Amber
Aquí lo tengo delante de mis ojos y noto como su corazón palpita, su ojos se intensifican contra más décimas de segundas la observa. Nunca me ha mostrado sus sentimientos, ni tan siquiera he llegado a cruzar más de dos palabras seguidas con él pero no se porque hay algo que me dice que debo de ayudarlo a conquistar a esa chica.
—Oye —me sabe decir casi musitando para que el profesor no me escuche al cual tengo a escasos dos metros delante de mí.
—Dime —me responde mientras arquea una de las cejas.
—Nada —prefiero no decirle nada, no es momento ni lugar. El enseguida se pone a escribir y dibujar cosas extrañas sobre su libreta, menos mal que lo hace allí y no es mi libro, no puedo ni soporto escribir nada sobre el libro.
—Bueno chicos, os vais a tener que poner por parejas para hacer un trabajo —nada más terminar la afirmación giro la cabeza ciento ochenta grados.
Enseguida noto la presencia de Hector apuntándome con sus ojos seductores.
Pero todos mis esperanzas puestas en estar más horas de las que podría disponer con Hector se esfuman cuando de nuevo el profesor mueve los labios.
—Las parejas las he hecho yo.
Y mientras espero a que el nombre de Héctor y el mio vayan unidos en nada mis ganas se desvanecen cuando veo que mi nombre va unido junto al de Son. Él parece ni inmutarse, quizás porque deseaba que su nombre fuese unido junto al de Sophia pero no todos tenemos lo que queremos.
Creo que voy a ser yo quien tome la iniciativa en este grupo para sacar el trabajo adelante.
—Esta tarde quedamos en la biblioteca para hacer el trabajo —le afirmo mientras él me lanza una afirmación con el rostro a la vez que suena la sirena para cambiar de clase. Enseguida viene Hector para hablar contigo.
—¿Enserio te han puesto con ese para hacer el trabajo? —pregunta con un tono que me atrevería decir que es un poco celoso.
—¿Qué le hago yo? —le devuelvo la pregunta mientras trato de evitar a Son para que no nos escuche, tampoco quiero que me escuche hablar de él.
—Pues ves ha hablar con el profesor y dile que te ponga conmigo —dice como si fuera sencillo.
Le afirmo con el rostro y le doy un poco largas porque desde hace un rato esta conversación ha perdido todo el sentido.
Llego a la puerta de la biblioteca, todavía no hay nadie dentro salvo la señora de la biblioteca. Me da mucha vergüenza entrar yo sola así que decido esperarlo en la puerta. Mientras comía he aprovechado para mandarle un mensaje a Son diciéndole la hora, concretamente a las cinco pero ya son las cinco y cinco y todavía no ha llegado.
Pasan los minutos y mi desesperación crece por momentos hasta límites insospechados.
Llega por el horizonte, tranquilamente sin mucha prisa como si en vez llegar veinte minutos tarde llegase veinte minutos antes. Tengo ganas de echarle una buena bronca pero hay algo que me detiene en seco. Son de nuevo sus chanclas de goma y enseguida observo que tampoco lleva nada en las mano y tampoco lleva mochila.
Algo que provoca que me ponga más nerviosa.
Decido pensar que solo va a ser un momento y es un simple trabaja que conforme pasan los instantes me doy cuenta de que lo voy a tener que sacar yo sola.
Nos sentamos en la mesa al final de la sala donde la mujer de la sala menos nos puede escuchar y pienso en la pregunta que le quería hacer antes en el instituto pero no he visto el momento ni el lugar.
—¿Por qué no le dices que la quieres? —pregunto metiéndome en camisa de once varas.
—¿Pero que dices —dice agachando la cabeza y poniéndose más rojo que un tomate.
—He visto como miras a Sophia y también he visto como el otro dia le distes la carta esa. Llámame loca pero creo que estás enamorado de esa chica.
Enseguida se pone a hacer cosas extrañas y a jugar con lo único que se ha traído… un boli.
—Siento ponerte en un compromiso —decido no seguir insistiendo y ponerme a escuchar la clase.
—¿Que puedo hacer? —pregunta mientras se recoloca las gafas y cambia el tono a uno más emotivo y grabe.
Enseguida vuelvo a la conversación con él teniendo cuidado de que la mujer de la biblioteca no nos escuche.
—¿Por que no pruebas a pedirle una cita?
—No creo que eso funcione —responde.
Enseguida baja la mirada y se desanima, no parece tener mucha autoestima.
Respira profundamente varias segundas.
—¿Que hay que hacer en el trabajo? —cambia radicalmente de tema.
—Perdoname por meterme donde no me llaman —le respondo.
—No pasa nada —aclara mientras se recoloca las gafas.
—Pero porque no te declaras de una vez, dile lo que sientes, no tienes nada que perder…
—Si que tengo que perder, que realmente no sienta nada por mi y quedar en ridículo delante de todo el mundo..
Por primera vez desde que lo conocí se está sincerando y no es fácil que un chico abra tanto su corazón.