Capítulo 9

Cuando esos muros se caigan 

Darleen.

Al regresar al interior del castillo lo primero que hice fue subir y encerrarme dentro de la habitación, cerré la puerta con seguro al igual que cerré las ventanas como pude para que la habitación quedara en completa oscuridad.

Jinx, Jinx, Jinx, el nombre no es nada común pero tampoco es muy bueno.

Me deje caer sobre la cama, mi mirada se clavo en el pecho oscuro. Mientras más cierro y abro los ojos puedo notar como pequeñas estrellas se van formando en él, lo que provoca que cierre de poco a poco mis ojos trayendo a mi mente el recuerdo de como es que nació Jinx.

» —¡No puedes siempre evitarme, Lena! —me grito Abbey desde el otro lado del pasillo entre lágrimas.

Por su puesto que la ignore, nadie en su sano juicio es capaz de gritarme cuando estoy enfadada, quien se atreve a hacer termina con la garganta de fuera, con el estomago de fuera o con el torso abierto y sin corazón por su puesto. Pero no, claro que no, por qué Abbey Kane, siempre debe de terminar de colmarme la paciencia con sus tontas reclamaciones de que ya no somos tan unidas, que nuestro rosal favorito se a marchitado como mi corazón desde que comencé a encabezar a las protas de nuestra madre para mantener el reino mucho más seguro de los lycans. Y justo cuando me dirijo hacía la oficina de mi madre tiene que hacerme enfurecer aun mucho más la caprichosa hija perfecta de mis padres.

Si pudieras la estrangularía yo misma con mis manos mientras nuestros padres me gritan que me detenga, pero mis ganas por que se calle y deje de molestarme em gana y la termino asesinando. El silencio es lo mejor del mundo, pero Abbey solos sabe hacer ruido y a mi el ruido no me va nada bien.

Ni siquiera me digne a llamar a la puerta, solo empuje con las palamas de mis manos las grandes puertas para que lo primero que ven mis ojos es a mi madre entre los brazos de su amante canino a quien tanto muero por arrancarle la cabeza frente a ella.

—¿Qué no te enseñaron a tocar? —me reprocha el canino enfurecido.

No le respondí por educación a mi madre.

—¡Eres una maldita mal educada! —me grito. Se levanto de la orilla de la cama de mi madre retirando su cuerpo de enfrente de él con bastante delicadeza hasta que quedo frente a mí. Su mano en forma humana se convirtió en una pata con sus garras que no tardo mucho tiempo que estrellarse contra mi ojo derecho por encima de mi parpado, trague saliva y cuando su pata termino de pasar por mi rostro la tome en el aire doblándosela por completo hacia atrás, el sonido de sus huesos rotos resonó por toda la habitación en silencio.

—¡Darleen, no! —grito mi madre con preocupación.

Pero también la ignore, el canino se terminó hincando frente a mí por el dolor que le produce el que no les permita a sus huesos volverse a sanar.

—Recuerda que serás el alfa de la mana de los licántropos, pero si ellos se llegaran a enterar que te acuestas con la reina del monarca de la raza de los vampiros te harían nada —le exprese mi desprecio hacia él en especial. Mi madre se intento acercar, pero los pasos de mi padre se escuchaban demasiado cerca como para poder esconderse.

Sentí como si nuevamente mi corazón se me volviera a romper.

El ardor que me produce la herida que me provoco el canino es superficial al que siento realmente por dentro cuando la miro a los ojos y lo único que se refleja es asco hacía la persona que me crío, a la que me ha estado obligando a cargar con la muerte de tantas personas y de sus tantos enemigos que quiere fuera de su maldito juego en el cual yo soy la mediadora y ella es la que se tiene que llevar la victoria.

—¿Qué es lo que está pasando aquí, Adalyn? —pregunto mi padre.

Nadie dijo nada.

Yo solté al canino haciendo que caiga sobre su trasero. Corrió con miedo hasta los pies de mi madre, ella no tiene palabras, pero el descaro en su cara es bastante notorio, los hilos de sangre que caen sobre mis pestañas y mi mejilla solo es algo que después sanara de nuevo, aunque la marca se quedara ahí hasta que mi odio por él sea saciado y por la que me la hice en primer lugar antes de que él me la volviera abrir.

—Charlie... te lo puedo explicar mi amor...

—¿Qué maldita sea me tienes que explicar, Adalyn? Nada, no tienes nada que explicarme, tú bestia infernal le levanto la mano a mi hija, ¡mi hija, Adalyn! ¡es algo que ni a mi mismo me permito hacerle, aunque no siempre esté de acuerdo con ella! ¡pero eso no quita que sea mi hija y que nadie le debe poner una maldita mano encima!

Los gritos de mi padre hacia mi madre de cierta forma me reconfortan. Poco, pero lo hacen.

El idiota del canino solo se estremece al darse cuenta de como es que ambo se gritan de cosas, en el fondo sabía que Charlie jamás se dejaría intimidar por una bruja como mi madre, pero, en fin, él al final la termino perdonado y golpeando al perro con el que se acostaba para saciar sus necesidades. «

Después de ese día nunca más me volví a sentir segura de mí misma hasta que de mi propio miedo cree una personalidad fuerte, ruda, sin miedo a nada, despiadada y tan letal como poderosa que intimidara a todas las personas que se me acercaran, de ahí nació Jinx, de la traición de mi madre hacía mi padre, de ver como frente a mí aún era tan descarada como despreciable ante mis ojos; pero aún así ella se salió con la suya volviendo a jurarle amor puro y verdadero a mi padre después de que a mi me torturara, me amenazara y dejara que los seguidores de ese canino se aprovecharan de mí frente a ella, me desgrado como mujer pero sobre todo despertó algo dentro de mí que en ese momento pareciera un muro que sostenía tantas cosas pero que ahora se comienza a desmoronar de poco a poco hasta que esté se caiga que termine siendo mucho más que una personalidad, más que una vampira sádica en busca de venganza. Pero, aunque Jinx, no le guste seguir ordenes existe algo que a amabas nos gusta hacer: asesinar sin titubeos, deben de estar orgullosos de que siempre seré la mejor creación que los dioses o mejor dicho que los astros han querido crear.