Para cuando David está de regreso, viene acompañado de una sonrisa que se le cruza de lado a lado y la cual anuncia que los permisos sobre su hija fueron otorgados por el padre mayor, o sea, el abuelo.
—¿No te importa si te quedas al cuidado de Ben por unos minutos? —Pregunta Sam y poniendo al niño entre sus brazos, lo deja bajo su custodia—. Iré a dejar a Lorie a su departamento.
—Pero, ¿cómo? —Pronuncia David. Su mirada se dirige hacia Lorie embargada de tristeza—. ¿Tan pronto y ya te vas? Pensé que te quedarías con nosotros en casa esta noche. No va a ser tan malo, lo pasaremos bien.
—Lo siento, cariño, pero no puedo. Debo irme.
—Es una pena —David se inclina y recibe un beso sobre la mejilla por parte de Lorie y otorgando sobre ella su propio beso, se despide por medio de un cariñoso abrazo—. En otra ocasión será.
—Así es —responde Lorie. Se asegura de acariciar el cabello del pequeñito, pone un beso maternal sobre su frente y sale de allí por medio de pasos firmes y apresurados.
—¿Me das las llaves de la camioneta, por favor? No me tardo —pronuncia Sam. Su tono es ligero y tranquilo; mas un tanto sombrío, según los pareceres de David.
—¿Está todo bien? —Pregunta éste, mientras deposita las llaves sobre su mano.
—Si, no te preocupes —responde ella. Se apresura y acaricia los labios de David a través de un beso tibio al tiempo que sonríe frente a él—. Eres mi bebé ardiente y hermoso, ¿no es así?...Si, sí lo eres —pronuncia Sam sin dejar de acariciar sus cabellos por detrás. La amplia sonrisa que se ha dibujado en el rostro de David, la invade de una enorme satisfacción—. Vuelvo pronto, cuida de mi otro bebé, ¿quieres? —Y susurrando esto último sobre aquel mismo beso, se aparta de David y se marcha dejándolo atrás. Con una inevitable sonrisa de bobo, bien puesta sobre el rostro.
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Mientras van por el camino, Sam y Lorie no han cruzado más que unas pocas frases. De resto han preferido guardar silencio y por eso se limitan a poner todas sus atenciones sobre el paso veloz de la carretera frente a ellas. Algo que pronto pone en marcha un nuevo intercambio de palabras.
—No corras tanto, Sam. Recuerda que las calles están mojadas.
—No estoy corriendo —responde ella de inmediato y señalándole a su amiga el velocímetro, puntea con el dedo sobre la aguja y se lo muestra—. Mira, voy al límite de la velocidad permitida.
—Aún así, disminuye.
—Muy bien, como tú ordenes, Teniente.
Lorie la vuelve a ver con el fastidio puesto sobre la mirada y el silencio, una vez más, se adueña del pequeño espacio que las rodea. Entonces es Sam quien, dirigiendo la mirada hacia el lado del pasajero, posa la vista sobre su amiga.
—Sabes que me heriste con todo lo que dijiste allá atrás, ¿no es así? —Y vuelve de nuevo sus atenciones sobre la carretera.
Lorie permanece sobre ella.
—Lo siento, no fue mi intención —es lo único que dice y dejando a un lado sus recriminaciones, se desentiende de ella.
—Pero, lo hiciste.
—Escucha…yo sé que tú no tienes la culpa de venir de dónde vienes. De pertenecer a dónde perteneces y de que tus padres sean ricos…
—Mis padres no son ricos, Lorie —la interrumpe Sam y clavando el azul de sus ojos sobre ella, le habla directo al rostro—. Mis padres son más que ricos…Son multimillonarios y la única razón por la que realmente no viven en un palacio, es porque así no lo han querido. O al menos porque mi padre así no lo ha permitido —le aclara Sam con una amplia sonrisa puesta sobre el rostro—; pero, claro que podrían hacerlo. Por supuesto que podrían hacerlo. Y de hecho, déjame informarte, que tienen tres mansiones más alrededor del mundo. Ubicadas en sus zonas de preferencia para el mayor goce de sus constantes vacaciones. Dos cabañas de lujo especialmente equipadas para los paseos de invierno. ¿Y tú piensas que viajan a todos aquellos lugares en vuelos comerciales de primera clase?... ¡Noooo, Lorie! Por supuesto que no lo hacen. Eso jamás. Y sabes por qué no lo hacen, porque tienen su propio avión privado, con su pista privada. Un Jet privado para el uso exclusivo de mis progenitores, claro está. Ya que a nosotros y aún bajo nuestras continuas protestas, siempre nos obligaron a viajar en el avión. Un yate de lujo, veleros, autos último modelo y mis hermanos, incluida mi propia hija, han recibido la mejor educación, sustentada en las mejores escuelas y universidades del país. Clases privadas de todos los tipos y con los mejores maestros: Danza, piano, lenguas, arte, deportes, equitación. Cada uno dueño de su propio caballo luego de tener cumplidos los ocho años. Ejemplares de la sangre más pura y que han sido mandados a traer especialmente para ellos; para que los instruyan y los enseñen a cabalgar en el racho más hermoso que alguna vez hayan podido observar tus ojos y el cual, también, es propiedad de mi papá. Y sabes por qué sé todo esto. Porque yo crecí en medio de todo aquello, Lorie. Yo recibí la misma educación, los mismos mimos, mi propio caballo, los múltiples viajes al extranjero…Dinero y más dinero, todo cuanto quise y despilfarré, mi papá lo puso siempre entre mis manos sin reparo alguno. ¿Y piensas que todo eso los convierte a ellos en personas aborrecibles?…Pues no —pronuncia Sam contestando ella a su propia pregunta—; no lo hace, Lorie. Porque ellos son mi familia y yo los amo. Y eso no me convierte a mí tampoco en alguien aborrecible. ¿Qué es lo que quieres que haga? ¿Que los desconozca, que me olvide de ellos y los saque de mi vida para siempre? No puedo hacerlo y no quiero hacerlo. No puedes juzgarme a mí…o a ellos, simplemente por ser quienes son; por tener todo lo que tienen. Mi padre ha trabajado muy duro para poder llegar a ser quien es hoy en día y yo estoy muy orgullosa de él.
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Editado: 27.05.2022