Bajó del auto y deshizo el nudo de su corbata, ya estaba acostumbrado al cansancio que provocaba su trabajo, pero daba igual porque le encantaba. Había luchado tanto por él que se sentía pleno, se sentía bien ese malestar corporal.
Subió las escaleras y sacó las llaves para abrir su apartamento, se pasó las manos por el cabello despeinándose, ya no necesitaba eso.
Caminó por el largo pasillo y pensó en qué podría hacer para cenar, le apetecía un filete y tal vez unas verduras al vapor. Siempre le había gustado cocinar pero no era tan bueno hacerlo para él solo.
Iba tan concentrado en sus pensamientos que se alarmó cuando chocó con algo que le obstaculizaba abrir su puerta, o más bien alguien; pensó, cuando notó el cuerpo recostado en ella.
-No puedo creerlo, está verdaderamente dormida. Dijo para él mismo, observando a la chica.
Miró su cuerpo y sabía que definitivamente iba a tener que moverla si quería entrar a su departamento. Hizo ademán de pasar por sobre sus pies para poder sacarla de su puerta, estaba tan cansado que solo quería estar en su casa.
Vio sus tacones; rojos, cómo amaba ese color, desde niño había sido su favorito. Unos papeles estaban tirados en el suelo, echó un vistaso y solo alcanzó a leer algunas palabras.
- Lenguas madres - Clases para la noche - Alumnos problema, Etc. Debía ser maestra, tenía que serlo por su pinta.
No entendía por qué seguía parado ahí como tonto mirando si tanto quería entrar y ni siquiera había visto su cara porque su cabello castaño la cubría de una manera desordenada.
Se concentró en lo que debía hacer y se inclinó para sujetarla por las piernas, la chica lanzó un suspiro y empezó a murmurar cosas cuando la alzó.
Era demasiado ligera, así que no tuvo problema con eso. Lo que debía hacer era dejarla fuera de la puerta.
Ella empezó a removerse pero no se veía con intenciones de despertar, dio un giro olvidándose de los papeles tirados en el piso; cosa que por poco pierde el equilibrio cuando resbaló en ellos ocasionando que ella se aferrara a su cuello por instinto pero aún inconsciente, recobró la compostura y echó un vistazo a ella, su cabello había dejado ver su rostro a causa del leve percance, ahora podía verla con claridad y sabía que algo le resultaba familiar, pero no podía ser, había pasado ya mucho tiempo.
Aún así nunca podría haber olvidado esa dulzura de su mente, había puesto años y mucha tierra de por medio, no podía creer que la tuviera otra vez en frente y no solo eso, esta vez en sus brazos después de verla tanto tiempo desde lejos en el pasado.
Ya era incapaz de dejarla en ese pasillo, no podría.
Dio vuelta e intentó abrir como pudo la puerta.
Entró y pensó en dónde ponerla.
- ¿Cómo fue que terminaste dormida en el suelo, eh?.
Creyó haberse echo la pregunta para él mismo por lo que soltó una risa al escucharla murmurar
- Tengo mucho sueño. Pero seguir plácidamente dormida en sus brazos.
Procedió con ella en brazos y decidió recostarla en el sofá de la sala.
- Dormir. Otro suspiro
-No clases mañana. Seguía murmurando cosas con esa dulce pero fuerte voz a la vez que recordaba poseía y él no podía más que reír y estar fascinado como siempre había estado por ella hace ya tantos años.
-Llave tonta. La escuchó decir otra vez girándose hacia el otro lado del sofá.
Empezó a pensar si era que tenía esa costumbre de hablar mientras dormía o era solo que estaba realmente cansada, lo que le causaba esos divagues y decir cosas incoherentes.
Se irguió y pasó las manos por su rostro, cosa que hacía a menudo; dejó sus llaves en la mesa y se dirigió a su cuarto por una manta para cubrirla.
Cuando regresó la encontró en la misma posición y parecía que por fin había cesado de hablar dormida.
La cubrió pero no sin quitarle antes esos incómodos y a al mismo tiempo hermosos zapatos de tacón rojo.
Se volvió recordando lo que había dejado tirado en el pasillo, sus portafolios y los papeles de ella.
Salió y empezó a recoger las cosas cuando vio un pequeño llavero brillante en el suelo, solo que estaba rota la llave y no había rastro de la otra mitad, no sabía si podría ser de ella así que decidió llevarlo también, aunque le resultó gracioso imaginarla con una llave rota con lo dramática que recordaba era.
Tomó los papeles, lo demás y entró cerrando la puerta, no se tenía que preocupar por ponerle seguro ya que vivía en una zona demasiado acondicionada, tranquila y de vecinos confiables por lo cual fue costoso el departamento, pero eso se lo podía permitir con su dinero.
Puso eso también en la pequeña mesa junto a la puerta donde solía dejar las cosas importantes que siempre llevaba consigo para no perderlas y poderlas encontrar fácilmente.
Levantó la mirada y todavía no podía creerlo, ella estaba en el sofá; en su sofá, y lucía tan tranquila que hubiera podido acostumbrarse a verla ahí. Suspiró dolido desechando sus pensamientos, ella jamás lo había visto antes y seguro no lo vería ahora, estaba seguro que ni lo recordaba; además, una belleza y dulzura como esa a estas alturas no debía estar sola, quizás estaba ya comprometida o hasta casada. Aunque no vio anillos en sus dedos; sí, siempre había sido muy observador.