En la mañana siguiente había despertado en mi habitación, envuelta en extrañas sábanas de seda que sabía que no me pertenecían. La extraña y deliciosa esencia del perfume de Alex salía con fuerza de aquellas sábanas, lo que me ayudó a descubrir quién era el verdadero dueño.
Ni siquiera podía recordar cómo es que había llegado a casa la noche anterior, me dolía la espalda y cada maldito centímetro de la cabeza.
Me costó unos cuantos segundos para percatarme que mis manos (al igual que mi pierna) estaban vendados. Seguramente Alex se había tomado el tiempo de curar cada una de las heridas que yo misma me había provocado.
Me sentía fatal, peor que cuando solía irme de fiesta en la universidad. Siempre creí que el estrés era el peor enemigo del ser humano y en esos momentos lo reafirmaba porque lo único que podía sentir era dolor en todo el cuerpo. Justo como si me hubieran dado una paliza con un millón de bates de metal.
De lo único que podía recordar con exactitud era que había soñado con el terrible escenario de decirle a mis padres que tenían que abandonar la casa de su vida.
Realmente había tenido una pesadilla y lo peor era que esa pesadilla se había salido de mi cabeza para destrozarme poco a poco.
Realmente nunca quise hipotecar la casa de mis padres porque realmente era lo único que teníamos, pero hace unos años, mucho antes de entrar a la editorial, mi madre había enfermado a tal punto que simplemente ya no podía costearme sus medicamentos con los empleos temporales que solía conseguir así que simplemente me había visto obligada a hipotecar lo único que teníamos con tal de salvar a mi madre.
Pero si tan solo hubiera sabido que eso iba a suceder, que iba a llegar un día donde todo se iría al carajo… No hubiera hipotecado nada.
—Lo siento, voy a pasar— soltó Alex desde el pasillo, abriendo la puerta de mi habitación unos segundos después.
Fue ahí cuando recordé la manera en la que había corrido bajo la lluvia, la manera en la que había lastimado mis manos, que lamentablemente en aquel entonces y en el presente son mis herramientas de trabajo. Sobre todo, recordé la manera en la que Alex se había acostado en el pavimento sucio, únicamente para darme un pequeño apoyo moral que, aunque no se lo pedí, me lo dio con sinceridad.
—¿Te encuentras bien? —había preguntado, permaneciendo en la puerta de mi habitación.
—Lo siento por ser una molestia, ayer— solté, admitiendo por primera vez que realmente había hecho mal.
—Gracias—soltó de repente, confundiéndome por completo.
Realmente en aquel momento ni siquiera había volteado a verlo. Sabía que estaba ahí por qué había sentido y escuchado su presencia, pero no había volteado a verlo. Sin embargo, al escuchar ese “Gracias” me había obligado por completo a voltear a verlo con el ceño fruncido.
—¿De qué hablas?
—Gracias por golpear el pavimento y no golpearme a mí. Ya es un gran avance que hemos tenido en nuestra relación— respondió con un gran tono burlón.
—¿Te estás burlando de mí? —pregunté, levantándome de la cama. — Eres un idiota.
Mala idea decirle aquellas palabras porque lo que estaba a punto de responderme me dejaría pensando todo el maldito día.
—Puedo ser un idiota— respondió de inmediato, caminando hacia mí, deteniéndose justamente frente a mí para mirar fijamente mi rostro—. Imbécil, estúpido e incluso un hijo de perra, pero sabes…—susurró, señalando mi mano herida— este idiota fue el único que te tendió una mano cuando el mundo cayó sobre ti y créeme que te la extendería todas las veces que fuera necesario.
Realmente lo único en lo que pude pensar fue que Alex era un hijo de perra porque sus palabras parecían haber sido perfectamente planeadas cuando en realidad habían salido con completa naturalidad. Había sido totalmente honesto y eso lo odiaba.
—Lo único que puedo decir es que lamento haber perdido tanto tiempo contigo y con tu hermana. Realmente me doy cuenta de que los dos son unos hijos de perra y, sobre todo, lamento decirle a tu mamá de esa manera. Sal de mi habitación, ahora.
—Realmente no cambias—susurró, saliendo de la habitación.
En esos momentos estaba siendo una mala persona, realmente lo sabía, pero estaba luchando con todo mi corazón para mantener a Alex alejado de mí.
Me había quedado sin trabajo, mi representante me había visto como una estúpida por tanto tiempo, tenía una demanda encima, estaba a punto de perder la casa de mis padres y tenía a mi exnovio jodiéndome la cabeza.
Estaba hecha mierda emocionalmente y lo único que quería era paz. No sabía cómo encontrarla y estaba segura de que Alex no me la iba a dar porque cada vez que veía su cara sentía como el estómago se me revolvía.
En esos momentos lo único que realmente importaba era en enfocarme a conseguir los miles de dólares que necesitaba para recuperar la casa de mis padres, incluso si aún no la perdía, ya la sentía perdida.
Así que literalmente lo único que hizo fue darme una larga ducha, buscar algo de ropa cómoda y salirme de la casa sin siquiera despedirme de Alex porque para ser sinceros no tenía por qué despedirme de él. Se supone que ya no era bienvenido en mi casa, ya que el contrato lo habíamos cancelado o estamos a punto de cancelarlos, pero tampoco era tan maldita como para decirle que se fuera.
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Editado: 01.04.2023