Touching the Stars | Hiccelsa | Parte I

19

Ahora más que nunca debía mantenerse bajo del radar. Fue por ello que sacaba al dragón durante las madrugadas para lograr acabar con sus energías y se quedara quieto en casa.

Pero eso empezaba a pasarle factura a la pobre rubia, que sacrificaba sus horas de sueño y sus días de descanso por pasear al reptil y no ser cachados en la movida.

—Por Odín, tus ojeras están muy marcadas —después de ello se dedicó a picotear la piel oscura de Elsa.

—Ey, no hagas eso —se quejó, dándole un manotazo al castaño.

Éste sólo rió.

—Te dije que no era buena idea, pero no quisiste escuchar —y le pellizcó con suavidad la nariz respingada de la ojiazul.

—No me quedaba de otra —explicó, apoyando su cabeza sobre el hombro de Hiccup, el cansancio le estaba ganando pero no podía darse el lujo de dormir. 

Pronto el hijo del jefe pensó en una forma de mantenerla despierta.

—¿Qué te dijo tu padre? Con respecto a lo que le platicó mi papá.

Después del pequeño enfrentamiento que Elsa tuvo con Astrid, creyó que la mejor forma de obstruir los planes de la vikinga era arrancando el problema de raíz. Y eso significaba ir directamente con Estoico a charlar sobre sus sospechas. Lo cual salió mucho mejor de lo que había imaginado.

La paranoia ya estaba afectando su sentido común.

—Él tampoco cree que su familia lo esté buscando, después de todo, no podría gobernar –Hipo frunció el entrecejo, confundido–. Si, mira. En la línea de sucesión está el rey, quien es la cabeza de la monarquía. Si el rey llegara a enfermar o morir, se supone que el hijo mayor toma el cargo, ya sea temporal o definitivamente. Si el rey no llegara a tener un primogénito varón, se recurrirá a los menores.

—¿O sea que no podría gobernar una chica? —Elsa asiente.

—Exacto, se omite a las mujeres. Mi padre era hijo único, por lo que no había a quién más asignarle el trono, sino a mi padre. Aunque mi abuelo jamás se lo hubiera dado, por haberlo desobedecido.

—Tu abuelo ya debería ser un anciano, no podría gobernar en esas condiciones. Ya debió haber dejado a cargo a otra persona, ¿o no? —la rubia se encogió de hombros.

—Su codicia de poder es muy grande como para renunciar al trono. Pero no lo sé, cualquier cosa podría pasar.

—Si decidiera abandonarlo, ¿quién más tiene el derecho a la corona?

—Los hijos del hermano menor de mi abuelo. También tuvo uno. Como el primero fue varón, ya no tenía caso tener más hijos.

—Sería un poco más joven que tu abuelo, pero seguiría siendo un anciano, así que debió otorgarse la corona al hijo del hermano de tu abuelo, ¿cierto?

—Eres un chico listo, eh —y le dió un leve empujoncito al ojiverde.

—Claro que sí, no por nada tengo esta cabezota —bromeó.

Ambos se sumergieron en un escenario silencioso, donde cada quien pensaba en diferentes cosas.

—¿No te parece extraño? —comentó Hiccup, recostándose sobre el suelo y mirando a las estrellas.

—¿Qué cosa? —preguntó Elsa.

—Si buscan a tu padre, después de tanto tiempo, es por algo realmente importante. ¿Qué tal si, quien lo busca no es tu abuelo?

—¿Entonces quién podría ser?

—Bah –suspiró cansado–. Creo que estoy pensando demasiado. No lo sé. No quiero que pienses que estoy loco —se cubrió los ojos con su brazo.

La rubia rió en bajito. Pronto le hizo compañía, reposando la mitad de su torso encima de él, acomodó la cabeza sobre el hombro del castaño. Podía sentir sus latidos acompasados y su respiración tranquila.

—Me gustaría saber qué es lo que has pensado —susurró, acariciando con el dedo índice la barbilla del ojiverde.

—Si tuviera que recurrir a alguien que se fue hace mucho tiempo, es porque los líderes que ahora gobiernan ya no me parecen confiables, o porque todo se está cayendo a pedazos. Creo que encaja perfecto con esta situación —explicó, apoyando su mano en el cabello de la ojiazul.

—Mi abuelo podrá ser un idiota, pero a lo que me ha contado mi papá, era buen rey. ¿Qué podría haber pasado en Arendelle?

—Esa es la parte que aún no descifro, dame tiempo para pensar en ello.

[...]

—Ella ya no ha venido a la casa, ¿verdad? —y arqueó la ceja, con un gesto serio.

—No, ya no. Tampoco se me acerca lo suficiente como para entablar una conversación —murmuró la menor mientras comían.

—Está bajo mucha presión. Con este nuevo descubrimiento, Estoico le ha dejado en sus manos una gran tarea. Debe determinar si representa un peligro para Berk —explicó Agdar.

—Sí, lo sé. Pero igual no tenía por qué tratarme así. Sólo abusó de su poder.

Los dos dan un salto sobre sus asientos en cuanto escucharon la escandalosa caída de porcelana en la planta de arriba.

—Creo que ya debemos liberarla. Temo que si seguimos criándola, será incapaz de sobrevivir en el exterior —dijo, después de tragar su bocado de comida.

—Entiendo. Haré los preparativos para eso, a mas tardar antes de que acabe el invierno.

Pensar siquiera en tener que despedirse de Temperance, le daba escalofríos y mucho pesar. Se había encariñado demasiado con el animal. 

—Ya sólo faltan unas pocas semanas. Hazlo antes de ello —sentenció su padre.

Agdar había cambiado de actitud después de su reunión con el jefe de la tribu, y no era para menos. El aviso que le había dado Estoico lo tenía muy preocupado.

"—Entiendo tu pasado, pero si el deber te llama, debes atenderlo de inmediato. Nunca sabes si el destino sigue al control de tus manos", le había dicho.

Él tenía mucho miedo de regresar, de ser acusado por traición y que lo aniquilaran en la horca. O peor aún, que le sucediera eso a su hija, la persona por la cual lo dejó todo para comenzar una nueva vida alado de su esposa. Su sacrificio no podía ser en vano.




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