Todo Llega En Forma De Amor

CAPÍTULO 3

«Como duele tener a una persona en tu corazón, y saber que no puedes tenerlo más en tus brazos.»

 

—¿Estás segura de esto? —preguntó Marcela—. Te puedes quedar todo el tiempo que quieras, sabes que esta es tu casa.

—Lo sé, pero creo que es tiempo de cambiar de aire —respondió Verónica mientras observaba la inmensidad del mar sentada en la arena. 

—Entiendo. ¿Y a dónde piensas ir?

—Aún no lo sé, pero comenzaré por Valencia. Extraño a papá. 

—Me parece bien —le aliviaba saber que volvería a España y que no estaría sola—. Estoy segura de que se pondrá feliz al verte. 

Verónica intentó sonreír pero no lo logró. Le dolía tener que partir y dejar su país natal, pero era consciente de que no podía permanecer allí por más tiempo. Su terapeuta se lo había dejado claro, debía comenzar de nuevo, y lo más recomendable era hacerlo en un nuevo lugar.

—Sí, seguro —murmuró—  ¿Y tú? ¿Estás segura de querer quedarte aquí? No quiero dejarte sola, le prometí a mamá que…

—Ambas le prometimos lo mismo —la interrumpió—, y no nos estamos dejando o abandonando, solo estamos tomando caminos diferentes.

—Creo que lo mejor es que me quede.

—Vero —Marcela, que estaba sentada a su lado, se giró y acunó su cara entre sus manos con la intención de evitar que le desviara la mirada—, Gaby fue muy clara cuando dijo que quería que viviéramos, que fuéramos felices. Eres joven, tienes un enorme camino por delante y lo menos que quiero es que lo desperdicies por quedarte aquí conmigo, ¿estamos? —entre lágrimas Verónica asintió—. Este es mi lugar, y aquí te esperaré con los brazos abiertos siempre que quieras venir.

Para Marcela, en Venezuela no solo estaban, su casa y su familia, también estaba el sueño de toda su vida, un sueño que compartió con Gabriela, y que juntas pudieron hacer realidad: una casa y un pequeño restaurante frente al mar.

—También es mi lugar, es el lugar de mamá.

—Y lo seguirá siendo, pero ambas sabemos que en este momentos no es sano que estés aquí —Vero se tensó, ¿por qué Marcela decía eso? Nadie sabía que iba a terapia, mucho menos que su terapeuta le había aconsejado marcharse—. No me veas con esa cara —agregó Marcela al ver su reacción—, han pasado dos años desde que tu madre nos dejó y son contadas las veces que te he visto sonreír. Creo que estás tomando la mejor decisión, cambiar de aire te hará bien.

Verónica sintió alivio al ver que Marcela no sabía de sus citas con el psicólogo. No le avergonzaba ir a terapia, estaba consciente de que necesitaba ayuda. Sin embargo, no quería que su familia supiera por lo que estaba pasando, para ellos quería siempre verse fuerte, inquebrantable. Por lo visto, estaba fallando en su plan, puesto que Marcela había acertado en lo que le acababa de decir.

—Sí, sólo necesito cambiar de aire, pero a la vez me duele dejarte.

—Cariño, no debes sentirte mal. ¿No has escuchado eso de que los hijos crecen, se van y te dejan? Es ley de vida. Tu madre y yo también nos fuimos de casa. Nos fuimos para perseguir nuestros sueños y créeme que nada nos hará más felices, que verte crecer, verte luchando por alcanzar tus metas.

Años atrás, cuando Gabriela y Marcela se reencontraron en Caracas, comenzaron una vida juntas, compartieron sus más grandes sueños y prometieron cumplirlos algún día. El sueño de Gabriela era vivir frente al mar, y el de Marcela tener un pequeño restaurant en el mismo lugar. Entonces, comenzaron a trabajar en ello, ahorrando cada centavo para cumplir su meta. Pero Gabriela enfermó y se vieron obligadas a gastar sus ahorros. Posteriormente, se recuperó y comenzaron a ahorrar nuevamente, pero Gabriela reincidió en el cáncer de nuevo y debieron usar lo que tenían.

 Luego Gaby se contactó con el padre biológico de Verónica, y este al saber su situación de salud, le ofreció trasladarse a España junto con la niña para hacerse el tratamiento oncológico. Marcela no dudó en acompañarlas, dejando nuevamente de lado sus sueños. Lo importante era  estar al lado de la mujer que amaba.

Una vez que Gabriela se recuperó, consideraron volver a Venezuela, pero Verónica estaba muy apegada a su padre y se negaba a vivir lejos de él. Por ello, decidieron quedarse hasta que la niña creciera y cumpliera la mayoría de edad. Óscar les había ofrecido empleo y les había proporcionado una hermosa casa donde vivir. Estaban cómodas, pero para ella eso nunca fue suficiente. No hubo día en que no anhelara volver a su tierra y cumplir su sueño.

Por eso, no podía ir con Verónica. Finalmente estaba en su lugar, el sitio que Gabriela y ella idealizaron y finalmente pudieron construir, haciendo realidad sus sueños.

—¿Y si no sé cuáles son mis sueños, mis metas? No soy como tú o como mamá —expresó Verónica. Ella no tenía metas, no sabía qué hacer con su vida. Los últimos años los dedicó al cuidado de su madre, a aprovechar esos últimos momentos junto a ella, olvidando por completo lo que era tener una vida y lo que debía hacer con ella. Ahora, sin Gabriela, sentía que no tenía nada más que hacer.  Su vida acabó el día que su madre murió.

—No digas eso, solo es cuestión de tiempo para que encuentres tu camino. Eres modelo y tienes una carrera universitaria. Algo podrás hacer con ambas profesiones.




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