«A veces es mejor perder y hacer lo correcto, que ganar y hacer lo incorrecto.», Tony Blair.
Mateo se llevó la mano al puente de su nariz ¿Qué acababa de hacer? ¿Por qué no le dijo a su amigo que no podía ayudarlo con aquella petición? Verónica le caía mal, no la soportaba, apenas si podía tolerar y eso frente a su amigo. ¿Cómo iba a cumplir con la demanda de Daniel, sino podía permanecer por mucho tiempo al lado de ella? ¿En qué se había metido?
Debió decirle que no, pero el escuchar el tono de preocupación en su voz lo hizo flaquear. No veía correcto darle la espalda cuando más lo necesitaba, así terminara perdiendo la poca paciencia que tenía en el intento de cuidar a Verónica. Daniel le comentó que notaba algo extraño en su hermana, no parecía la misma, se mostraba ensimismada y carecía del buen humor que la caracterizaba. Por ello, le pidió que la vigilara. Comprendía que era una mujer hecha y derecha que podía valerse por sí misma, pero no estaba de más darle una vuelta, al menos una vez al día, para corroborar que todo estuviese bien.
Luego de pensar con detenimiento lo que le había comentado Daniel, llegó a la misma conclusión, algo le pasaba. Pese a las escasas veces que habían coincidido para compartir, pudo apreciar parte de su personalidad. Verónica era alegre, coqueta y caprichosa. Siempre bromeaba sobre cualquier cosa, en especial con lo que a ella le pasaba y se mostraba muy cariñosa con las personas que quería y pertenecían a su círculo de confianza. A veces pensaba que justo por eso le caía mal, porque era capaz de burlarse de sí misma y expresar sus sentimientos en público sin importarle el qué dirán.
Durante un tiempo, él también fue un hombre divertido y afectuoso. Pero tras lo ocurrido con Gretchen, aprendió que lo mejor era conservar esas demostraciones para la intimidad, así cuando todo cambiara, nadie se daría cuenta, nadie lo notaría, ni mucho menos indagaría sobre ello.
Rechazó el rumbo de sus pensamientos y se enfocó nuevamente en el problema que tenía enfrente. La Verónica que vio la noche anterior tenía poco o nada de la joven con la que compartió años atrás. No era tan alegre, ni afectiva, aunado a eso, ahora se mostraba más arisca, estaba a la defensiva, haciendo prácticamente imposible dialogar con ella. Para muestra de eso, la manera en que respondió el comentario que hizo sobre lo diferente que era su mundo con el de su hermano. Siempre que se sentía atacada, respondía de manera similar, solo que ahora lo había hecho con más rabia, más molestia. No, definitivamente ella no era así. Eso sin mencionar lo nerviosa que se puso cuando Daniel le preguntó por qué bebía tan despacio, cuando a leguas se le notaban las ganas que tenía por ingerir la bebida que estaba en sus manos.
Lo peor de todo era que sabía que el sentimiento era mutuo, ella tampoco lo soportaba y lo dejaba en claro siempre que coincidían. Lo veía con desdén y se comportaba como la típica supermodelo que se creía superior a todo aquel que se atreviera a acercársele. Algo que lo confundía, ya que, con unas personas se comportaba de una manera y con él de otra. ¿Acaso sufría algún trastorno de la personalidad o simplemente descargaba con él todos sus problemas e inconformidades?
Tomó una bocanada de aire y se obligó a continuar con su agenda laboral. De nada le valía adelantarse a los hechos, lo mejor era esperar a encontrarse cara a cara con ella y ver cómo fluían las cosas, lo bueno, era que su amigo solo estaría ausente por un par de semanas y con suerte los días pasarían rápido.
***
—Mañana mismo salgo para Italia.
Verónica tiró la puerta de la habitación y comenzó a armar su maleta. Estaba molesta, su hermano tuvo la brillante idea de pedirle a Mateo que cuidara de ella en su ausencia, cosa que no le hacía gracia, ella era una mujer hecha y derecha que podía cuidarse perfectamente. No era la primera vez que se encontraba sola en una ciudad desconocida y sabía perfectamente lo que podía y no podía hacer, además, no le convenía tener a alguien vigilándola, su intención era aprovechar esos días para desintoxicarse y sabía lo duro que esto podía llegar a ser. No podía arriesgarse a que el amigo de su hermano se diera cuenta de algo y le fuera con el chisme Daniel.
La puerta se abrió, dándole paso a su hermano.
—No permitiré que te vayas. Tenemos un acuerdo y cumplirás con tu palabra.
—Pues mira, mi palabra ha cambiado y me voy —le respondió de manera desafiante. Estaba loco si creía que aceptaría tener a Mateo como su niñero, porque a fin de cuentas eso sería.
—¡Qué no!
—¡Qué sí!
—Vedo no seas terca —Daniel dulcificó su tono, si quería hacerla cambiar de parecer debía modificar la manera en la que se dirigía a ella. Con Verónica no funcionaban las imposiciones—. Quedamos en que te quedarías hasta que regresara de mi viaje.
—Eso fue antes de enterarme que me buscaste a una niñera.
—Hermanita —se acercó a ella y la tomó de las manos—, no me puedes hacer esto. Primero: Mateo es hombre y el termino correcto sería niñero, no niñera —se rió—. Segundo: estoy muy ilusionado con volver a casa y encontrarte aquí para compartir unos días antes de volver al trabajo.
Lo odiaba, odiaba que le dijera ese tipo de cosas y más porque sabía que lo hacía de corazón. Desde pequeños se hicieron inseparables y a pesar de vivir lejos siempre estaban en contacto. No podían vivir sin saber del otro.