Verónica.
La mudanza me estaba afectando mucho más de lo que algún día me atrevería a admitirle a mi muy preocupada madre. No quería agregar mas estrés a su vida ya complicada, pero solo esperaba el momento en que pudiera hablar con Samantha para soltarlo todo.
Tenía una rutina cada noche. Una que no incluía destapar heridas del pasado. Solo quería comenzar de cero, justo por eso decidí trasladar mi vida a Boston, pero justo ahora, el miedo me estaba consumiendo.
¿Y si me topaba con él?
Me estaba metiendo en la boca del lobo y lo sabía. Me aferraba a un negativismo que opacaba cualquier posibilidad de calma, pero era inevitable.
Repasé la fotografía en mi teléfono como todas las noches cuando la nostalgia me embargaba. Su sonrisa me recibió provocando una punzada en mi pecho por ser tan masoquista al estar aquí rememorando cosas que no tenían cabida en mi vida.
El miedo y el dolor seguido de culpa era una maldita perra.
Recordaba esos momentos más de lo que debería. Erick Hamilton causó un terremoto en mi vida del cual fue difícil recuperarme tiempo atrás. El estar en la misma ciudad que él me estaba afectando mucho así nunca me encontrara con él.
Observé con detenimiento la foto con un par de arrugas en las esquinas. Sus brazos me rodeaban protectoramente mientras sonreíamos directo a Sam detrás de la cámara. Nos veíamos tan felices que nadie imaginaría que ese hombre terminaría por marcharse en cuestión de meses.
Somos tu y yo en esta vida y en la siguiente. Susurró en mi oído provocando la más tonta y grande sonrisa en mi rostro. Luego, meses después, ya no éramos él y yo. Solo yo, completamente perdida sin saber qué hacer.
Recordaba como si hubiese sido ayer el ultimo día en que había visto a Erick, era imposible olvidar la forma en que le había suplicado que me escuchara al igual que la manera en que sus hermosos ojos azules estaban vacíos y llenos de odio hacia mí.
Nunca me dio la oportunidad de explicarme, de por lo menos decirle que había pasado esa noche. De hecho, lo siguiente que supe fue que estaba tomando el primer avión hacia Boston, alejándose de mí y de toda su familia. No tuve una llamada luego de eso, prácticamente se olvidó de mi existencia, pero para mí, me era imposible olvidarle, no solo por el hecho de que había sido el único hombre en mi vida, sino porque el constante recuerdo que había dejado en mi vida me impedía hacerlo.
Durante años la realidad había sido demasiado dura para incluso pensar en continuar, años de amistad y luego años de algo más que eso habían sido a lo que estaba acostumbrada. Tenía amigos, una familia, el novio perfecto y una beca para estudiar en la universidad de mis sueños, y en un parpadeo gran parte de eso se fue desvaneciendo frente a mis ojos.
Las personas partieron y yo quedé sola con un vacío demasiado grande. Agradecía que mis padres no me hubiesen abandonado cuando todo pasó, los tuve a Sam y a ellos. Y eso fue suficiente para continuar.
Fue duro de sobrellevar. La mayoría de mis amigos se habían ido al momento en que la preparatoria acabó, mi novio tan perfecto me abandonó antes de que incluso mi graduación llegara y la idea de ir a la universidad en un futuro cercano había sido imposible en esos momentos.
No me arrepentía de ninguna de las decisiones que había tomado a partir de allí, pero aun dolía.
— ¿Soñando despierta de nuevo? —la voz de mi madre hizo eco desde el otro lado de la cocina de mi nuevo hogar. A pesar de sus casi cincuenta años, aún tenía el carisma de una jovencita y la amaba por ello, esa sonrisa había traído la mía de vuelta en tiempos de tristeza — Sé que tienes miedo cariño, pero es una ciudad grande, es imposible que encuentres algo que pueda perturbar tu nueva vida —asentí. Sus palabras de consuelo y calma esta vez no produjeron el efecto que normalmente generaban.
Por alguna razón no estaba completamente convencida de ello. La paranoia era un claro ejemplo de que era su hija, y ella lo sabía.
Luego de nuestra conversación anoche, se calmó un poco. También la escuché hablando con Sam sobre los contras de ese trabajo que me consiguió. Algo debió decirle mi mejor amiga porque ella parecía mucho más aliviada. Al parecer, estaba comenzando a creer que nada saldría mal.
¿Qué nunca había visto una película?
Todo podía salir malditamente mal.
Samantha, mi mejor amiga desde el jardín de niños trabajaba en una agencia de empleos, de ahí que hubiese conseguido el trabajo tan rápido y sin tanto papeleo. El título de agente de relaciones públicas no funcionaba mucho si no estabas en una ciudad con personas a las que asesorar.
Boston no había sido la primera opción, pero si la más cómoda. Tendría un empleo fijo y el resto de mi familia podría comenzar de cero como yo. Pero tal vez, no todo sería color de rosas como me lo estaba pintando, la probabilidad de que me topara con la sombra más grande de mi pasado solo aumentó desde el momento en que me subí a ese avión hace unos días.
Esperaba que fuese tan imposible como mi madre lo creía.
Erick había hecho su camino directo a la cima desde que se fue hace años. La idea de ser reclutado había estado sobre la mesa incluso cuando éramos novios, y lo que pasó, solo lo llevó a aceptar de manera definitiva la propuesta de los Boston Devils. Había estado como una tonta enamorada y desilusionada al pendiente de su progreso a través de las revistas y el internet. Mi corazón se rompía cada que lo hacía. No quedaba sombra del chico que me conquistó hace muchos años. Mis padres me prohibieron torturarme de esa forma cuando él comenzó a triunfar, y como la estúpida enamorada que era en ese entonces, veía las revistas en el supermercado a escondidas.
¿Sólo en ese entonces, Verónica?
— ¿Has sabido algo de papá? —mi madre me miró con ganas de matarme ante la mención de su ahora exmarido. Sus ojos ámbar se encontraron con los míos mientras enarcaba una ceja en mi dirección claramente frustrada por mi pregunta. —Mamá, es mi padre a pesar de todo, el hecho de que las cosas hayan acabado mal entre ustedes no quiere decir que eso tenga que afectar nuestra relación, sabes que los amo a ambos.
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Editado: 24.02.2024