El teléfono del departamento de Gianni está sonando una y otra y otra vez. Me despertó cuando lo hizo la primera vez al tercer toque. Pero al parecer, quien quiera que está llamando hasta el último toque, lo ha hecho ya cinco veces. Me levanto y miro el despertador. Son las ocho de la noche. Ruedo los ojos, si no me hubieran despertado seguro que hubiera dormido hasta el día siguiente.
—Diga.
—¡Elena!
—¡Ah! Oliver.
—Tu secretaria me dijo que te habías ido temprano de la oficina. Supongo que tu pelea con Jonathan te dejó exhausta.
—No, en realidad tenía otros asuntos que atender por eso me fui temprano.
—No le hagas caso, sea lo que sea que te haya dicho. Ethan también discutía con él y mucho. Ya sabes… Ethan no era un hombre que se dejara controlar tan fácilmente. Además, es tu firma, tú eliges a quién defiendes.
Oliver, el amigo de mi esposo desde la adolescencia, es alguien realmente sorprendentemente comprensivo. Nunca pensé que podría entablar una amistad con él. Todavía lo recuerdo molesto conmigo por quitarle a su amigo. Cuando coincidíamos en alguna parte, él simplemente me ignoraba tanto como yo a él. Y, aunque ahora sé que parte de su antipatía tenía que ver con Alison, su hermana, sí, la rubia eterna enamorada de Ethan; me pregunto si alguna vez nos hubiéramos dado la oportunidad de conocernos, si Ethan no hubiera muerto.
—No te preocupes, conocí lo suficientemente bien a Ethan para saber que no se dejaría intimidar por Jonathan, ¿no fue por eso en primer lugar que Jonathan lo llevó a su firma?
—Sí, exacto.
—Dime, Oliver, tú conocías a Gianni desde antes de que fueras por primera vez a Italia a buscarme, ¿verdad?
—¡Oh! ¿Qué?
—No me mientas, la conocías… ¿de dónde?
Lo escucho suspirar hondo.
—¿Si te cuento no te enojas con ella?
—No. Cuéntame. Tiemblo de expectación.
—Ethan defendió su caso, ella buscaba divorciarse del cretino de su marido y bueno… Tu marido fue el único abogado que no se dejó sobornar por ese imbécil. Ganó el caso y le sacó un montón de dinero.
—¿Eso sucedió hace cuánto tiempo?
—Oye, oye… si crees que ella es como la zorra de tu examiga, te equivocas. No tuvo nada sentimental o sexual con él. ¡Te lo juro!
—No es que lo piense, solo quiero saber desde cuándo lo conoce. ¿Sabes cómo la conocí?
—No, solamente sé que te encontré con ella y creí que Ethan y Gianni nunca habían dejado de llamarse. Ella era una mujer extraña. O es, no lo sé. Pero cuando me dijo que fingiera no conocerla, porque ibas a pensar que ella estaba del lado de tu marido y tú necesitabas ayuda, y estabilidad, además de que lo hacía, refiriéndose a cuidarte, en agradecimiento a lo que él hizo por ella. Me lo guardé.
—Y yo creí que era porque le simpatizaba —dije con amargura. Pensé que ella era mi amiga. Una auténtica.
—No creo que no le simpatices o que no te aprecie. No, tampoco es que haya algo de malo en que una persona te conozca y te tienda la mano solo porque conoce a tu peor enemigo. Ella te aprecia. Ya sabes… es de esas personas que no confía en nadie y de alguna manera retorcida se identificó contigo. Su esposo iba a matarla si Ethan perdía el caso y no conseguía que él se alejara. Es por eso que Gianni siente que le debe su vida a Ethan.
—Sí, como digas.
—Oye no hubo nada entre ellos. ¡Te lo juro! Nada ganaría con mentirte. Si ella hubiera sido sincera contigo, ¿hubieras confiado en ella?
—No, no lo hubiera hecho.
—Supe que te salvo del suicidio un par de veces.
—Sí, ¿y qué? ¿debo estar agradecida con Gianni? Porque la verdad es que ella solo lo hizo por Ethan.
—No, lo hizo por ti. Y si lo hubiera hecho por Ethan, ¿qué? ¿Habría valido la pena morir?
—No, supongo que no. ¿Pero no me has dicho desde cuando Ethan la conoció?
—¿Recuerdas que teníamos una pequeña oficina en frente de una cafetería?
—Sí, antes de que nos casáramos y que Jonathan lo contratara.
—Exacto, de hecho, Ethan le ganó a su ejército de abogados que defendían al esposo de Gianni. Quedó tan asombrado que me lo robó.
—Oliver, a veces pienso que veías a mi esposo como un juguete, o, ¿acaso estabas enamorado de él?
—Nada de eso… yo me quedaba atrás con nuestros sueños de formar nuestra propia firma.
—Pero, él volvió por ti.
—Claro, cuando le gané un caso.
—Acéptalo, se dejó ganar.
—Porque sabía que la mujer que defendía no merecía ser la madre de esos niños. Su padre era un buen hombre. Mejor dicho, mi cliente.
—Sí, me dijo.
—¿Por qué me has preguntado esto? ¿Cómo lo has descubierto?
—Me engañó, ha metido a un tipo a la fundación que dice que la defendió en su caso de divorcio. Revisé la documentación y… lo descubrí… —le miento, no tengo su documentación. Pero lo he supuesto.
—Seguro era uno de los que se dejó sobornar o de los que intentó pagar con sexo.
—No lo sé. ¿Intentó pagarle a Ethan con sexo?
—Algo así, pero Ethan no acepto, según él porque su novia era la mujer que amaba y respetaba. Y bla, bla, bla…
—Sí, claro.
—Él no siempre te engañó. Lo sabes. Así que quédate con eso. Por cierto, estoy afuera de tu departamento. Por si pensaste que te escaparías de nuestra cita.
—¡Oh! Lo olvidé. Bajo enseguida.
—Claro, claro… mala amiga.
Busco en mi armario algo decente que vestir, la ropa que tenía del día está arrugada luego de dormir toda la tarde. Al pasar y ver la fotografía de Gianni, me doy cuenta de que no estaba errada. Ethan es Evan.
—Y yo gastando cuatro mil dólares.
Nota: Agradezco a Janis MarCar, por ayudarme con la revisión del capítulo.
#3449 en Novela romántica
#192 en Joven Adulto
amor obsesion deseo, romance crimen historia vidas pasadas, enfermedad anorexia
Editado: 28.02.2022