Son
Termino de colocar toda la mesa, Amber no se esperaba que tuviese estos dotes. Seguro que el cretino de Héctor nunca le ha preparado algo similar. Se sienta en una de las sillas y le sirvo las alitas que considero que tienen mejor pinta.
Termino de servirlas y después de servir también el refresco me siento justo enfrente.
Observo como disfruta de la comida, no está dejando ni los huesos.
—Estan buenísimas cariño —reconoce mientras se limpia la boca.
Pocas veces me ha llamado cariño, le voy a tener que cocinar más. Me quedan solo dos alitas pero la última dice que no me puedo quedar sin mancharse.
Me observo, me he manchado la camiseta y el pantalón. De todas formas me lo tenía que cambiar para trabajar. todavía no se que excusa poner para ir sin que sospeche.
—¿Me has oído? —Amber me saca de mi mundo.
—Si te digo la verdad no.
—Me tengo que ir a entrenar —resopla algo estresada.
Yo también resoplo porque de menuda me he librado.
—Espera que me cambio y te llevo a tu casa.
Rápidamente entro en mi habitación y hay un cajón medio abierto.
¡Que raro! pero supongo que lo he abierto con todas las cosas que le estaba enseñando.
Decido no hacerla esperar porque bastante a esperado ya.
Me pongo un vaquero convencional y una camiseta negra básica.
Me echo colonia y desodorante antes de salir de la habitación.
Amber se acerca a mí como un velocirraptor a su presa.
—Huele muy bien esa camiseta —termina de oler.
—Es la colonia.
—Me encanta ese olor, te pega mucho.
—Gracias… ¿Vamos? —le ofrezco la mano para salir
Me pongo la chaqueta que tengo en el perchero de la puerta. Amber hace lo propio. Hace bastante frío ahora.
Amber me devuelve la mano y salimos.
—¿Cuál es tu próxima carrera? —quiero demostrarle que todo lo de ella me importa de verdad y de paso ir hablando de algo hasta llegar a su casa.
—Me voy a tomar unas semanas de descanso —se coloca un mechón de pelo que tenía desde hace un par de minutos en el rostro.
No esperaba para nada esta respuesta.
—¿Y eso? —decido preguntar porque no me quiero quedar con la duda.
—Quiero pasar tiempo contigo, las carreras siempre van a estar ahí pero el principio de algo bonito ¿no?
—¿Tu crees que lo nuestro se puede acabar en algún momento?
—Creo que si se cuida lo eterno nunca muere.
Tengo mucho miedo de que esto se termine en algún momento.
Me da vértigo y pánico que ocurra.
Llegamos hasta su casa.
—Bueno, ¿nos vemos luego?
Tengo que ser rapido para crear una excusa.
—Voy a ir a ver con mi abuelo el baloncesto, se lo prometí la semana pasada. Pero podemos ir mañana a la tarde a un sitio muy especial.
Espero que no se enfade. Cruzo los dedos.
—Está bien. Asi aprovecho para estudiar.
Me acerco a ella y le doy un beso. Huele a rosas, me encanta.
Horas más tarde
—Vamos Son que hoy hay mucha gente y vas muy lento.
El pesado de mi jefe no para de putearme toda la noche. Llevo sin parar desde que entré hace cinco horas.
—Que si… que si. No doy a basto.
—Oye si no te gusta ya sabes donde esta la puerta.
Cojo un poco de aire y paso de su respuesta impertinente.
Me da igual lo que me diga, no puede ser que esté yo solo fuera con más de veinte mesas y sin que nadie me ayude.
Llevo una semana y ya estoy hasta las narices del trabajo.
—Vamos Son que tiene que colocar lo de las bebidas que está hecho un desastre.
Trato de coger un poco de oxígeno porque voy con la lengua fuera.
—Oye ¡este plato está frío! —me dice un cliente que ha venido el último y seguro que no se marcha hasta que cerremos. Que manera de tocarme las narices.
—Enseguida se lo cambio —le muestro una sonrisa un poco falsa porque en mi mente lo estoy estrangulando y haciendo que se coma el plato.
Las horas pasan y la gente no cesa de venir. Parece que están esperando a última hora para pasarse por aquí.
—Toma Son aquí tienes lo que has ganado hoy.
Esto es lo único que me consuela. Aunque me puten gano dinero para pagar las cosas.
Ceno un bocadillo de bacon y me voy a casa. Ya es muy tarde y mañana vuelvo a tener instituto.
Mientras ceno aprovechó para hablar con Amber. Le digo que el partido ya ha terminado y me dirijo a casa.
Cuando salgo por la puerta me doy cuenta de que está empezando a llover.
—Joder que suerte tengo —me digo a mi mismo en voz alta.
Yo y mi manía de no mirar nunca el tiempo. Si estuviese aquí Amber seguro que se hubiese traído el paraguas.
Está lloviendo muchísimo, me tengo que hacer el animo o sino no voy a llegar ni de madrugada a mi casa.
Sago y comienzo a correr, trato de esquivar todos los charcos posibles porque sino me voy a empapar los pies.
Ya no hay nadie en la calle, creo que soy el único que está por aquí corriendo como un loco para salvaguardarse.
Al dia siguiente
Llego hasta el instituto, necesito desahogarme con alguien. Creo que voy a ir a hablar con Tatiana, que hace unos días que no la veo.
—Hola Tatiana —me siento en la silla que hay sobre la barra.
—¿Que tal Son?
—Cansado del trabajo
—¿Estás trabajando? —con todo lo que me ha pasado se me ha olvidado decírselo.
Se sorprende pero el único que lo sabe es mi abuelo y mis amigos.
—Si, necesito el dinero para pagar las cosas —trato de explicar mientras me rasco la cabeza.
—¿Y que te esta pasando en el trabajo?
Me pregunta mientras me sirve un refresco.
—Estoy explotado. Hago mas horas que un reloj suizo y lo peor es que no hay nadie que reconozca mis meritos. No me siento valorado.
Es la verdad, aunque en parte es por no habérselo contado a nadie. En el trabajo nadie me valora, me siento un cacho insignificante, como si no fuera importante.