Toma mi alma

XXVI

—Pero ¿Por qué esta mal? ¿Por qué no podemos seguirnos viendo? —pregunte luego de entender todo… o al menos, una gran parte.
Ella volvió su mirada hacia mí.
—Cuando el alma es libre, y no tiene cuerpo que la contenga, sus sentimientos son muy fáciles de percibir porque no tiene materia humana que los contenga, por eso puedes percibir lo que él siente.
—Pero ¿eso porque es mal?
—Se que él se siente solo y con dolor, incluso yo que he desarrollado el don de percibir estas cosas logro notar el aura oscura y triste que lo rodea. Tu alma por el contrario es muy susceptible. Su dolor podría prenderse a ti y dañar tus emociones.
Aquello no podría ser cierto. Él no podría dañar mi alma, no después de cómo me trataba. Me negaba a creerlo.
—Él nunca me haría daño —dije negando con la cabeza.
—Sufrirás si no te alejas ya mismo. No vuelvas con él, aléjate del parque tanto como puedas y nunca más regreses a ese sitio.
Era suficiente. No me quedaría ni un segundo más escuchando lo que me decía.
—Le agradezco su información pero no creo que eso vaya a pasar.
—Jovencita —dijo cuando ya estaba a punto  de salir— toma mi advertencia.
Cerré la puerta y baje las escaleras para irme lo antes posible de aquel lugar.
Al salir de su casa sentía un enorme peso encima. Las palabras de esa mujer habían causado en mí una gran perturbación. ¿Tendría ella razón? No, no podía ser verdad.
Decidí volver a mi casa antes de que mis padres se preguntaran por mí. Al menos esta visita había tenido algo a favor. Al fin tenía una pista.




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