Erick.
Escaneé con incredulidad el anillo que acababa de comprar en la cajita de terciopelo sin atreverme a sacarlo. El nerviosismo me invadió, ¿y si decía que no? Sí, era pronto, pero no es como si pensara en alguien mas con quien pasar mi vida. Me quería casar con ella porque la amaba, porque no había nadie más para mí después de ella. Anhelaba formar una familia de la manera adecuada con ella, tal y como siempre lo soñamos.
La sentí tensarse en mis brazos hace una semana cuando me atreví a soltarle esas palabras en el pasillo de la sala de urgencias del hospital, pero no sabía a ciencia cierta si era porque su respuesta era una negativa o si era porque la tomé por sorpresa. Le había rezado a Dios para que se tratara de la segunda, porque no creía poder sobre llevar que ella siguiera adelante con alguien más.
En las idas y venidas de los últimos días ninguno sacó el tema, y en parte lo agradecía. Sabía que debía arriesgarme, pero Verónica se merecía mucho más que una simple propuesta en un hospital y se lo daría así la respuesta fuese un "no". Ella estuvo perdida entre el cuidado de Jake y de Alaia junto a su madre por lo que no me detuve a pensar mucho en ello, concentrándome en ayudar a mis dos amigos acoplándose a su nueva vida sin Maia.
Ahora, sentado en el jardín de mi antiguo hogar luego de seis años, no sabía muy bien cual era el camino a seguir para mí. —Así que estoy enfermo. —apreté los ojos escuchando los pasos de papá acercarse.
Bufé, recordando la mentira que le solté a Verónica esta mañana antes de tomar mi bolsa de viaje y salir corriendo. Aproveché que mamá no estaría en casa en todo el día para tomar un avión y venir a hablar con papá y de paso con Henry, el segundo afectándome mucho más que el primero.
— ¿Me tiraste a los lobos?
—Hice mi mejor actuación y no sospechó nada, pero llega mañana a primera hora con Jake así que lo que sea que vayas a hacer tienes que hacerlo hoy. —Asentí, viendo como sus ojos no se apartaban de la sortija en mi mano—. ¿Es oficial?
—Lo haré una vez tenga la bendición de Henry. —Mi padre sonrió ampliamente—. ¿Qué?
— Tú y yo sabemos que incluso si él te llega a decir que no tú harás lo posible por casarte con ella. —esta vez fui yo quien sonrió. —¿No crees que es pronto?
— ¿Creíste que era pronto cuando se lo propusiste a mamá? —le recordé como se habían escapado de mis abuelos a los dieciocho a escondidas. Eso si había sido pronto, y yo llegué cinco años después así que prisas no tenían.
— Listillo como tú madre.
— Estoy muy nervioso, todo lo que ha pasado...
— Ella no te dirá que no.
—No puedes estar seguro de eso —anoté, cerrando la caja y dejándola a un lado con la vista puesta en la casa de la señora Risso.
— Pero lo estoy. —puso su mano sobre mi hombro, atrayendo mi atención. —Te ama y tu a ella. Es lo que siempre soñaron los dos y la vida les está dando una segunda oportunidad, no creo que sean tan idiotas como para dejarla pasar. Jake tendría una familia estable y ustedes serían felices juntos dándome muchos mas nietos.
— No sucederá pronto. —reí, aunque la idea de verla embarazada de otro de nuestros hijos era demasiado tentadora. —No puedo creer que luego de todos estos años yo...
— ¿Sigas amándola? —terminó por mí. Asentí solamente, jugando con mis dedos—. Me alegra ver que aún luego de todo lo que sucedió con ustedes dos no hayas perdido ese deseo de formar una familia, sé que fueron tiempos difíciles para ti y que encontraste refugio en mujeres y alcohol, pero siempre estuve seguro de que mi hijo seguía allí.
—Luché contra ello.
En vano, porque no pude simplemente volverme un hijo de perra por completo. Mamá me educó para algo más que eso.
— Lo sabemos, tú madre estuvo a punto de ir y traerte de vuelta pensando que estabas dejando embarazada a cada mujer que metías en tu cama. —reí por lo bajo. —Pero sé que fuiste el más atento en la clase de educación sexual. —se burló.
— Me gustaba aprender.
— ¿Robarte los condones era aprender? —solté una carcajada. —Todos lo sabían, Erick.
— Nunca me dijeron nada, y no que me importara mucho. Justo ahora tengo el alivio de decir que no hay un niño por ahí esperando ser reconocido por mí. —me encogí de hombros. —Aunque si Verónica me dice que si lo siguiente que haré será agujerear todos y cada uno de esos condones en busca del hermanito para Jake. —bromeé.
—Que no te escuche diciendo eso —su voz sonó graciosa—. Me alegro que estés de vuelta en casa, hijo.
—Se siente bien volver. —Me puse de pie—. ¿Sabes si Henry sigue viviendo en el mismo lugar?
Asintió.
—El mismo. —Sonrió—. El matrimonio no es fácil, Erick. La vida de novios es muy distinta a la vida de casados. Sé que amas a Verónica y que lo harán funcionar, pero no la presiones si no se siente preparada.
— Sé eso. —me removí incómodo. — Pero la amo, sé que ella es lo que quiero y no quiero esperar más. Si ella decide hacerlo le daré su tiempo, pero quiero arriesgarme. He esperado seis años con la felicidad al aire, puedo esperarla toda la vida, pero asumiré el control de esto por lo menos.
— Bueno, Henry mandó a limpiar a Glenda ayer así que buena suerte. —rodé los ojos, recibiendo las llaves de su camioneta.
Me alejé con paso firme, subiéndome en el auto y dirigiéndome al antiguo lugar de Verónica. No había estado aquí en un tiempo, pero esto lucía igual que la ultima vez que vine.
Los ojos de Henry se encontraron con los míos nada más abrir la puerta al escucharme tocar. Sus ojos escanearon el jardín notando que estaba solo. —No hay manera en esta vida. —se pasó la mano derecha por el cabello. —Necesito café para esto. —me hizo un ademán para que pasara mientras él se dirigía a la cocina.
— ¿Cómo está todo?
— Estaba bien hasta que llegaste a ponerme los nervios al borde. —reí junto a él al momento que presionaba un par de botones en la cafetera. —¿Cerveza o café?
#827 en Novela romántica
#337 en Chick lit
hijos inesperados contrato secretaria, reencuentro rivalidad amor drama amigos, romance odio mentiras
Editado: 24.02.2024