En las altas colinas de la Sierra Mixteca, Dina y Marco, 2 niños curiosos eran ávidos exploradores de su Tierra ancestral a sus cortos años escuchamos fascinado las historias contadas por sus abuelos sobre las antiguas tradiciones y deidades que habitaban las montañas y los ríos de su región.
Una tarde mientras recogían hierba silvestre para un ritual especial de su comunidad, Dina y Marco aventuraron más allá de lo habitual, siguiendo al sonido hipnótico de un arroyo cercano, se encontraron con una cueva escondida intrigados, decidieron adentrarse guiados por la curiosidad.
En el interior de la cueva, una suave luz dorada los envolvía un murmullo indistinto y melodioso llenó el aire. De repente se encontraron cara a cara con una presencia etérea, una deidad antigua que emanaba una sensación de paz y sabiduría.
La deidad con voz serena y cálida les contó historias sobre las tradiciones ancestrales de los mixtecos. Habló de la conexión con la naturaleza, la importancia de honrar a los ancestros y la sabiduría transmitida a través de generaciones.
Diana y marco escucharon cada palabra con admiración y respeto la deidad al percibir su curiosidad y amor por las tradiciones, les entregó pequeños tesoros simbólicos semillas sagradas y un pequeño cuenco tallado en piedra como regalo para recordar la importancia de sus raíces a medida que salían de la cueva envueltos en el misterio y la magia de su encuentro, Dina y Marcos se prometieron conservar y honrar las tradiciones mixtecas que tanto amaban, llevando consigo el legado de la deidad como un tesoro invaluable.