El fin de semana llegó, Dafne había organizado todo con ayuda de Osca y Bruno, para que Alessia, tenga un cumpleaños inolvidable, la reunión se llevaría en casa de Dafne para evitar pretextos de Alessia, pues ella en todo el tiempo que conocía a Osca y Bruno, nunca había ido a ninguna de sus casas para evitar rumores y malos entendidos.
Barcia en todo ese tiempo había cambiado mucho ya no era grosera con Alessia, si no todo lo contrario estaba tratando de ganar su amistad, claro eso generaba ciertas dudas en los amigos de Alessia, pues ellos no creían en un cambio tan drástico de actitud de la noche a la mañana, pero en realidad Barcia había cambiado, ahora ella lo único que quería es ayudar a Bruno a que pueda ser feliz con Alessia, ya que ella no podía hacerlo al menos que uno de los dos lo sea, así pensaba ella.
Osca y Bruno, habían intentado dar avances en su relación con Alessia, ambos ya no les importaba mostrar sus sentimientos por ella, pero Alessia, aún parecía no darse cuenta del amor que sentían sus amigos por ella o al menos trataba de ocultarlo.
Mía andaba planeando la manera de alejar definitivamente a Osca de Alessia, y no le importaba el daño que cause, lo importante para ella era alejar a su rival definitivamente de quién ella consideraba suyo.
—«Tengo que encontrar la manera de sacarla de mi camino» — pensaba Mía, mientras arrugaba con su mano una hoja de papel, en la que antes había estado realizando unas operaciones matemáticas que le había dejado su maestro.
Mientras tanto en casa de Alessia, un hombre maduro de vestimenta modesta, veía con orgullo a su hija, quién había llegado frente a él.
—Hija, ¡Qué hermosa te vez! — decía el señor Orescano, mientras posaba su mirada en su hija, quien llevaba el cabello suelto y traía puesto un hermoso vestido color azul.
—¡Gracias papi! ¿Y a dónde vamos? — contesto la joven.
—¿Vamos?, ¡No hija! ya has pasado más de la mitad del día conmigo, ahora quiero que disfrutes el resto del día con tus amigos — añadió el hombre.
—¡Pero papá!, ellos ni siquiera saben que es mi cumpleaños — respondió Alessia.
—Te equivocas hija, esa bella señorita Dafne, lo sabe, no sé cómo se enteró, pero lo sabe y te estuvo organizando algo en esta semana junto a tus amiguitos, esos jóvenes que vienen hacer algunos trabajos a la casa, y con los que haces pareja de entrenamiento en la preparatoria — dijo el señor Orescano.
—¡Ah! ya entiendo, por eso estaban así de misteriosos — pronunció sonriendo Alessia, cuando en eso el timbre de su puerta sonó.
—Yo abro hija — respondió el padre del joven.
—¡Buenas tardes señor! — decía Bruno, haciendo una pausa para acotar — Vine por Alessia.
—Hija es hora de que vayas con tus amigos — pronunció el señor Orescano, acercándose a su hija, para darle un beso en la frente.
—¡Vámonos linda! — agregó Bruno, ofreciéndole el brazo previo beso en la mejilla.
—¡Bien! — contesto la joven.
Ambos jóvenes salieron de la modesta vivienda, y segundos después subieron a un auto para ir rumbo a la casa de Dafne.
—¡Gracias Bruno! — dijo Alessia.
—Gracias, ¿por qué? — añadió intrigado Bruno.
—Por ser tan lindo conmigo — acotó la joven ruborizándose.
—Tú mereces ser tratada como una princesa — respondió el joven mirándola fijamente haciendo que el rubor en las mejillas de su amiga se incrementara más.
Tras algunos minutos de viaje en auto, llegaron a la casa de Dafne. Bruno estaciono el carro en la zona destinada para los vehículos.
—Alessia — dijo Bruno, evitando con una mano que la joven baje del auto.
—Sí — respondió Alessia.
—Toma — agrego el joven, sacando de la cajuela de su auto una cajita dorada con un lazo rojo. ¡Tu regalo de cumpleaños! — añadió dándole un abrazo y un beso en la mejilla.
—¡Gracias! pero no debiste haberte molestado — pronunció Alessia.
—No te preocupes Alessia, no es ninguna molestia, ábrelo le dijo — dijo Bruno.
Alessia desato el pequeño lazo rojo y tras abrir la cajita, encontró una hermosa cadenita con un dije de un ángel.
—¡Esta hermosa! — pronunció Alessia.
—¡No más que tú¡ — respondió Bruno, cogiendo la cadenita con sus manos, poniendo una tanto nerviosa a la joven, al tiempo que él agregaba — ¿Te ayudo a ponértela?
—Está bien — contesto Alessia, a pesar de su nerviosismo, mientras recogía su cabello para que Bruno le abrochara la cadena.
—¡Gracias de nuevo! — dijo la joven.
—No agradezcas Alessia — pronunció Bruno, tomando ambas manos de la joven entre las suyas, al tiempo que añadía — Creo que no es el lugar más adecuado, pero ya no quiero esperar más.