-Me puedes explicar ¿en qué demonios estabas pensando William Black? - me gritó enfurecida mi mujer- ¿Cómo te atreviste a gritarle a nuestra hija de esa manera? - dijo ella- cuando ella estaba cumpliendo el trabajo que tu olvidaste que tenías por completo.
- ¿Qué querías que hiciera Adriana? - dije restregándome el rostro- ¿Qué golpeara a mis sobrinos? - le dije desconcertado- ¿Qué permitirá que nuestra hija le gritara a su abuelo?
-Merecido se lo tienen Travis y Connor- dijo ella furiosa- no puedes reprenderla cuando está haciendo y diciendo lo correcto- dijo Adriana- tu padre te sacó de la manada por defender a Cassandra en su momento- me dijo mi mujer muy enojada- y ahora estuvo dispuesto a mandar a colgar a nuestra hija por hacer exactamente lo mismo.
-Lo sé- grité levantándome- sé que la cague hondo- le dije acercándome- ¿no crees que estoy consciente que me comporte como mi padre en el pasado? - dije casi llorando- mi hija se va de nuestra casa por mi culpa, eso también lo sé- dije llorando y sentándome en el sofá de mi oficina- lo siento- le dije tratando de secar mis lágrimas- cariño lo siento tanto.
-Lo se amor- dijo ella arrodillándose frente a mí- sé que estás arrepentido- me dijo acariciando mi rostro- nuestra hija no lo sabe y lo de la casa no te preocupes- dijo sonriéndome- tarde temprano ella se iría con Cassandra- dijo soltando una risita- no fue la manera en la que espera que saliera por las puertas de nuestra casa claro está- dijo- algún día lo haría.
- ¿Qué hago preciosa? - le dije alzando mi mirada y centrándome en la dulce mirada que ella me regalaba.
-Levántate de esta silla- me dijo- ve y buscas a tu hija- me aconsejo- y le suplicas su perdón- dijo ella- demuéstrale que estás arrepentido y explícale porque actuaste de esa manera tan estúpida.
-Está bien- le dije convencido-primero le comprare algo- dije pensando- ¿Qué puede gustarle? - le pregunté.
-Puedes darle esto- dijo ella entregándome una caja de terciopelo negra un poco grande para ser un collar- la mande a hacer para ella como un regalo de cumpleaños, ya se me ocurrirá que darle después-dijo mi esposa, abrí la caja llevándome la sorpresa del siglo, dentro de la caja de terciopelo había un arma, una pistola personalizada, al gusto y preferencia de nuestra pequeña hija, parecía como si fuera plata pura y el mango era dorado con blanco.
- ¿Eres consciente que somos sus padres? - le dije sorprendido- ¿Qué clase de educación le estamos dando a nuestra hija? - dije riendo desconcertado- le estamos regalando un arma a nuestra hija Adriana.
-Si fuéramos criminales sería muy reprochable nuestro actuar- dijo ella con simpleza- no lo somos Will- me dijo mi mujer- esa arma se la estamos regalando para que actúe como una heroína y vaya salvando personas con nosotros- dijo riendo- aparte ya no es una niña cariño, nuestra hija ya tiene 24 años cielo- me dijo riendo.
- Es cierto, ya no es una pequeña- le dije sonriendo con nostalgia- iré inmediatamente a buscarla- le informe a mi esposa, me acerque a ella y bese sus labios con dulzura- gracias nena- le dije y ella me miro confundida- por amarme cuando quieres matarme- le dije riendo- por apoyarme cuando no lo merezco- ella me sonrió con cariño- gracias por estar a mi lado a pesar de que cometo miles de errores.
-No tienes que agradecerme cariño- dijo ella acariciando mi rostro- estaré para ti en las buenas y en las malas- me dijo- prometí ante nuestra familia y amigos que te amaría y te apoyaría hasta que el mundo dejara de existir, porque, aunque me muera yo siempre estaré para ti mi amor- me le sonreí abrazándola.
Había tenido suerte, la mayor de las suertes, tenía una mujer hermosa, y una hija maravillosa.
Tenía una familia, una que hoy gracias a mi desfachatez estaba a punto de quebrarse.
16 años, habían pasado 16 años en los que mi familia no había tenido ni un solo contratiempo, y tenían que llegar estos mocosos a poner todo patas arriba, estaba bebiendo frente a la chimenea de mi oficina, había pedido que me dejaran sola, no quería ver a nadie y terminar peleando con esa persona gracias a mi mal humor.
En mis manos tenía la foto de Alec, una de las pocas que conservaba.
- ¿Qué hago cariño? -le dije a la fotografía como si me pudiera responder- ¿dime que hacer ahora? - le dije tratando de contener las lágrimas- ¿por qué te fuiste amor mío? - le dije bebiendo de mi vaso, si él no hubiera muerto nada de esto estaría pasando, tendríamos hermosos bebes, y una gran familia; yo no tendría mi corazón hecho pedazos y mi hermana no hubiera estado a segundos de masacrarme -Ay Alec tienes que decirme que hacer- le dije nuevamente a la foto y una lagrima se deslizo por mi mejilla- estoy perdida sin ti en mi camino cariño- dije agarrando mi pequeña serpiente, que dormía plácidamente en mi cuello.
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Editado: 25.01.2021