hombre que no tenía idea de quién era, ahora debo irme y ya le avisé a tú supervisor —dije tomando mis cosas, lista para presentarme una hora más tarde a la cita en la universidad.

Cuando estuve frente a la puerta aquel hombre regordete me indicó tomar asiento, no entramos en detalles y por cuarta vez firmé un compromiso de pago. El dinero no estaba dando abasto y más cuando Brandon decidió que lo justo era que los bonos fueran solo para las personas que tenían un sueldo más bajo, Sarah protestó junto a casi treinta personas más y yo durante todo el mes, así que suponíamos que finalmente el mes siguiente nos darían el súper sueldo completo y quizás, solo quizás entonces el dinero me sería un poco más suficiente. Hasta entonces no podría tomar clases en la universidad hasta que estuviera al día con la deuda. Una mierda.

—Lamento esta situación pero, puedes postular a una beca para que la cuota mensual disminuya Belladona —se encogió de hombros —,  no puede repetirse esto.

Asentí deseando salir lo antes posible, comenzaría con turnos dobles en el hotel. Lo había decidido en lo que el Roger hablaba.

Cuando volví nuevamente al hotel comencé con la rutina, pero más tarde. Las habitaciones y tres horas en el recibidor.

—No hablaste jamás con mi supervisor —reclamó Brandon cuando llegó a mi lado.




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