Febrero de 1963.
Al salir del colegio luego de un largo día de estudio, Maribel contemplo todo a su alrededor… las chicas retocaban su maquillaje para ir al cine y los chicos jugaban con la pelota mientras molestaban y piropeaban a las chicas. Nada le parecía tan interesante como para juntarse con ellos, no se caracterizaba tan expresiva y sentía que no encajaba en el ambiente de ellos… por un momento alzo su vista y contemplo el hermoso atardecer, sonrió al verlo por las tonalidades de colores magníficos que pintaban el cielo como una escultura de arte, un rato después emprendió el camino hacia su hogar.
A mitad del camino, observo un camión de mudanzas con muchas pertenencias dentro de el, al parecer estaban siendo descargadas en una casa color blanca con bordes negros que había permanecido durante muchos años completamente sola, se sorprendió al ver que algunas personas la habitarían y claramente una nueva familia se radicaría en el pueblo. Maribel curiosamente se acercó y se encontró con una señora la cual estaba intentando entrar unas cajas con gran esfuerzo al interior de la casa, ella de inmediato con amabilidad le dijo.
—Hola señora, ¿cómo está?. Bienvenida.
—Oh! valla, muchas gracias jovencita. —Contesto la mujer de contextura delgada de una edad que pasaba los 40 años.
—Mucho gusto, mi nombre es Maribel, vivo cerca de aquí.
—El gusto es mío, soy Marlene.
—¿Me permite ayudarla?.
—No te incomoda…
—no, claro que no… para nada.
De esa manera Maribel ayudó a la mujer a entrar dos cajas al interior de la casa, luego se dirigió a la parte trasera del camino y cuando levantó su mirada sus ojos se encontraron con el. La Sra. Marlene se acercó a ella y le presento a su hijo Ricardo.
—Hijo te presento a una nueva amiga que encontré, se llama Maribel.
Ricardo bajo del camión y le sonrió, extendió su mano… Maribel de inmediato reaccionó y la tomó en son de presentación.
—Mucho gusto soy Ricardo.
Sus ojos eran verdes como las montañas, de piel blanca, delgado y con una estatura que superaba en metro ochenta… llevaba puesta una franela color gris claro completamente llena de sudor dejando ver sus tonificados brazos, una bobina puesta en su cabeza para cubrir su frente de sol y con una fascinante sonrisa muy encantadora.
—Ya tu madre te dijo mi nombre, soy Maribel.
Ambos soltaron sus manos, pero sus miradas estaban juntas.
—Hijo, la señorita Maribel me ofreció su ayuda así que yo acepté.
—Mamá, por favor no hay necesidad. —Respondió Ricardo algo apenado con la joven.
—Tranquilo no hay problema, yo puedo ayudar, enserio... —Insistió Maribel una vez más.
—Esta bien. Mientras, iré a la cocina y prepararé una limonada.
—Gracias mamá.
Marlene se dirigió al interior de la casa, Ricardo se quedó junto a Maribel y este algo apenado le dijo.
—Disculpa, ¿realmente no será una molestia?.
—Para nada.
—Esta bien, entonces… empecemos.
—Estoy de acuerdo.
Maribel observó por un momento las pertenencias de la familia, claramente se notaban que eran demasiado costosas por su brillo y color, como pinturas, mesas hechas en madera fina, tapetes, esculturas, cuadros, fruteros y entre varias cosas más, que ella jamás en su vida había visto o tocado. Ricardo nuevamente subió al camión, tomó una de las tantas cajas y se la pasó a Maribel… ella sin problema las ingresó a la casa. A la tercera, la tomó… pero cuando se dirigía hacia la casa se tropezó con una piedra y se cayó al suelo dándose un fuerte golpe en las rodillas, dentro de la caja se encontraban algunas fotografías a blanco y negro, libros de negocios y un jarrón de vidrio que se partió en mil pedazos, las fotografías se salieron de la caja y el viento se las empezó a llevar como hojas en el otoño. Ricardo de inmediato corrió hacia ella y la tomó de sus manos, Maribel alzó su mirada y sus ojos pudieron contemplarlo por unos segundos más.
—¿Te lastimaste?. —Pregunto el con preocupación.
Maribel estaba que lloraba del dolor a causa de las heridas en sus rodillas pero trató de ser fuerte.
—Un poco. —Respondió.
—Iré adentro, tal vez encuentre algo con lo que te pueda curar.
—Tranquilo, no te molestes… estoy bien.
Ambos se quedaron viendo fijamente a los ojos, Maribel bajo la mirada y dijo.
—Lo siento, soy una torpe, mira todo el desastre que hice.
—No te disculpes y por favor no te trates así.
—Enserio, soy una tonta.
—No lo eres, eres hermosa.
A Maribel le brillaron los ojos y se sonrojo, sonrió y bajo la mirada nuevamente, luego de un momento dijo sin mirarlo al rostro.
—Será mejor que recoja todo el desorden que provoque.
Ambos empezaron a recoger los libros y fotografías que estaban regados en el piso, Maribel al tomar una de las fotografías observó en ella una familia. Se trataba de la Sra. Marlene junto a su esposo, Ricardo y un muchacho más, ella de inmediato pregunto sin querer.
—Tienes una bonita familia. ¿Acaso son tu padre y tu hermano?.
—Tenia. —Admitió el.
—Y si, el era mi padre y el que esta junto a mi es mi hermano menor.
—¿Era?... oh! Lo siento, como se me ocurre preguntar eso.
—No te preocupes, en algún momento tengo que hablar de eso.
—¿Quieres hablar?. —Pregunto Maribel con solidaridad.
Ricardo asintió con la cabeza y empezó a relatar el profundo dolor que ocultaba en el pecho.
—Era mi padre, lo asesinaron hace unas semanas… aún desconocemos el por qué y aunque conozca ese por que no lo podré superar. Mi padre era un hombre trabajador, responsable y si, muy ambicioso… su ambición y la envidia de otros lo mato, eso es lo dicen las personas sobre el. Mi hermano, se desmoronó tanto que hasta el día de hoy vive con un solo pensamiento en su mente, solo piensa en cobrar venganza por quitarle a su héroe, a su padre… y si por mi fuera seguiría el paso… pero como vez mi madre esta aquí, esta viva y esta conmigo, debo seguir con mi vida por ella y cuidarla, esta hecha trizas después de lo acontecido. Aunque no me puedo alejar del todo, debo continuar con los negocios de mi padre y seguir su legado, una gran empresa, haciendas, tierras, café y ganado… es lo que debo hacer.
—Lo siento mucho sinceramente…
En ese instante la Sra. Marlene salió de la casa y con gran alegría invitó a Maribel y a su hijo a beber un vaso de limonada… la conversación fue interrumpida para no recordar un mal momento a la señora, aquel día no se habló más sobre el tema. Luego de ingresar todas las pertenencias a la casa, madre e hijo agradecieron a Maribel por su ayuda. Ella se despidió de ellos prometiendo una vez más visitarlos en casa, la noche empezaba a cubrir el atardecer y ella se apresuró rápidamente para llegar a casa.
…
Al ingresar, la Sra. Adelaida estaba leyendo un sobre, Maribel no prestó tanta atención y la Sra. De inmediato lo escondió para que ella no le preguntara nada acerca del papel que le había dado una indeseable noticia… No demostró ningún tipo de preocupación.
—¿Cómo estas tía?.
—Muy bien hija, me tenías preocupada, ¿dónde estabas?.
—Lo siento, estaba ayudando a los nuevos vecinos de la casa fantasma.
—¿Enserio?... y quien vive ahora, por que hasta donde se, nunca nadie a vivido ahí.
—Una Sra. Muy amable Y su hijo. Se llama Marlene y Ricardo.
—Oh, pobres personas.
—¿Por qué lo dices tía?. —Pregunto Maribel con curiosidad.
—Asesinaron al padre de sus hijos hace pocas semanas, dicen que tenía negocios turbios, yo logré conocerlo… era un hombre imponente, ambicioso y poderoso… lleno de mucho dinero y dueño y señor de una región completa, lleno también de muchos enemigos que quizás quisieron acabar con su vida, puede ser imposible saber quien lo asesinó sabiendo de todos los enemigos que tendría. Lo único que me preocupa es el peso de tanto que le caerá a sus dos hijos y más aún al hermano mayor. ¿Cómo dijiste que se llamaba?.
—Ricardo.
—A el, caerá sobre sus hombros un peso enorme y no solo eso ya tu te imaginas que…
—¿Enemigos?.
—Si.
Maribel quedo pensativa ante lo dicho por su tía o madre adoptiva Adelaida, que luego de la muerte de su madre Clara, se puso a su cargo.
—Ven hija, vamos a cenar y hablaremos de eso luego. No quiero asustarte a esta hora.
…
Luego de la cena, Maribel entró a su habitación y se recostó sobre su cama. Sonrió, estaba agotada pero feliz, había conocido a Ricardo… aquel hombre sonriente, de ojos verdes y una sonrisa encantadora, de cabello liso y corto, de piel blanca y un pequeño lunar que adornaba su frente encima de la ceja derecha, su barba adornada sus labios rojos profundos, con un aroma a frescura y paz. Recordó cada detalle de lo sucedido y abrazando su almohada, cerró sus ojos y se quedó dormida con una sonrisa echa en sus labios.