Llevaba en brazos una gran pila de cajas; que eran las que se seleccionaron para botar; papá portaba una pila el doble de grande que la mía mientras bajábamos las escaleras y reíamos de alguna broma que papá había hecho.
Unas risas provenientes de la sala me hicieron detener de golpe, dejando de bajar las escaleras, me eran particularmente conocidas, una reconocía que era de mamá, pero la otra; que me atemorizaba; no estaba segura de querer saber quien era su dueña. Pasamos por el largo pasillo que se dirigía a la puerta, salimos y en el contenedor de basura de afuera de la casa dejamos las cajas. Volvimos a entrar y yo, ni bien mi padre había terminado de cerrar la puerta, corrí escaleras arriba a encerrarme en mi habitación y escapar del mundo. Quería saber el contenido de «La caja misteriosa», la curiosidad me carcomía por dentro, sentía que si no la abría iba a morir y además no estaba segura de querer saber quién era la persona con la que mamá reía tan a gusto.
Cerré tras de mi la puerta de mi habitación y le puse el pestillo. Miré cada detalle y espacio de mi pequeño cuarto como si fuera la primera vez que estaba ahí, me detuve un rato a ver las pegatinas de notas musicales en el techo, las cuales brillaban en la oscuridad, las tenía incluso antes de que tenga memoria y me encantaban, a pesar no sabía su procedencia, ni quien me las habia dado, aunque lo más probable era que haya sido mi papá. Solté un suspiro y seguí recorriendo con la mirada el lugar, me detuve en la caja sobre la cama. Estaba impaciente y con la curiosidad desbordando por saber qué había ahí dentro, pero... ¿Estaba lista para conocer su contenido?. Podría encontrar cualquier cosa ahí dentro, podría quedar destruída y confundida, o feliz, podría resolver un misterio o hundirme más en él. Me puse a caminar nerviosa en círculos a lo largo del espacio de la recámara, mis manos temblaban inquietas y anhelantes al mismo tiempo, necesitaba relajarme antes de hacer cualquier cosa. El relajo de emociones que llevaba por dentro no me serían de mucha ayuda en esta situación e incluso me podrían llevar a malinterpretar lo que vea.
Me acerqué a mi escritorio, me senté frente a él, tomé mi mp3 mientras me colocaba mis audífonos, lo encendí y puse a reproducir la lista títulada: «Calma», esta empezo con mi favorita, Canon de Johan Pachelbel, me calmo un poco pero no lo suficiente y solo me quedo esperar a que las próximas sinfonías terminen de relajarme. Mientras tanto en mi cuaderno me puse a componer mi propia sinfonía, poniendo mis actuales sentimientos en ella, sería interesante ver como quedaría la curiosidad y los nervios atrapados rítmicamente en aquella serie de notas. Me perdí entre la música que escuchaba y la que creaba, me teletransporte de a poco a otro mundo, mi anhelación e inquietud ya solo eran una sinfonía que sonaba como una canción levemente de fondo mientras paseaba en un valle de notas músicales, montañas de claves de sol, árboles de blancas y negras invertidas, puentes de corcheas e incluso animales de todas las clases de notas musicales habidas y por haber, ese era mi mundo, mi universo, lo que sentía... Esa era yo.
Cuando al fin sentí que la suficiente paz, como para ver lo que había en la caja y no enloquecer, me había rodeado y llenado, me levante de mi escritorio, sin quitarme los audífonos mientras se reproducía What a wonderfull world de Louis Armstrong y me empece a acercar a la caja, que se ubicaba sobre mi cama, dando vueltas al son de la canción. Me encantaba Louis Armstrong, su voz y sus canciones, que demuestran su gran corazón, me enamoraron al instante, tenía una forma de ver al mundo distinta, como solo unas personas, él veía solo lo bueno y sabía como ser feliz y en su música transmitía, solo para los que eran lo suficientemente inteligentes para interpretarla, sus conocimientos para ser tan feliz como él o incluso más. Me senté al borde de la cama y miré la caja un rato. El verla solo ocasionaba que de a poco mis nervios crezcan nuevamente, suspiré, reuniendo valor y, refugiándome en la música como siempre hacía, finalmente me decidí a abrirla. Acerque mis manos temblorosas a la caja lentamente, la tome y la puse sobre mi regazo. ¿Alguna vez han sentido tantas ganas de ver el contenido de algo pero al mismo tiempo miedo y eso les ocasiona que, por más que se calmen, esos sentimientos vuelven a surgir cada vez que ven eso que les pone en ese tan extraño estado emocional? Pues así estaba yo, ni siquiera sabía qué nombre ponerle a mi estado emocional actual.
-¡Débora!- llamo mi mamá redirigiendo toda mi atención de la caja a su voz- ¡Baja a saludar en este instante!
-¡Esperame un momento, mamá! ¡Ya mismo bajo!- le respondí mirando nuevamente a la caja.
-¡He dicho en este instante!- contesto molesta con mi respuesta- ¡No me hagas ir para allá! ¡Baja ahora!
-¡Vale, mamá!- grite asustada.