Ángel me había mentido y no sabía si debía sentirme feliz o enojada al respecto.
Resultó que en realidad Dúpin no estaba atrapado en una jaula con leones, mas sí se encontraba encerrado, pero en una pequeña caja transparente. Situación totalmente distinta a lo que él me había planteado en un principio.
Estábamos en una especie de habitación, que a mi perspectiva, lucía aburrida y sucia. A pesar de que habían pocos muebles en el lugar, se notaba polvo acumulado sobre estos. La cama tenía una colcha vieja, que parecía algún día haber sido de color blanco y con el tiempo haberse vuelto gris. El piso era de madera, una madera oscura y bien cuidada. Las paredes estaban pintadas de carmesí, lucían sucias y la pintura se encontraba descascarada en algunas zonas.
—¿Qué estamos haciendo aquí?—pregunté. Ángel mantenía una expresión seria, lucía en extremo calmado, como si acaso no hubiera hecho nada malo.
—Te he traído a mi habitación, con Dúpin. Dijiste que te llevara con él.
—Sí, pero me mentiste. Dijiste que estaba en peligro y no es así.
—Es cierto, mentí un poco. Pero es verdad, él está en peligro y necesito que me ayudes.
Crucé mis brazos por delante de mi pecho y miré en otra dirección, ajena a él. Era una actitud infantil, probablemente, pero ese chico conseguía exasperarme con facilidad—.Dije que no te ayudaría.
—Lo sé. Dijiste que no ayudarías a un asesino.
—Pues si lo tienes tan claro, entonces ¿por qué me has traído aquí?
—Necesito que entiendas mi contexto, Sofía. Necesito que me ayudes.
—Incluso si quisiera ayudarte, ¿qué sentido tiene? La ayuda que intenté darte antes, no resultó y…—antes de que acabara de hablar, Ángel me jaló del brazo y me arrastró con él hasta salir de la habitación. Pasamos por un pasillo oscuro y mientras caminábamos intentaba soltarme de él, pero me resultaba imposible. Su fuerza era espeluznante.
—Déjame enseñarte algo—. Contrario a sus palabras, lo que Ángel hizo luego de dejar de arrastrarme, fue cubrir mis ojos con las palmas de sus manos—. Pero antes necesito que me escuches con atención. Vas a ver algo que te va a resultar extraño, probablemente te disguste mucho, pero quiero que lo veas y que sepas que yo estoy acostumbrado a eso. No es algo que me guste, pero es parte de mi contexto—las palabras de Ángel consiguieron hacer que mi corazón se acelerara un poco, pero eso no fue nada en comparación a cómo se volvió mi ritmo cardiaco después de que Ángel quitara sus manos y me permitiera mirar—. Este es mi hogar, Sofía.
Quise gritar, pero en lugar de eso me tapé la boca con las manos. Sentí nauseas terribles y ganas de salir corriendo. También terror, perplejidad y asombro. Estaba en un salón. A diferencia de la habitación pasada, el nuevo lugar lucía limpio, amplio y lleno de muebles. Sin embargo aquí había algo que podría decirse era perturbador en todos los sentidos. Algo macabro, sumamente cruel y espantoso. El sólo mirar un poco los muebles del lugar resultó para mí en un martirio. Y es que… Yo jamás hubiera imaginado antes cómo luciría una sala de estar decorada por completo con muebles hechos a base de piel y restos de humanos.
—Bueno, tampoco exageres—opinó Ángel—.De donde tú vienes algunos lo habrán hecho con animales, aquí es algo parecido.
—¡Ángel, esto es horrible! —grité, quizá demasiado fuerte, y de inmediato mis ojos se llenaron de lágrimas. Me sentía terrible, creía que no podría soportar más tiempo en ese lugar.—Me quiero ir…
—Te irás, pero antes vas a oírme—Ángel, con su típica expresión seria, se dio media vuelta en dirección a un pasillo y empezó a dar unos lentos pasos. Le seguí—. Regresemos a mi cuarto.
Caminé con la mirada fija en el suelo para evitar encontrarme con algo desagradable, no obstante fallé, ya que de pronto me descubrí pisando una horrorosa alfombra hecha de piel humana. Resultó sumamente desagradable.
— ¿Por qué has hecho esto?—Mi voz apenas era audible. Me encontraba fatal.
—Porque llevo 17 años viviendo con eso. Porque recuerdo que cuando era niño lo odiaba, pero han pasado tantos años que ya me acostumbré y ¿Sabes? ¡No significa nada!
Le miré con enfado. No podía creer que estuviera diciendo palabras tan crueles y terribles.—Tú luces como yo, tienes piel, alma, sentimientos, ¡¿cómo puede no significar nada?!
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Editado: 28.10.2018