Verónica.
Aún no creía todo lo que había cambiado mi vida y la de Jake en el último mes. Cuando pensé en salir de mi antiguo hogar, si bien había pensado en decirle a Erick sobre nuestro hijo eventualmente, no imaginé que las cosas fuesen a darse tan rápido.
Ahora, poniendo mi vida en perspectiva, no me arrepentía de ninguna de las decisiones que en su momento tomé. Tal vez, si le hubiese contado a Erick una vez me enteré, Jake pudo haber crecido al lado de su padre y no le habría quitado todas las primeras veces a Erick, pero ya no lo sabría porque decidí callar y viviría con esa culpa el resto de mi vida.
Apenas y hablamos en este tiempo. A pesar de que nos mensajeábamos en lo que se refería a Jake, se alejaba con una mirada triste cada vez que me veía llegando a lo de los chicos. Los dos últimos sábados demostró ser el mejor padre que Jake pudo tener dadas las circunstancias. Venía temprano y ayudaba a Jake con sus tareas de la semana y luego le empacaba un par de cosas y se lo llevaba durante la noche. Al día siguiente, tal y como lo había prometido, lo traía temprano de vuelta a mí, y apenas con una escasa sonrisa se despedía y volvía a su auto.
La verdad era que la intriga y la confusión me estaban comiendo por dentro, y al parecer solo dos personas podían sacarme de este martirio que era verlo alejarse de mí.
¿Qué demonios era lo que realmente había pasado con la hermana de Christopher?
Me dijo que no la amó, que no la amaba, pero pensando las cosas, ¿por qué la protegería de no ser así?
Le di cabeza a toda la información que tenía en las últimas noches y muchas cosas no me cuadraban.
Erick era demasiado cuidadoso con las cosas que demostraba como para dejar que una mujer se enamorara de él hasta el punto de llevarla al suicidio. Y no la protegería de la manera en que lo hacía de haber sido el responsable de lo que ella intentó hacer. Pero puede que solo se sintiera culpable.
Suspiré frustrada tirando una de mis almohadas al piso del desespero, parecía una loca pensando en todas las teorías posibles, pero no iba a negar que una parte de mí tenía miedo.
Erick tuvo razón en Chicago, no me fueron suficientes seis años para olvidar y superar mis sentimientos hacia él. Al contrario, eso que dicen que la distancia es la mayor prueba para saber si es amor verdadero, es totalmente cierto.
Me levanté y caminé al baño, tomando en el camino el vestido verde de mangas que me llegaba hasta la rodilla y que usaría hoy. La reunión con el patrocinador se pospuso tantas veces en la semana que ya no tenía ropa apropiada que usar que no me hubiese visto toda la oficina.
Cuando salí recién duchada y ya vestida, Jake estaba de pie en el umbral de la puerta de la habitación. Su uniforme algo grande lo hacía parecer más pequeño de lo que era.
— Mami, el tío Kyle está abajo. Dice que si no bajas en un minuto va a subir y a llevarte él mismo.
Miré a mi pequeño confundida.
—¿El tío Kyle? —Jake asintió con una sonrisa.
— Si, ayer que papá me llevó a su casa, Kyle estaba allí. Jugamos en la consola que papá me compró y me dijo que a partir de ayer lo llamara tío Kyle. —sus pequeñas manitas estaban haciendo movimientos raros y efusivos mientras explicaba. Y yo solo podía pensar en una cosa.
—¿Tú papá te compró una consola? —abrió los ojos aún más y llevó sus manos a su boca negando rápidamente. —Jake, ¿qué te dije de decirme mentiras? —tomé mi bolso del perchero, metiendo mi cartera y mi teléfono dentro.
— Por favor no le digas que te dije, le prometí que no lo haría. —él incluso estaba a punto de comenzar a llorar.
Rodé los ojos y doblé mis rodillas hasta estar a su altura, su cabello peinado hacia un lado tanto como a mi madre le gustaba que lo llevase, ya era hora de un corte para él.
— Tú padre tiene que empezar a escuchar lo que le digo, pero no te preocupes, él no se va a enojar contigo.
En las casi tres semanas que Erick llevaba siendo el padre de Jake, inundó su habitación de regalos. Le dije en uno de los minutos que me permitió de su preciado tiempo que tenía que dejar de malcriar a nuestro hijo comprándole tantas cosas. Por lo visto, el hecho de que yo no me enterara, no quería decir que no lo hacía.
Sabía que lo amaba, pero esto no era ninguna forma de compensar nada. A Jake solo le importaba que Erick pasara tiempo con él. Si ese hombre viera la carita que Jake hacia cada vez que lo venía a traer o las ansias con las que lo esperaba cada sábado temprano, sabría qué Jake no esperaba nada más suyo que su amor. Y lo tenía.
—¿Cómo lo sabes? Era nuestro secreto y ahora lo arruiné. Se irá de nuevo y ahora no querrá verme otra vez. —las lágrimas comenzaron a correr por sus ojitos y salió corriendo de mi habitación.
Lo seguí, encontrándolo tirado en su cama llena de peluches de Spiderman llorando. Dios, cuanto odiaba verlo así.
Su cuerpo se encogió y lloró aún más fuerte cuando mi mano tocó su cabecita.
—Cariño. —Su rostro se enterró aún más en su almohada—. Jake, mi amor.
Nada.
—Mi vida, mírame por favor. —Negó efusivamente contra el cojín—. Jake, por favor. Cariño, mírame.
Su cabecita se levantó lentamente y tras un minuto hipando y sorbiendo su nariz, sus ojitos azules rojos por las lágrimas me miraron, su boca contrayéndose conteniendo las ganas de llorar.
—Tú papá te ama, mi cielo. Él jamás se va a ir de tu lado otra vez.
Esto era mi culpa.
—Pero cuando tú le digas que...
—Él va a seguir comprándote muchas más cosas porque le encanta verte feliz, pero nunca se enojaría contigo por esto.
—¿Estás segura?
Mis manos fueron a su cara atrayéndolo hacia mi pecho y apretándolo fuertemente contra mí.
—Te lo prometo —dije dándole un beso en su cabeza—. Ahora ve a desayunar. Tienes que ir a la escuela y yo tengo que ir a trabajar. —Asintió y corrió al baño, probablemente a lavarse la cara.
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Editado: 24.02.2024