•El Comienzo
6 años atrás
Mire por la ventana, nada cambiaba todo seguía igual. Suspire observando el reloj en medio del salón, faltaba solo un minuto para que acabarán las clases. Cerré los ojos escuchando el sonido de la campana, sin mirar a nadie agarre mi bolso con mis libros y salí.
Me puse los auriculares mientras caminaba por la acera pensando en que solo estaba a meses de ingresar en la universidad, a meses de comenzar otra etapa de mi vida. Si lo pensaba bien, no tenía nada de que quejarme. Tenía una familia que me amaba y amo demasiado. Era un pilar fundamental en mí.
No podía pedir más, ya tenía todo lo que una adolecente puede querer. Una sonrisa se formaba en mi rostro, en pensar en las maneras en que mis hermanos frustraban cualquier intento de los chicos de mi instituto acercarse a mí. Acomode mi bolso en mi hombro mientras me percataba que ya había llegada a mi hogar. Entre y subí corriendo a la habitación de mi madre, ella siempre pasaba aquí y me recibía cada vez que llegaba de clases. Hoy por lo general había llegado más temprano que los anteriores días.
Fruncí el ceño al escuchar ruidos extraños al acercarme a su habitación
–Mamá llegue –grite avisando de mi llegada.
Como no había recibido ninguna señal de ella, decidí entrar a su habitación sin tocar. Supuse que debería estar dormida y papá no estaba a estas horas porque él trabaja. Quería sorprenderla con un jarrón de arcilla que había hecho en mi tiempo libre. Deje caer mi bolso petrificada sin impórtame que se quebrara.
Sin poder creer lo que observaba me quede en la entrada de la puerta de la habitación sin moverme. Nunca pensé encontrarme con esta escena, sentía asco.
Era mi madre con un hombre que no era mi papá
–Hija, déjame explicarte. No es lo que crees –dijo mientras se trataba de cubrir. Apreté los puños llena de rabia. ¿Cómo pudo hacerle esto a mi padre?
¿Cómo pudo hacernos esto a nosotros?
La mire sin poder evitar preguntarme donde estaba mi madre, porque mi madre jamás haría algo como eso. Ella no rompería mi corazón de esa manera.
– ¡No me digas que dejaste de ser una ama de casa para convertirte en una actriz porno!–Grite irónicamente sintiendo mis ojos picar. Ella se quedó callada mientras lágrimas comenzaban a salir de sus ojos. –Por mi te puedes ir al infierno puta –escupí saliendo tras dar un portazo
Salí de esa casa a toda prisa mientras lágrimas rodaban por mis mejillas, no podía asimilar lo que acababa de pasar. No hace mucho pensaba que tenía la familia perfecta. Pero no, maldita sea. Como pudo hacerlo eso a mi padre, a su marido.
Me fui a toda prisa al trabajo de mi padre mientras soltaba maldiciones, esquive a todas las personas que se me atravesaban en el camino. Al llegar a la empresa que trabajaba me dirigí directamente a su oficina sin avisarle a su secretaria ya que no estaba en su puesto de trabajo. Me mordí los labios para no ponerme a gritar histéricamente.
Esto tenía que ser una broma.
–Esto es una completa mierda –susurre con la voz rota mirando hacia arriba mientras lágrimas caían desesperadamente por mi rostro.
-Cariño es un mal entendido –dijo con desesperación.
Al parecer todos se pusieron de acuerdo con joderme la existencia. Apreté los labios mientras limpiaba con brusquedad las lágrimas que caían. Claro, ahora es normal que encuentres a tus padres teniendo sexo con otras personas. Nótese el sarcasmo
– ¿¡Dices que es un mal entendido!? –Grite enfurecida –Joder, me cago en la puta madre –me restregué las manos en mi cara. Ya no podía más. El no dijo nada, solo agachó la cabeza y lágrimas invadían su rostro. –Esto no puede estar pasándome a mí –susurre –Por mi te puedes ir al infierno igual que la puta que tenía como madre –escupí mientras salía sin mirar atrás
Tenía que buscar a mis hermanos, solo ellos me quedaban de toda esta farsa de familia. Saque con desesperación mi teléfono del bolsillo delantero de mi pantalón. Con las manos temblorosas marco su número pero no contestan. Primer, segundo, tercero timbre y nada. No contestan. Vuelvo a intentar pero nada. Cierro los ojos, tenía que pensar con la cabeza fría era difícil pero no era imposible.
Cogí un taxi para que me lleve al instituto. Era raro que no contesten, al primera llamado me atienden sin importar que estén haciendo. Salí corriendo donde ellos entrenaban futbol. Llegando pude visualizar de lejos a cuatro personas. Me fui acercando poco a poco, las lágrimas se habían detenido.
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Editado: 11.04.2019