Despúes de la pequeña disputa con mi hermana acerca de si se encontraba bien, en la cual quedé en no bajar la guardia con ella, decidí ponerme a investigar de los "cambios" que ví en ella, tome mi móvil y los busque por google pero no abrí ninguna pestaña, solo deje la página de sugerencia, bloquee el móvil y lo volví a guardar en mi bolsillo. Mi madre y mi hermana al fin parecían haberse quedado sin temas de conversación y ahora eran mis padres los que hablaban únicamente. Al rato mamá golpeo ligeramente sus muslos con las palmas de sus manos para dar por finalizada la charla con papá y llamar la atención de los demás.
- ¡Bueno, es increíble que nuestra querida Juliette nos haya venido a visitar!- La miró- Haces mucha falta aquí, las cosas por aquí son muy monótonas y aburridas sin ti.
«Sí, claro» pensé irónicamente «La vida sin ella es aburrida. No es como si me me ignoraran todo el tiempo cuando ella está y cuando no, me tratasen mal»
-¿Por qué no vamos a comer pizza y helados por ahí para celebrar tu visita?- prosiguio mamá- Y al volver jugamos algún juego de mesa.
-¡Es una maravillosa idea!-exclamo mi hermana- Y podríamos jugar pokér.
Hice una mueca al escuchar su sugerencia, yo odiaba el pokér y ella lo sabía. Solo lo sugirió para molestarme porque ella ni siquiera sabe cómo jugarlo, pero opté por ignorarla para evitarme problemas, despúes de todo era la consentida invitada de mamá y se hacía lo que ella quisiera. Luego me las arreglaría para evitar jugarlo, no creo que sea muy difícil, me tildarán de una amargada que podría arruinar la noche de juego y me terminarán diciendo que me vaya a otro lugar pero que no las moleste. Me levanté permitiendo que mi padre se ponga de pie también y fuí a mi cuarto por una pequeña mochila, donde guarde un cuaderno chiquito y un lápiz, era mi cuaderno de composiciones, nunca sabía en que momento me iba a inspirar para escribir alguna sinfonía o canción y por ello siempre lo llevaba a todos lados para no dejar a ninguna idea escaparse. Bajé rápidamente y cuando llegue a la sala principal todos me estaban esperando, las dos mujeres con cara de poco amigas y el único hombre con una sonrisa.
-¡Qué bueno que te decidiste bajar!- me recibio papá aún sonriendo.
-Pero... Si no me demore casi nada.
-Lo sé- hizo una mueca- Pero tu hermana y tu madre están tan emocionadas que estaban insistiendo en dejarte aquí... Por lo visto tienen prisa por comer y divertirse.
Me quede en silencio, sabía perfectamente que esa no era la razón, no es que hayan tenido prisa, solo querían olvidarse de mi existencia. Las miré incrédula y Juliette me mando una mirada de desagrado mientras que mamá me evitaba. Enseguida reemplace mi incredulidad por enfado y las fulmine con la mirada con una intensidad que fue rápidamente correspondida por Juliette. Siempre pensé que los hombres realmente eran ciegos al momento de estudiar los gestos y las señales que mandaban las mujeres por más directas, claras y obvias que sean, ellos nunca las notaban o sino las malinterpretaban , de hecho mientras más obvias y directas eran, más les costaba entenderla o verlas y eso lo confirme cuando papá nos rodeo los hombros a mi hermana y a mí mientras nos llevaba afuera y exclamaba emocionado con una gran sonrisa:
-¡Me alegro que te lo hayas tomado tan bien, Débora!... ¡Por un instante me preocupe y pense que habría una gran discusión por ello! ¡Qué bueno que no fue así y ustedes se llevan de maravilla!
Ambas lo miramos incrédulas. ¿Realmente él había dicho eso? Y aún peor, ¿En serio se lo creía?, ¿Cómo era eso posible si, si las miradas mataran no quedaría ni polvo de las dos y lo que nos rodea estaría en llamas? Papá estaba realmente ciego como para no verlo, o tal vez era el deseo de todo padre de que sus hijas se lleven bien y tenga una familia feliz y amorosa lo que no le dejaba ver la realidad. Juliette aparto por un instante de papá su mirada de completa incredulidad y la posó en mí, como si con ella me preguntase si yo también estaba tan escéptica como lo estaba ella. Me encogí de hombros y negue ligeramente con la cabeza devolviéndole una mirada de esceptisismo total y lo que le siguio a ello se sintió tan bien, por un instante July y yo estallamos en carcajadas y volvimos a ser las hermanas que se llevaban bien que habiamos sido alguna vez en nuestras vidas. Papá nos miro confundido, no entendiendo la razón de nuestras estruendosas risas y la única respuesta que consiguio fue una corta y vagamente provista de información que le proporciono Juliette:
-¿Qué? A veces puedo hecharme unas carcajadas sin motivo alguno con mi hermanita. No es nada de otro mundo.