Torbellino: El Vuelo de la Mariposa (volumen 3)

Capítulo 15

—¿Lista, muñeca? —Preguntó Jacobs asomándose por la puerta.

—Lista —respondió ella y con todo su equipo a cuestas, tomó por último su casco y se apresuró a salir, dejando a las otras chicas detrás.

—Suerte —Fue lo único que se escuchó en cuanto ambos iban cruzando, a toda prisa, por el umbral.

—¡¿Qué tenemos?! —Preguntó Sam, por todo lo alto, terminando de ajustarse los guantes.

—¡Explosión de mina y amputación de miembros! ¡Estados de pacientes delicados! —Informó Torres a todo su equipo antes de que abordasen el helicóptero.

—¡¿Son de los nuestros o son aliados?! —Preguntó Cooper.

—¡De los nuestros! —Respondió Torres—. ¡Muy bien, ya todos sabemos lo que debemos hacer, así que andando! —Les dijo palmeando los guantes frente a ellos y siendo éste el primero en abordar la nave, comenzó a preparar todo el equipo médico bajo el ruido ensordecedor de las hélices.

Las miradas de Sam y de Jacobs se cruzaron por tan sólo un instante sin decir nada. Siempre lo hacían antes de abordar. Era como un ritual que les aseguraba el que todo iba a estar bien antes de salir a enfrentarse con la muerte. Era como una especie de: “Muy bien, hagámoslo y luego nos reunimos en la tarde para tomar el té”, eso era todo. Se colocaron sus lentes y abordaron casi que al mismo tiempo; entonces, el helicóptero alzó el vuelo. 

—Solicito actualización de emergencia —requirió Sam por el intercomunicador. Anticipándose así a preparar todo el equipo médico requerido y el cual necesitarían para atender y evacuar a los heridos con la mayor efectividad posible. Algo que era su prioridad.

Se les informó a todos del riesgo de la zona a la que incursionarían en unos pocos minutos, como siempre solía suceder en tales situaciones; así que los artilleros se mostraron más listos que nunca. Jacobs y Cooper se prepararon para cubrir ambos flancos en el aire ante cualquier eventualidad. El adelanto de las tropas terrestres, asegurando la zona, antes de que ellos descendieran era de suma importancia para garantizar el éxito de la misión. No se podía permitir que nadie más se acercase al punto de descenso, tampoco que interviniesen a la hora de hacer las entregas. Todo el perímetro tenía que estar limpio, evitando así cualquier posible ataque a los equipos de evacuación; incluida alguna misión suicida que buscase mezclarse entre los heridos, haciendo de este modo estallar una bomba sobre ellos. Tenían sesenta segundos desde el momento del descenso para determinar, descartar, recibir y elevarse de nuevo por los aires con los pacientes ya a bordo. De otro modo, los riesgos comenzarían a incrementarse de forma exponencial.

A menos de veinte minutos de haber salido de la base, ambos helicópteros se encontraban ya sobrevolando la zona del objetivo.

—Salida por la derecha —anunciaron los pilotos a los médicos por medio de sus intercomunicadores.

El lugar del descenso era árido, abierto y llano; ideal para llevar a cabo un ataque en contra de los rescatistas. El sol ya corría hacia lo alto, camino hacia el occidente y sus fulminantes rayos rebotaban en contra de los lentes oscuros que protegían los rostros de los soldados. Un aire caliente que, como salido del mismo Hades, circulaba a través de sus cuerpos empapando su uniforme, haciéndoles mucho más difícil la tarea de poder respirar.

—Aterrizaje en cinco…cuatro —comenzó a transmitirse, de un pronto a otro, en los oídos de todos y cada uno de ellos, preparándolos de inmediato para el descenso—…tres…dos…uno…J-1 en tierra. Salida por la puerta derecha.

La puerta se abrió frente a los médicos y éstos salieron de una hasta caer en tierra. Sus cabezas abajo, sus cuerpos encorvados; doblados por la feroz fuerza de las hélices y por la influencia que éstas ejercían al rotar sobre sus cabezas. El ruido era ensordecedor y la nube de polvo que se elevaba de su furia, levantaba escombros del desierto delante de ellos dificultando su visión.

Todo el equipo cargado sobre sus cuerpos, además del casco, no dejaba develar al hombre de la mujer. Y a lo lejos, lo que al principio fue una nube de polvo, se transformaba en una inmensa muralla que se levantaba frente a ellos ocultando, por completo, una dimensión de la cual miraban emerger siluetas. Figuras parecidas a sombras fantasmales y las cuales fluctuaban frente a sus ojos, debido a las ondas producidas por el infernal calor.

Ambos levantaron sus armas de inmediato.

—¡Médico! ¡Médico! —Comenzó a gritar Torres, seguido por Sam; hasta que se elevaron al máximo los niveles de su voz, sin dejar de apuntar con sus armas. No sabían con exactitud quienes eran los que venían a su encuentro. Éstos bien podrían ser parte de una emboscada y por eso buscaban con sus gritos que el médico del equipo terrestre se identificase con ellos.

Una entre todas aquellas siluetas se apartó del grupo y atendiendo al llamado de sus colegas, se identificó ante ellos con igual vigor. Torres y Sam bajaron sus armas, allí mismo; entonces pudieron ver las camillas siendo transportadas por más soldados.

—¡Explosión de mina! —Inició el médico terrestre con su informe—. ¡Hubo amputación de pierna izquierda! ¡Se hizo torniquete…Pérdida masiva de sangre…Necesita de transfusión inmediata! —Continuaba gritando éste, para que lo pudiesen escuchar, mientras todos caminaban de vuelta hacia el helicóptero.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.