Tras el Gran Peñasco

I

El auto ascendió por la pendiente cuando comenzaba amanecer,las luces de la aurora iluminaron los campos e hicieron que resplandeciera el gran peñasco, que tantas veces oyó describir y del que tantas anécdotas había escuchado Sofía Peñalver, quien acompañaba a su esposo a una amplia casona campestre donde pasarían unas agradables vacaciones.

El joven esposo guiaba el auto, pero toda su atención la prestaba en el rostro de su adorable Sofía, ¿cómo se sentiría? ¿Le habría causado una buena impresión aquel paisaje con los rodeaba? Víctor Báez permaneció con la duda pues no le hizo ninguna pregunta la chica, ni ella expresó palabra alguna al observar todo aquello que la naturaleza nos ofrece.

Sólo al detenerse el vehículo él exclamó:

—Hemos llegado, querida. ¿Ves que tenía razón al decirte que era un sitio encantador?

—Sí, es realmente maravilloso—contestó ella saliendo del auto—, pero...

—¿Pero qué?—interroga Víctor sacando el maletero del equipaje.

—No sé, todo me parece tan misterioso, me da miedo estar aquí...Si nos sucede algo, ¿quién nos prestaría ayuda?

—Por favor, por favor, Sofía, ¿qué nos va a pasar? ¿A qué tienes miedo si estaré yo a tu lado?

—Sí, lo sé, pero...pero supongamos que llegue la noche...

—Claro, tiene que llegar la noche, y es lo que más ansío, porque estaremos acostaditos... tú y yo, ¿comprendes?, sin que nadie nos moleste, sin que tu perro nos despierte con sus ladridos...

—Víctor, entremos de una vez las valijas, pero te aseguro que si en una noche éstas se forma una terrible tormenta y entra alguien




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