Todas las estrellas

Capítulo once

You, you are my high

Do you hear me, love?

 

 

 

 

—¡Eran solo unos días Luther! —protesté. 

—Señorita Schwarz, ya di las ordenes. 

—No nos desconozcamos Luther. Sabes muy bien lo que dijiste antes. 

—Belladonna —me miró —, hazme el favor y cierra la puerta. Por fuera.

—Señor Brandt —lo piqué. 

—Estoy dándote una orden, vete de mi oficina. 

—Señor Brandt —lo llamé nuevamente, estaba enfadada. Muy enfadada. 

—¿Si? —levantó la vista de su computadora finalmente para mirarme. 

—No puedo irme por más de una semana, no puedo... —por un momento balbuceé —. No puedo dejar a mi abuelo solo. 

—Bien, lo llevamos con nosotros.

Nos miramos por última vez y me rendí, salí del despacho hecha una furia o quizás solo intentaba controlar mis ganas de llorar. O tomaba el puesto y después tendría el definitivo en la cocina del hotel o solamente lo dejaba. 

Y hasta entonces estaba preguntándome si el trabajo en la cafetería estaba muchísimo mejor.

Me daría una recomendación, en especifico Luther lo escribiría en mi hoja y si ganaba el hotel en la feria gastronómica de todas formas tendría una estrellita amarilla en mi hoja de trabajo, en la escuela quizá lo agradecerían o recalcarían. 

Me había costado tanto conseguir solo lo mínimo. 

 

***

 

—No sabía que estabas aquí todo el tiempo —dijo una voz a mi espalda. 

Me sentí mal por Julliet, me sentía avergonzada por haber preferido a Max cuando lo conocía mucho menos que a ella, cuando Julliet era una chica encantadora. 

—Es mi trabajo —volteé —. Hola J. 

—Parece entretenido —sonrió. 

Llevaba su bolso en el hombro, sus típicas botas negras que me parecían tiernas y un vestido color lila, su melena negra caía por sus hombros haciéndola ver un poco despeinada como si el viento le hubiese jugado una mala pasada durante el camino. 

—Lo es, solo si estás en el mesón —respondieron por mí y no tuve ni que voltear para reconocer la voz —, no recomendaría que trabajes aquí. 

—Piera —sonrió Julliet. 

Me moví hasta un hombre que esperaba pacientemente en el mesón, del lado de Sarah quién había desaparecido hacía minutos. Lo conocía. Era el mismo hombre que había llegado con una chica, la pareja que peleaba por la habitación. 

—Señor... Matthew  —dije y comencé a buscar su identificación. 

—No hay prisa, solo vengo a cancelar la reserva que hizo mi novia esta noche, no es necesaria.

Dudé por un momento cuando lo dijo. Estaba segura que me había notado pensando más de lo que debía porque segundos después añadió —: No es nada malo, lo prometo. La mayor parte del tiempo está algo enojada conmigo —sonrió. 

Asentí, después de todo mi trabajo solo constaba de atender a clientes. 

Aunque fuera egoísta. 

Minutos más tarde estaba sola nuevamente, los había visto pasar tomados de la mano y ella de una forma completamente distinta a como la había visto por primera vez. No quería imaginar nada pero Sarah se me vino a la cabeza, ella decía que había un motivo de felicidad instantánea y no era una simple broma. 

—¿Belladonna? —preguntó el chico del cine, el de la oficina. Owen...

Lo miré dándole a entender de que tenía mi atención, que hablara pero luego tuve que confirmarle que podía hacerlo y que no estaba embelesada por él. 

—Sí, soy yo. 

—Buen dato pero ya sabía. Luther te necesita —se cruzó de brazos frente al mostrador. 

—Ahora mismo estoy ocupada —respondí, utilizando su mismo tono. O algo parecido. 

—¿Ocupada? —preguntó. 

—Si, ocupada. 

—Puedes dejar a la chica aquí, no tengo tu mismo tiempo Belladonna. Te necesitan. Ahora. 

—¿Te refieres a Piera? no, ella no trabaja aquí. 

Me lanzó una última mirada antes de voltear y desaparecer nuevamente hacía el ascensor. Caminé detrás de él a paso lento, cuando subió al elevador e intentó cerrar la puerta lo detuve y estuve segura de ver una leve sonrisa atravesar su rostro, triunfal.

Había un hombre junto a nosotros pero sentía el elevador más pequeño. 

 

***

 

—Tú y yo tenemos que hablar —dijo apenas atravesé el umbral de la puerta, Luther. 

—Estoy aquí, usted dirá jefe —respondí cruzada de hombros en el mismo lugar. 

—No ahora, luego —comenzó a decir mientras revolvía entre los cajones de su escritorio —, durante la próxima semana saben perfectamente que hacer y como ahora son las dos caras visibles deben saber algunas cosas. 

Tomó un respiro y guardó silencio mientras nos señalaba las sillas, siguió en su trabajo de búsqueda en la caja de madera hasta que sacó una carpeta negra, luego otra. 

Nos dio una a cada uno y cada punto tenía especificado lo que no debíamos hacer. 

—¿Es enserio? —llamé su atención —. No jugar con utensilios, en especifico aquellos que contienen filo. Por favor Luther, no somos niños. 

—Contigo nadie tiene las cosas claras —bromeó —, no lo he hecho yo Belladonna. 

—Hay locos sueltos por todos lugares —añadió Owen a mi lado. 

—¿Algo más que deba saber? —pregunté poniéndome de pie. 

—Si, desde el lunes comenzamos aquí y el otro lunes, nos vamos por tres días —hizo énfasis en sus últimas palabras mirándome —. Solo prepárense, porque el hotel debe quedar en primer lugar, esto es para todos nosotros. Confío en ustedes. 

Yo no. 

Horas más tarde ya estaba de vuelta a casa, me sentía extraña; no había hablado en la mayor parte del día con Sarah o Brandon. Como fuera finalmente tuve que caminar de vuelta a casa sola por la noche. Mis turnos de noche habían quedado en el olvido. Luther no me había vuelto a avisar sobre alguno que cubrir así que me dejó pensar en que habían encontrado a una persona que utilizara el lugar. 




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