Verónica.
Los ojos de todos estaban en mí haciéndome sentir pequeña bajo el escrutinio mientras intentaba con todas las fuerzas mantener la mirada fija en el suelo.
Pero había alcanzado a divisar un par de emociones llenando el ambiente, todas y cada una de ellas perturbándome con cada segundo que pasaba. La sonrisa de Brent era lo principal pasando por mi cabeza, sabía que había tocado un punto débil con sus palabras, por eso lo había hecho, el muy idiota no había tenido que planearlo, la vida le dio la oportunidad sin pensarlo de dañarme nuevamente.
La rabia y el odio destilando del cuerpo de Erick fueron demasiado como para mirarlo por más de dos segundos. Sus ojos se habían tornado en un azul intenso y sus pupilas estaban dilatadas por las emociones contenidas, estaba intentando no explotar delante de Brent, no le quería dar esa satisfacción por segunda ocasión.
El resto solo demostraba asombro y tristeza mientras miraban entre los tres sin poder creerlo.
Sabía que estaba hecha un desastre, podría decir que todo mi maquillaje se había corrido por las lágrimas, pero eso era lo que menos me importaba. Lo único que quería era que la tierra se abriera y me hiciera desaparecer, o poder retroceder el tiempo y haberle dicho a Erick hace años que había tenido a su hijo.
Pero sabía muy bien que los hubiera no existen, y yo tendría que atenerme a las consecuencias de las decisiones que tomé hace años.
No pensé en ningún momento que el día iba a ir de esta forma. Nadie en mi lugar hubiese estado preparado para la aparición de Brent.
Estuve escondiéndome y huyendo, de él, de los recuerdos y de la vida de la chica de dieciocho que perdió y ganó al mismo tiempo. Cuando pasas años así, llega un punto muerto en donde te cansas de hacerlo, te detienes y te asientas en un lugar. Estás bajo la esperanza de que has avanzado tanto que ya tus fantasmas no te van a encontrar. Y es allí cuando fallas, porque cuando comienzas a huir, no debes parar.
Porque es allí cuando te encuentran.
Brent me encontró, él ni siquiera se detuvo a idear cómo hacerlo, simplemente sucedió.
No era para nada agresiva, de hecho, todo lo contrario, pero justo ahora, mirándolo con el rostro ensangrentado y la estúpida sonrisa de ganador, quería arrancarle los ojos.
Acababa de destruir cualquier oportunidad que tenía de decirle con calma la verdad a Erick, y yo quería acabar con él. Incluso a través de mis lágrimas y mi dolor, al lado del pensamiento y el sentimiento de decepción, estaba el odio que justo ahora sentía por Brent.
Una vez me había dejado llevar y confié en el tiempo para sanar mi dolor, pero ahora solo me preguntaba si el tiempo podría sanar los pedazos rotos que había dejado este hombre por segunda vez.
Y no solo eso, sino los que también dejaría Erick luego de que se desahogara.
— Muy malo, mi querida Verónica. —me tensé por sus palabras y levanté la mirada para encontrármelo. —¿Ocultárselo? Aunque...—se hizo el pensativo y miró a Erick. —se lo merecía por cobarde. —soltó una carcajada y allí lo perdí.
Arremetí contra él en medio del llanto y golpeé su pecho con fuerza sacándolo todo. Lo odiaba. Con cada célula de mi cuerpo, con cada uno de mis alientos. Detestaba a este hombre. Su risa llenó mis oídos al tiempo que unos brazos me rodeaban y me apartaban apretándome con fuerza.
— Calma, linda. —la voz de Grand no me calmó, mucho menos los susurros que intentaba que llegaran a mi mientras me apretaba contra su pecho sin hacerme daño.
— ¡¿No tuviste suficiente?! —lloré. —¿No te bastó con intentar abusar de mí? ¿No te bastó con dejarme como la zorra de la ciudad? Claro que no. —tragué en seco. —Porque eres un bastardo egoísta que quiere dañar todo lo que está a su alrededor. —dejé de luchar contra el agarre de Grand. —Quieres joderles la vida a las personas porque no viven en la misma miseria de la cual tu no puedes salir. —su rostro se desfiguró y la sonrisa se fue. —Ojalá te pudras en el infierno.
— No seré el único, perra calienta braguetas. —escupió con odio.
— Sáquenlo de aquí. —la voz de Erick sonaba calmada cuando fijó sus ojos en mí, pero lo conocía bien. Debajo de eso, estaba el tigre listo para saltar. Y su presa iba a ser yo, porque miraba justo en mi dirección. —Déjennos solos.
Tragué en seco y me refugié en los brazos de Grand.
—Erick, debes dejar esto para luego de la reunión. —El hombre que me sostenía ni siquiera hizo inmutar a Erick con sus palabras.
—Dije que lo saquen —repitió—. O lo haré yo.
—Erick, no es el momento. —A su lado, Lucas intentó hacerlo entrar en razón.
Si el entrenador llegaba iba a querer saberlo todo. Luego me despediría. Y Erick estaría en problemas por haber golpeado a Brent.
—Kyle, sácalo ahora. —El hombre de ojos verdes miró a Brent con odio y se acercó a su cuerpo, soltando a Erick.
— Tienes suerte de que no quiera una maldita suspensión, porque si no, —sus manos fueron a las solapas de la chaqueta de Brent y lo levantó sin ninguna fuerza —te sacaría el alma a punta de golpes por lo que hiciste.
Sin más, lo sacó del agarre de Bradley y Nicholas, y lo arrastró fuera de la habitación.
—Voy a denunciarte por esto, Hamilton. Tú carrera se irá a la basura —habló Brent mientras Kyle lo dirigía a la salida.
—Puedes meterte la denuncia por el culo, imbécil —soltó Erick en su dirección. Sus ojos azules viajaron entre los chicos y sus facciones se endurecieron—. Váyanse ustedes también, ella y yo vamos a hablar.
Lucas lo miró y soltó un suspiro.
—Erick, por favor. Primero... —siguió insistiendo.
—Mantén al entrenador fuera de aquí, Stark.
Los ojos azules de Lucas fueron hacia mí y luego pasaron al rostro de Bradley, quién negó con la cabeza y salió de la sala. Sabían que esto era caso perdido, él no iba a ceder.
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Editado: 24.02.2024