Sara Johnson.
El agotamiento físico y mental de tan ajetreada semana me tiene al borde de un ataque de histeria, siento los músculos de mi espalda tensos, el cuello me duele, los ojos me arden y ni hablar de la cabeza que no ha dejado de palpitarme durante varios días. Y para completar desde que recibí el móvil de Charles, no he dejado de pensar en él.
Qué estará haciendo.
Recuerdo el momento en el que el señor Joseph entró a mi oficina y me mostró el teléfono; supe de inmediato que Charles no tendría manera de comunicarse conmigo. Aunque, a decir verdad, le estuve llamando en dos ocasiones, pero al no saber que excusa dar, tuve que mentirle a Nicol: «—No es nada urgente, el asunto puede esperar a que vuelva, gracias Niky». Y sin más colgué.
En cuanto lo recibí y me despedí de Joseph me quedé mirando el aparato en mis manos, tenía curiosidad por revisarlo, y lo hice, cuando pulsé el botón que ilumina la pantalla me di cuenta de que no me pedía contraseña, así que la curiosidad me ganó, pero en cuanto entré supe que no era capaz de hurgar en su privacidad, así que simplemente lo apagué.
Ya estaba por salir de mi lugar para llevar el móvil a su oficina y guardarlo en su escritorio, cuando el timbre del ascensor y las voz chillona de la lagartija sofisticada de Emma apareció en mi campo de visión. No me quedó más remedio que esconderlo en mi bolso, porque si no me lo arrebataría y ahí sí era mujer muerta.
—Sarita… que bueno que te encuentro —una sutil mueca en forma de sonrisa intentó salir de mis labios.
—Señorita Emma, que gusto tenerla por acá —no recordaba que la escoba con patas aun existía en esta compañía—, en qué le puedo ayudar.
—Gracias preciosa —me miró como una sicópata mostrándome todos sus perfectos dientes, como si con eso pudiera mover el mundo—. Sabes he intentado comunicarme con Charles, pero ha sido imposible, está aquí, necesito urgentemente hablar con él.
—No, él no está. Está fuera del país.
—¿Qué? bueno no importa. Igual, yo soy socia de esta empresa y como tal debes obedecer.
La miré sin entender a qué se estaba refiriendo, ni porqué me estaba hablando de obedecerle. Sé que ella es una de las socias con participación accionaria en esta empresa, pero con menos poder que el señor Brown, así que sus palabras me daban mala espina.
—Necesito que, por favor, organices la oficina que está al final del pasillo para mí —habló levantando el mentón con un aire de superioridad—. Desde hoy ocuparé mi lugar en esta empresa.
Sonreí para no tener que decir todo lo que quería decirle a esa escoba desparpajada. Qué se estaba creyendo la reina de Saba, a esa tampoco la dejaría ocupar un pie en este lugar.
Pero qué estoy diciendo, cálmate, Sara, tú no eres alguien importante para dar tu opinión en esta empresa, recuerda que eres la secretaria, nada más.
—Se… señorita Emma, este…
—¿Qué sucede? habla niña.
—Bueno, lo que pasa es que el señor Brown no está y nadie me dio indicaciones de esto.
Intenté mediar con la escoba parada que tenía enfrente, pero no sabía qué decir, en realidad no sabía si era bueno o malo dejarla hacer lo que ella dice.
Nunca he sido buena contradiciendo a mis superiores en algo, aún sin importar si tengo la razón; siempre me he sentido intimidada por ellos, por el cargo que ocupan en las empresas en donde he trabajado, bueno, aunque solo ha sido en dos.
—Y crees que me importa… quería hablar con él sobre esto, pero como no está. La decisión está tomada —me miró por encima de su hombro y se dio vuelta para dirigirse a la oficina de Charles—. Anda apúrate, qué estás esperando.
Hizo un movimiento con su mano indicando que me moviera, mientras ella dirigía sus pasos hacia la oficina de mi jefe.
—¡No!
Mi voz salió como un grito. Quería impedir que entrara en su oficina, en la cual habíamos estado horas antes. Sentía que ese lugar ahora era sagrado, como un santuario en el cual podíamos declararnos lo que sentíamos sin miedo alguno y no quería que la pelos de escoba lo profanara con su presencia.
Se giró hacia mí mirándome con rabia, como si le hubiese quitado algo.
—Estás impidiéndome a mí —dijo señalándose— a que entre en la oficina de mí novio a esperar que terminen con la mía— me miró despectivamente—. Quién te crees para impedírmelo.
Aclaré mi garganta sintiendo mi corazón detrás de mis orejas golpeando con fuerza, la boca se me secó, y mis manos sudaban por los nervios que sentía por mi osadía.
—Yo… lo siento, es solo que… bueno, es que… Charles —respiré antes de responder—.
«Soy su novia, y usted no es más que una oportunista que lo único que busca es sentir que ganó algo por lo que no ha dedicado ni un céntimo de tiempo en cultivar. Puede que yo no tenga su nivel de vida, ni su porte, o su “papi” para darme todos los lujos que quiera, llevándome por delante a todos los que considere un estorbo, pues no. No soy usted, soy mejor que usted, soy Sara Johnson, una mujer aguerrida, con metas y deseos por cumplir, pero sobre todo con mucho amor para ofrecer a ese hombre maravilloso y tierno que es Charles Brown.
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Editado: 27.05.2023