Estaba furiosa con Ángel, ¿Qué digo? ¡Era mucho más que eso! La única razón por la cual mi cabeza había estado divagando su nombre en el último tiempo ¡era causa suya! Me indignaba, ¡Me indignaba muchísimo¡ .El hecho de que fuera capaz de manipularme, aunque se tratara de manera accidental, simplemente me sacaba de mis casillas. Al mismo tiempo, intentaba fingir que no pasaba nada, pero disimular mi enojo era una tarea sumamente complicada, ¡lo hacía pésimo! Tanto así que hasta él lo notó, pero manteniéndome firme a mí misma, seguí con la mentira de que todo estaba bien.
—¿Debo disculparme por lo de los sueños?—Odié cuando dijo eso. Ángel era un estúpido. Él sabía que me estaba molestando, parecía que quería verme explotar.
—No. ¿Fue un accidente, no?—Mi tono de voz era pesado. Lo sabía, pero al intentar cambiarlo, sólo se hacía más notoria mi incomodidad.
—Bueno, entonces me iré a dormir.
—Bien.
—¿No irás a dejarme como siempre?
—¿Cómo siempre?—formulé la pregunta al momento que alzaba una ceja. Al hacerlo sentí como mi ceja hacía un inconsciente temblor.
—Oh, claro…—La expresión de Ángel fue perplejidad por un corto segundo, mas al instante volvió a ponerse serio—Sueña con ángeles, Sofía.
Debí aguantarme las ganas de lanzarle una almohada en la cara.
Por fortuna al día siguiente mi humor era una cosa distinta. El único problema fue que al despertar me topé con un par de ojos grises y grité. Ángel me estaba observando de pie a un lado de la cama ¡me dio un susto enorme! Yo, estando somnolienta, no le reconocí si no hasta después de soltar un montón de gritos de auxilio. La respuesta de él a mí razonable pánico fue lanzarse irracionalmente sobre mí y taparme la boca con sus manos. Cuando fui consciente de que se trataba de Ángel me calmé y traté de morderlo.
—¡Ya basta, Sofía! Soy yo—Me soltó, pero siguió haciendo peso sobre mi cuerpo. Normalmente lo percibía liviano, pero ahora sentía como que tenía una vaca sobre mí.
—¡¿Y era necesario que despertara y te aparecieras así?!
—Esperaba a que despertaras.
—¡Pues lo hubieras hecho desde más lejos!
Un maullido nos interrumpió. Ángel y yo observamos cada paso gatuno religiosamente. Primero, Dúpin saltó sobre la cama, pasando por la pasarela que era el cuerpo de Ángel. Recorrió su trasero, luego su espalda y cabeza hasta llegar a mi cara. Una vez estuvo allí, se echó. Al menos no cubría mi boca y todavía podía hablar.
—Gato estúpido—masculló Ángel. Dúpin y yo gruñimos, o bueno, cada uno lo hizo a su manera.
—¿Mis padres están?—De pronto recuperé la cordura, o al menos parte de ella.
—No están. También aproveché para usar la ducha. Era necesario.
La noche anterior Ángel se había ido a dormir estando en unas condiciones poco saludables. Sentí algo de culpa por no haber hecho algo al respecto. Mi orgullo del momento me había cegado.
—Está bien. Ahora… Si quieres come algo, yo seguiré durmiendo.
Aguardé unos segundos para que Ángel dejara de aplastarme, pero nada pasó. Con el cuerpo de Dúpin sobre mí, tenía serios obstáculos para ver. Con suerte veía parte del techo.
—¿Dormir? ¿No tienes que ir al colegio o algo así?—replicó él.
—Nop. Bájate, pesas mucho.
—Tus padres mencionaron algo sobre ti antes de marcharse. Dijeron que estaban preocupados porque dormías demasiado y no querías ir al colegio.
—Hmm…
—Sofía, deberías levantarte.
—Iré a clases la próxima semana. He estado enferma.
—Mientes. No estás enferma en lo absoluto.
—¡Oh. Ahora resulta que además de Brujo, Vampiro y Elfo eres Doctor!
—Mago, Sofía.
—¡Sí, y Doctor!—Dije sarcástica. Al instante sentí como el peso de sobre mi cuerpo se esfumaba. Dúpin también se quitó de mi cara y se acurró a mi lado.
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Editado: 28.10.2018