Tormenta [almas perdidas]

Capítulo 17.

El arte del tiempo.

Darleen. 

El tiempo es tan valioso hasta para las personas que tiene miedo de cerrar los ojos y darse cuenta que de un momento a otro ya estaban comenzando a caer hacia la nieve y al otro se está mirando frente a un gran espejo, observando su gran y lujoso vestido de gala, un peinado que deja ver a la perfección todo su rostro, un hechizo que borrar las heridas externas dejando las internas a la vista de nadie porque nadie es capaz de ver más allá de lo que es un rostro bonito y pintoresco que es lo único que puede llegar a ofrecer. Las personas se alimentan de mentiras bien fundamentadas, de verdades a medias y sobre todo de acciones que van en contra de lo que creen que en realidad es correcto y, pero al final termina siendo un grave error. Mi erro fue creer que Adalyn cambiaria, que dejaría de obligarme a hacer este tipo de cosas y que todo el mundo dejaría de señalarme como el fenómeno extraordinario que llego a la vida de muchos para llenarlos de satisfacción y a otros de temor. Mis ojos están tan oscuros que podría perderme en ellos yo misma si no me regresan a tiempo a la realidad, el tiempo se termina. Los invitados comienzan a llegar los puedo escuchar pensar y eso me frustra a un mucho más de lo que puedo admitir en voz alta. He hecho esto miles de veces y todas y cada una de esas, miles de veces siempre termino acabando con la vida de al menos cien hombres quien quita y está vez a Adalyn se le antoje terminar con la vida de doscientos de ellos por mí no habría ningún problema.

Bailes. Mentiras. Tratos. Treguas. Alianzas son las que le dan más poder a mi madre.

Tiempo.

Simplemente no hay tiempo para morir.

Mi habitación está completamente en la penumbra de la oscuridad, el gran ventanal está abierto por lo cual entra una gran corriente de aire entrando por ella haciendo pequeños movimientos en el vestido como de algunos de los mechones de mi cabello que han quedado sueltos bailan y se pasan por un costado de mis ojos.

Quien hubiera dicho que la magia y las hadas pueden hacer que un par de trapos sin forma terminaran siendo un vestido color rojo carmesí igual que la sangre, con encaje por todos lados, las mangas ajustadas dejando a la vista mi piel sobre los bordados, un escote sutil en la espalda, al igual que por enfrente a unos cuantos centímetros arriba de mi pecho, con tantas telas por encima de mis piernas podría jurar que camino entre nubes estás pesan más que tener que cargar a un centauro muerto como un trofeo; mil veces hubiera preferido estar afuera con los demás guardias que aquí adentro en la espera de que un príncipe llegue hasta la puerta de mi habitación y me invite a bajar tomados de la mano para demostrarle a todos los presentes que hasta los peores seres somos capaces de encontrar quien nos haga recapacitar. En mí caso nada cambia, no por amor cambiare, lo quiero, puedo mentir y decir que le amo, pero esas mentiras todos se las creerían sin importa nada. Se alimentan de mentiras mientras que a mí me devoran poco a poco.

—Me gusta el acabado que le da el corset a su cintura, princesa Darleen —por la ventana pude sentir entrar a Jace sin hacer tanto alboroto. Quien diría que yo me imagine a un príncipe y sin embargo me enviaron a un noble.

—Preferirá que no usará el termino princesa a juego con mi nombre, Jonathan —exigí con voz neutra y baja. Ya no solo existen diez pareces de oídos ahora son cientos que puedes escuchar todas y cada una de las conversaciones si así se lo proponen.

—¿Por qué no te gusta? —pregunto curioso deteniéndose detrás de mí. Coloco ambas manos sobre mis brazos y después recargo su cabeza sobre el hueco de mi cuello.

—Siempre me ha desagradado ese término.

—¿Pero qué no se supone que tú deberías de ser la siguiente…?

—Reina de los vampiros —termine por él— bote la corona y las joyas por la guerra.

—Puedo notarlo en tu mirada, Darleen —dice con voz baja y ronca—, cargas con tantas cosas sobre tus hombros que a veces solo quisieras… asesinar a todo aquello que se mueva frente a ti y después… no volver a sentir nada.

Él tiene razón.

Bastante razón diría yo.

—Sentir agobio y frustración porque tú hermana menor quiera la atención de tú futuro marido es agotador, que tengas que recordarle que no es nada pero al mismo tiempo tener que recordarte mentalmente que ella tiene la atención sexual de un hombre que jamás la podrá amar y solo la está utilizando hasta que se canse de ella y regrese suplicando por tu perdón hasta tus pies y después de que se da cuenta que sin esa persona está completamente perdido, entonces sí, Gray, ten por seguro que podría terminar con todas las personas del gran salón sin sentir nada más que alivio y paz —me desahogue. Nunca antes había tenido la necesidad de hacerlo frente alguien que desconozco como con una persona que está dentro de mi vida; pero que en realidad siento que conozco solo porque puedo leer su mente y porque puedo ver sus recuerdos las conozco.

—¿Entonces por qué es que lo sigues haciendo si tanta frustración te provoca? —pareciera que sus palabas son sabias, pero en realidad con estúpidas.

Clave mi mirada en la suya a través del gran espejo frente a nosotros, por sus ojos puedo ver que un mar de sinfín de emociones se cruza cuando lo miro directamente a los ojos grandes y azules que tiene, su cabello oscuro le hace un contraste perfecto resaltando todas sus facciones que seguro deben volver locas a todas las jóvenes a las que voltea a ver. Pero cuando intento ver a través de los míos solo noto el caos que soy, la oscuridad en la que soy capaz de sumergirme cuando no sé cómo lidiar con una situación, pero sobre todo como es que poco a poco me comienzo a autodestruir desde lo más profundo de mí ser para no destruir lo que mis padres tanto dice amar, pero en realidad solo quieren seguir aparentado un amor cruel lleno de mentiras. Como lo llevan hasta el día de hoy.



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En el texto hay: vampiros lobos, brujas y demonios

Editado: 23.01.2022

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