Alguna vez en mi vida frecuenté mucho escuchar música triste sólo porque sí. Me gustaba encerrarme en mi habitación y dejar sonar la canción depresiva del momento mientras mi mente se desplaza e imaginaba cosas. A veces terminaba llorando, quizá resultaba demasiado intenso, pero solía pensar que valía la pena.
Lo había vuelto a hacer, aunque mi lista de canciones había cambiado y esta vez no estaba sola. Me hallaba recostada en cama con Dúpin acomodado sobre mi pecho y Ángel sentado en el suelo con la espalda apoyada contra la cama. Seguíamos vistiendo la ropa formal y respetábamos un pacto no pronunciado de silencio. Me sentía triste y estaba segura de que ellos también.
De pronto pensé que tal vez había caído en un gran error y que acababa de despertar y darme cuenta de ello. Resultaba que a fin de cuentas yo en realidad no le había tomado el verdadero peso a todos los últimos acontecimientos en mi vida, mis dudas continuaban y sólo las había apartado para no prestarles atención. Quizá el leer tanta fantasía me apuró a normalizar todo lo nuevo que estaba pasando, puede incluso que mi mente sea frágil y fácil de manipular. Pero, quizá la razón más potente radica en que dentro de todo ese mundo lleno de magia encontré distracción y que esa distracción me trajo paz.
Estaba pasando un mal momento y mi debilidad mental era terrible. Volviendo al pasado me daba cuenta de que mis problemas debían de tener solución, yo sólo estaba autosaboteándome, yo misma no me dejé ver una realidad alterna a mis problemas. Me resignaba y no luchaba, y luego alguien pasaba sobre mí.
—Sofía…—la voz de Ángel sonó ligeramente más ronca, parecía cansado—lamento lo de hoy.
Me pregunté a qué se refería, bajo mi punto de vista él no tenía gran culpa en el asunto. La misma Anastasia me había dicho que todo había sido gracias a mí.
—No fue tu culpa—Fui incapaz de confesarle que en realidad la muerte de esos cocodrilos era culpa mía. Seguía analizando pensamientos que vagaban por mi cabeza sin coherencia alguna.
—No debimos haber ido. No debí haberte llevado nunca a conocer nada de ese mundo.
—¿Qué dices? No. Estás equivocado—esta vez me escuchaba con mucha determinación—No te has dado cuenta, pero… al final tú me salvaste.
—¿Salvarte de qué?—Una risa nerviosa se liberó de sus labios. Parecía que en realidad no comprendía ni un poquito a dónde yo quería llegar.
—Bueno, de mí misma, puede ser…—la seguridad se había ido, volvía a sentirme intranquila. Sentía que estaba liberando algo demasiado oculto dentro de mí—. Sólo digo que llegaste en el momento más apropiado. Y sí, fue rarísimo e incluso llegaste a amenazarme, pero… ahora te conozco y me doy cuenta de que no eres malo, en lo absoluto.
—Fui un completo idiota contigo—parecía que había cierta diversión sus palabras. El contacto había aumentado, ahora él estaba echado junto a mí—, tu reacción fue de lo más peculiar ahora que lo pienso. No sé, esa vez que me aparecí en tu cuarto con Dúpin, esperaba obtener una reacción más violenta de tu parte.
—¡Cierto! Apenas me limité a cuestionarte, ¿Qué diablos anda mal conmigo?
—Haz lo que hace la mayoría de la gente, incluso la mágica; echarle la culpa al destino.
—¿Destinados a encontrarnos?—sugerí. La idea me parecía divertida.
—Quizá a más que eso. O nos estamos llevando demasiado crédito, al final la culpa fue de Dúpin, ¿no?
Observé a la pequeña y robusta criatura peluda que dormía sobre mi pecho. Noté que Ángel también le dirigía su atención.
—Finalmente pequeño—comenté—, todo ha sido por ti.
—Concuerdo.
—¿Sabes? A veces pienso que él puede entender todo lo que digo.
—Es una probabilidad. De todos modos a ti te adora… A mí me detesta.
—Debes comenzar a tratarlo con más cuidado. No es cualquier gato, Dúpin es especial.
Él ya debía de tenerlo claro, por supuesto que sí. Un gato con habilidades especiales, no, un Hyda. Aún no estaba totalmente enterada sobre eso. Tampoco era el momento de hacer preguntas, quería dejar de pensar en los cocodrilos y Anastasia.
—¿Sabes por qué fue mala idea ir a esa fiesta además?—Negué con un gesto de cabeza ante la pregunta de Ángel—. Descubrí que mi plan ya no tiene sentido, ¿lo recuerdas, no? Te he hablado sobre eso.
—Sip. Enamorar a la chica, recuperar el honor de tu familia, despertar la rígida mente de tu padre, ¿algo así?
—Excelente resumen—Ángel escondió el rostro entre sus manos y pareció tomar una buena bocana de aire antes de continuar hablando—, pues… fracasé.
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Editado: 28.10.2018