Para entonces, ya Sam se encontraba sobre su litera. Con la espalda pegada contra la pared y las piernas cruzadas la una sobre la otra, abriendo a toda prisa la caja que tenía frente a ella. Sus ojos no tardaron en brillar, una vez más y las pupilas se le dilataron de emoción al descubrir todos aquellos tesoros contenidos en ésta.
Lo primero que notó fue un frasco grande y gordo de vidrio, con tapa roja, que sobresalía del resto. Venía repleto de barritas rojas y negras del delicioso y tan ansiado caramelo; además de muchas revistas de moda y de chismes que, simplemente, ojeó de forma apresurada, pues le urgía sumergirse de lleno en el resto del contenido que traía la caja. Entonces, comenzó a agitar las manos de forma corta y descontrolada frente a su rostro, observando alucinada lo que tenía años de no ver…de no experimentar. Adentro, venía toda una línea de cosméticos: Cremas, lociones y maquillaje, que si bien sabía era prohibido para ella utilizar cualquier artículo de estos allí, la emocionaba en gran manera el poder mirar o tan sólo olfatear, de sus envases, las delicias de sus delicadas fragancias. Y aunque iba, por completo, en contra del reglamento, Sam no pudo resistirse y frotó una minúscula gota de loción sobre sus muñecas, esparciéndola sobre su piel y uniendo luego la nariz sobre su aroma mientras se deleitaba en ello.
En verdad que Travis ha de haber pensado, ella tendría tan sólo unos dieciocho años; ya que fijándose en las etiquetas, Sam se dio cuenta de que era la línea para adolescentes; pero no le importó, ella estaba encantada con todos los obsequios recibidos.
Sin percatarse, se vio rodeada por otras dos chicas, las cuales trabajaban en el turno contrario al de ella y que al igual que Sam, tenían meses o incluso años, de no ver algo como aquello. De inmediato la sitiaron y sin pedir permiso se introdujeron junto a ella en su litera. Una era piloto de vuelo y la otra operadora de radio; pero siendo las únicas tres féminas en aquel desterrado lugar, cargado mayormente por testosterona, todo se confabuló para que entre ellas se formase una evidente camaradería de género. Por lo que se reunían cada vez que el sueño y el cansancio que separaba sus turnos así se los permitiese; compartiendo sus experiencias o en este caso, las revistas de moda y chismes que ahora sostenía cada una entre sus manos. Leyendo todas, con profundo detenimiento, lo que ocurría en el mundo actual.
—¡Oye, Kendall! —Irrumpió Torres, como siempre y sin pedir permiso, en el dormitorio de las damas. Entró de forma repentina junto a Cooper, hablando a todo volumen e interrumpiendo de manera abrupta la lectura de todas ellas—. Vaya, vaya; pero, ¿qué tenemos aquí? —Disparó en contra de sus compañeras, con el acostumbrado acoso depositado siempre sobre ellas—. ¿Qué están leyendo, niñas? —Y permitiéndose él mismo husmear dentro de la caja, miró a Sam con un guiño prendido de sus gestos mientras le enviaba un descarado beso a través del aire—. ¿Qué es esto? —le dijo.
—Son revistas —respondió ella sin prestar mayor atención a sus atrevimientos—, ¿quieres alguna?
—Naaa, yo paso —Se dejó decir en seguida, menospreciando así su ofrecimiento y cayendo boca arriba a través de la litera, quedó en medio de ellas.
Pero a ninguna pareció incomodarle, pues continuaron con su lectura como si él no estuviese allí.
—Oye —pronunció éste, entonces, en dirección a Sam e incorporando medio cuerpo hacia ella, se adueñó de nuevo de la caja y la volcó hacia sus intereses—. No habrá por aquí algo un poco más…ya sabes —le dijo insinuando sus pretensiones con el modo de su voz—, algo un poco más adecuado para hombres como nosotros —Y desviando la mirada hasta Cooper, ambos sonrieron en complicidad y en espera de una respuesta.
Sam tomó la caja de nuevo bajo su poder y se sumergió en ella.
—No lo sé, déjame ver —le dijo comenzando a revolver todo su interior, mostrando un amplio interés por complacer las peticiones…y las “necesidades” de su compañero. Revolvió por unos cuantos segundos más y cuando por fin enderezó la postura, traía una pequeña hoja sostenida entre los dedos—. No…lo siento, Torres —procedió a informarle con singular tristeza—; pero aquí dice que el próximo número de la revista de Barney y sus amigos no saldrá, sino hasta el próximo mes —Todos se desternillaron allí mismo de la risa—. Perdóname —continuó ella desbordada por sus burlas—, pero tendrás que esperar para zambullirte en sus aventuras hasta la próxima entrega —Y doblando el cuerpo hacia adelante, se sostuvo el vientre mientras reía a carcajadas junto al resto de sus compañeros.
—Ja, ja. Muy graciosa, Kendall —Desperdigó Torres, batiendo brazos y piernas hasta elevarse, alejándose de ella.
—No, espere. Aún no pase la página, Doc —Se manifestó Cooper en medio de las burlas de todos. Aún tenía el rostro colorado debido al sofoco de su risa y se encontraba casi que encima de Sam, sentado a su lado y leyendo sobre su hombro.
—Oye, ¿acaso no has escuchado hablar del espacio personal? ¡Quítate! —Le increpó ella—. Toma tu propia revista —Y expulsándolo de su lado lo envió, con revista en mano, a sentarse en la silla que estaba junto a la litera—. Me van a romper la cama, como si ambos no fuesen de la categoría de los pesos pesados —les dijo, refiriéndose a la fornida estructura que poseían ambos.
Las chicas sentadas al pie de la litera comenzaron a reír una vez más.
—Ya quisieras tú que yo te rompa la cama —Se vengó Torres con sus palabras por las burlas de ella—. Te aseguro que jamás lo olvidarías —Y comenzando a mover sus pectorales delante de ellas, vio las burlas asomarse una vez más del rostro de Sam—. Búrlate, Kendall, no me interesa. La próxima vez que te descubra fisgoneando mis rutinas de ejercicio, de igual forma, no te privaré de ellas.
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Editado: 24.05.2022