Todo Llega En Forma De Amor

CAPÍTULO 22

«Confiar en tu corazón es lo más arriesgado de todo.»

 

El entrenamiento terminó y mientras Mateo se acercó a su amigo para saludarlo, Verónica aprovechó para ir al baño. Necesitaba echarse un poco de agua en la cara. Estaba acalorada y no precisamente porque era verano y la temperatura estaba un tanto elevada. El permanecer durante mucho tiempo en el regazo de su novio recibiendo millones de caricias y besos la tenía como a una antorcha humana.

Solo llevaban poco más de veinticuatro horas separados y ya quería tomarlo, desnudarlo y hacerle el amor hasta quedar extasiados. Lástima que eso tendría que esperar. Al salir de allí, irían a la casa de los abuelos y, posterior a eso, ella se iría con Daniel. Sabía que su hermano no era ningún mojigato y no la juzgaría por querer pasar la noche con su novio, pero en ese momento lo que anhelaba era compartir con él, más cuando sabía que las horas en su departamento estaban contadas.

Antes de salir a la práctica, los escuchó a él y a su novia discutir. No estaba bien escuchar las conversaciones de los demás, pero cuando escuchó a la Brují Novia insultando a su hermano y a esté respondiéndole en un tono de voz alto y fuerte, algo poco habitual en él, le fue imposible alejarse y terminó pegando su oreja a la puerta para entender porque discutían. Daniel era el tipo más pacífico que conocía en el mundo. Odiaba las discusiones y prefería mil veces dar la razón a la otra persona, así no la tuviera, con tal de evitar una disputa, pero en esta oportunidad estaba dando batalla, exponiendo su punto de vista y exigiendo que se respetara su decisión.

Para su sorpresa, el tema de discusión era ella y, por eso, su hermano estaba tan enojado, porque intentaba defenderla. Berta era amiga de Heidi y no veía con buenos ojos que Mateo dejara a su mejor amiga por su cuñada a la que a duras penas soportaba. Aunado a eso, durante sus vacaciones, la pareja tomó la decisión de vivir juntos y todo su plan iba viento en popa hasta que, Daniel le preguntó cómo iba lo de su viaje a Italia y ella le respondió que aún no tenía respuesta y que estaría en Múnich por tiempo indefinido.

Berta la quería fuera del departamento. Le exigió a Daniel que la echara o de lo contrario no accedería a vivir con él. Veía como una traición hacia su amiga el vivir bajo el mismo techo que ella. Su hermano, obviamente, la defendió y le aclaró a su novia que por nada del mundo echaría a su hermana a la calle, ni por ella ni por nadie.

A pesar de que le alegraba saber que Daniel estaba dispuesto a todo por ella, no se sentía bien con eso. No quería perturbar de ninguna manera su relación y, por ello, pensaba dejar el departamento al día siguiente. Sin embargo, no se la pondría tan fácil a la Brují Novia. Adoraba a su hermano y extrañaba pasar tiempo con él, cosa que pensaba hacer. Ya no estarían bajo el mismo techo, pero eso no impediría que se vieran y compartieran como siempre.

Salió del baño tratando de idear un plan en su mente, debía llamar a su agente y preguntar cómo iba la negociación con la marca Italiana, necesitaba saber cuánto tiempo le quedaba en Múnich para así determinar si le era más conveniente rentar una habitación de hotel o un departamento. Además, quería saber cuánto tiempo le quedaba para disfrutar de su amor. Le dolía dejarlo, pero no había más que hacer, tenía tiempo negociando aquel contrato y si ya estaba concretado no había manera de dar marcha atrás sin que su carrera se viera afectada.

Se dispuso llamar a su agente mientras caminaba por el pasillo que daba hacia las gradas donde se encontraban su hermano y su novio, cuando su teléfono le fue arrebatado de las manos. No hizo falta que la persona que le había hecho aquella infantil jugarreta hablara para saber de quién se trataba, ese tipo de comportamiento era clásico de Iván del Toro.

—¡Dame mi teléfono! —le exigió. 

—¿Pensabas llamarme? ¿Por eso tenías el teléfono en la mano? —le preguntó él en medio de una risa burlona.

—Dame mi teléfono, Iván. No estoy para tus estúpidos juegos.

—¿Segura? Dime que no viniste al baño con la intención de que entrara en él y te follara contra la pared como en los viejos tiempos.

Que él le recordara aquel estúpido juego que tenían cuando estaban juntos, solo significaba una cosa, no se lo quitaría de encima tan fácilmente.

—No. Vine al baño porque tenía que hacer pipí, no porque te estuviera buscando a ti. Te lo dije hace cuatro años y te lo digo ahora, lo nuestro se acabó —le dijo mirándolo a los ojos— ¿Sabes qué? Quédate con el teléfono, saliendo de aquí me puedo comprar otro.

Comenzó a caminar por el pasillo sintiéndose orgullosa de sí misma al ver que, tal y como lo hizo años atrás, se le plantó enfrente y le dijo a la cara que no quería nada con él. Pero la emoción le duró muy poco porque en un arrebato, él la tomó por los hombros y la giró dejándola contra la pared, murmurando a escasos centímetros de su boca:

—¡Y yo te dije que esto no se termina hasta que yo lo diga!

Al ver que ella se tensó bajo su toque, Iván soltó una siniestra carcajada que la hizo estremecer, pensando que aquello no podía pasar otra vez.

—Suéltame, déjame ir —pidió con un hilo de voz.

—Preciosa… —pronunció él con advertencia en su voz.

Verónica puso los ojos en blanco. Odiaba que la llamara de esa manera. Nunca le gustó, ni cuando creía estar enamorada de él. Quizás porque de niña tuvo una vecina que tenía una poddle con ese nombre.




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