Todo Llega En Forma De Amor

CAPÍTULO 7

«Hay heridas que nunca se ven en el cuerpo que son más profundas y dolorosas que cualquiera que sangre.», Laurell K. Hamilton.

 

A pesar de que el día no comenzó de la mejor manera, ahora podía decir que había mejorado notablemente. La comida estaba deliciosa y la compañía, por extraño que pareciera, era agradable. Le hacía sentir como hace tiempo no lo hacía, relajado y tranquilo. ¿Cómo era posible que Verónica pasara de ser una niña inmadura y caprichosa a ser una mujer con la que se podía tener todo tipo de conversación? Una mujer capaz de hacerlo sonreír y olvidar lo que estaba pasando. Era culta y bien hablada, haciendo contraste con la dama que se encontró horas atrás, provocando que despertara su curiosidad y quisiera conocerla un poco mejor.

—¿Y por qué el modelaje? Con tantos idiomas que hablas, pudiste elegir una carrera mejor —indagó.

—La verdad es que no fue algo que yo elegí. Mi madre fue modelo y profesora de pasarela. En una oportunidad la acompañé a un evento en el que se presentarían unas alumnas y un amigo de ella me vio, notó potencial y me ofreció mi primer contrato, tenía dieciséis —dijo con orgullo—. Mis padres dieron un grito al cielo, pero al ver lo entusiasmada que estaba me dejaron hacerlo con la condición de que no descuidara mis estudios.

—Los imagino, eras muy joven para hacer ese tipo de cosas. Exponerte en una pasarela con poca ropa —se ruborizó al imaginarla modelar lencería. ¿Por qué tenía que tener ese tipo de pensamientos? Era la hermana de su amigo y no era correcto imaginarla de esa manera.

—Ahí está el detalle, no sería ese tipo de modelo, por eso accedieron. No sé si lo has notado, pero no tengo la estatura que tienen las modelos de pasarela.

—Lo noté, pero pensé que eso no importaba.

—Sí importa, bueno ya no tanto como antes, pero hay marcas que siguen muy estrictas con eso —le aclaró—. En fin, el contrato que ofrecieron no era para ser una modelo de pasarela sino de catálogo, y antes de que preguntes, si existe una diferencia. 

—Vaya, gracias por la aclaratoria.

Verónica sonrió y continuó con su relato.

—El punto es que lo que me llamó la atención no fue tanto el modelar, sino representar una nueva marca, una marca en crecimiento. Nunca he anhelado ser una supermodelo con fama y reconocimiento, lo que me gusta es poder ayudar a esas pequeñas empresas, a esos emprendedores que intentan figurar en el mercado. Y bajo esa premisa, mis padres no vieron motivo para negarse.

Mateo la miraba sin siquiera pestañear, lo había dejado sin palabras. Jamás habría imaginado que tras esa fachada superficial se escondiera una mujer con tan nobles sentimientos.

—Me parece admirable lo que haces, no cualquiera pensaría de esa manera.

—Supongo que no —se encogió de hombros.

Permanecieron en silencio durante varios segundos disfrutando de sus respectivos platos, hasta que Mateo formuló una nueva pregunta. Quería saber más de ella.

—¿Has considerado dedicarte a algo más que el modelaje?

—Suenas como mi papá —ella rodó los ojos.

—Disculpa no fue mi intención incomodar con la pregunta.

—¿Siempre eres así? —él le dio una mirada confusa y ella al darse cuenta reformuló su pregunta— Quise decir, ¿siempre eres así de formal?

—¿Qué tiene de malo ser formal? —preguntó ofendido.

—Nada —le dio una amplia sonrisa provocando que el gesto de su acompañante cambiara inmediatamente—, es solo que me parece extraño que te comportes de esa manera, mayormente los hombres que lo hacen son mayores.

—¿Me estás diciendo viejo?

—Noo para nada —se mofó.

—Quizás te rodeas de personas inadecuadas, por no decir maleducadas —le guiñó un ojo mientras se llevaba un bocado a la boca.

—Vaya que tenemos buena autoestima —se rió y Mateo pensó que era la risa más genuina que había escuchado nunca.

—Ya sabes lo que dicen: “hay que quererse y respetarse para poder querer y respetar a los demás”.

Esas últimas palabras causaron impacto en Verónica. Cuánta razón tenía, la valoración que se tiene hacia uno mismo es la misma que se puede tener hacia los demás. Por eso, todo con ella estaba mal y por eso tenía que mantenerse alejada de su familia. ¿Cómo quererlos y respetarlos cuando no se quería ni se respetaba a si misma?

—¿Dije algo malo? —inquirió Mateo al ver que el semblante de su acompañante cambió. La risa de momentos atrás se había esfumado siendo reemplazada por una expresión taciturna.

—No, simplemente tus palabras me hicieron reflexionar.

Volvieron a quedar sumidos en el silencio, siendo esta vez Verónica quien lo interrumpiera.

—Tengo una licenciatura en administración de empresas —el rubio dejó de lado su plato para prestarle total atención, algo en su mirada le decía que necesitaba que así fuera—. A pesar de que nunca la he ejercido de manera formal, solo he ayudado a mi mamá Marcela con la administración de su restaurante, consideré alguna vez hacerlo de manera permanente, es decir, no seré joven y bella para siempre y algo tengo que hacer para ganarme la vida —bromeó.




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