Tras el rastro del maestro

El encuentro IX. Confinados

Otro día más aquí. Otro nostálgico amanecer. Otros pájaros, ya no los mismos de aquella vez. Estas son nuevas aves en reemplazo del viejo coro de las cinco. Deben haberse esfumado, motivo de alguna jubilación o por ahí vacaciones en alguna isla paradisíaca.

Esta vez no hay sol que ilumine el rostro de mi aspecto cadavérico de una mañana terrible de cansancio. Las nubes cubren el cielo en tono gris y por lo que parece una lluvia se avecina.

Ni bondad ni intención de despertar. Ya no ocurre un sueño con la visita de heterónimos que te despierten en medio de la noche para decirte algunas pequeñas y grandes verdades.

Ocurre también que luego de las lluvias, en un día exactamente se pondrá la luna radiante y todos nos volveremos como lunáticos en reunirnos con el maestro. Claro está, si don Antonio nos guía a él. Y no veo razón alguna para que ese hombre semicordial y con pocas luces de cordura no desee, ya que él lo busca y lo encuentra, solo que a diferencia nuestra lo sigue queriendo encontrar, aunque lo tiene delante de él en esas noches en que dice hallarlo desde esa vereda empedrada si un faro de luz ilumina el rostro de ese que lentamente se acerca y coloca una mano en su hombro. Pobre de don Antonio que continúa solitario en querer algo que nunca tuvo y todo porque fue creado a imagen y semejanza de lo que el maestro dispuso y nada, absolutamente nada más para ese cuerpo y esa mente. Nada más.

Y todo y cada y uno de sus engendros salidos de su imaginación pasan por el mismo proceso. Un idéntico poema de cada uno. Una personalidad que solo una mente locuaz y maquiavélica podría crear. Hay un solo Víctor Frankenstein. Uno. Único. No es ficción. Es real y se llama Fernando Antônio Nogueira Pessoa o como con don José y otros lo llamamos: el maestro.

Bien es pensar que era el gran poeta. Ahora no hay explicación de porqué dar vida a él mismo con otra esencia. Otros cuerpos, sensaciones, vidas y pasiones y todos con el don del sufrimiento. Un axioma de elección del ser humano.

Y axioma propio de su persona. Y sin embargo los trajo al mundo como una madre a sus hijos. Lo que ocurre es que luego no supo controlar ese don de ser padre y al irse de este mundo sin llevar sus almas consigo solo logró que un grupo de fantasmas materializados vaguen por Lisboa sin saber qué hacer, mientras su padre y mentor no logra descansar, producto de su intolerante curiosidad a lo

desconocido. Y pagó un saldo por metiche. Hay bosques, dicen los que saben, en los que es mejor no adentrarse porque nunca más se logra salir, al maestro le pasó eso.

Y tarde se lo ve por ahí quién sabe a qué. Y esperando por dos reales mortales. Un historiador y un redactor. Hombres que como él no saben dar dirección a sus vidas y juegan a ser detectives de un fantasma; arqueólogos de un poema y antropólogos de un grupo de fenómenos inusuales nacidos en Lisboa y el único ser real porque ya ni siquiera sé si yo, o don José lo somos, el único ser real es una mujer. Un milagro que Dios me puso en el camino y el cual no logro quitar de mi mente. Precisamente de extraño es el amor cuando a la noche se siente una cama solitaria sin el calor del cuerpo femenino apretando fuerte su corazón el pecho de una persona abandonada hasta dar conexión con aquel músculo gastado y viejo. Otro corazón más para salvar.

Don José revisa unos trabajos. Este fulano no suele dormir como suelo hacerlo yo. Se prepara un té inglés para levantar los ánimos matinales. La pava está casi a hervir y él sigue viendo sus trabajos. Escritos propios de su autoría que fueron quedándose en el olvido para ser transmitidos al mundo algún momento de la vida. Aquel hombre desde hace tiempo escribe y escribe, aparte de ser un gran redactor. Hacía un tiempo largo atrás, muy atrás que decidió publicar una obra, pero la editorial como todas se la denegaron y nuevamente lanzó la idea y esta con excusas le manifestó en una simple misiva pútrida:

Hemos recibido su texto. Desde ya le agradecemos, lo estaremos analizando y daremos nuevamente aviso sobre su obra.

Atentamente… Editorial.

Como redactor él no tenía influencias en su trabajo, tampoco como para que ella publicara su obra. Era una pequeña empresa y él es un redactor externo de simples textos. En su momento habló con varios peces gordos por ese motivo. Es un sueño ser un escritor y un fiasco el no poder exponer al mundo su literatura por burocracia y capitalismo desmedido y salvaje, sobre todo por ser un pobre pueblerino de campo que viajó con sus padres de muy joven a Lisboa para un futuro digamos de carácter digno en tiempos de pobreza extrema.

Y hoy un hombre separado con una soledad que solo puede aplacarse con sus escritos, textos, cuentos, y otras historias de fantasía en la sociedad europea. La idea de ser un comunista para vencer a esa sociedad, ese gobierno, esas empresas, esa burocracia maldita.

La pava ya hirvió, y don José vuelca el agua en una taza mediana para su té inglés. Toma de a sorbos, mientras sigue leyendo. Tiene nuevas ideas sobre su

visita al consultorio de aquella persona de ficción: don Ricardo Reis. Una idea genial para una obra. Toma su anotador ahora y otro sorbo de la taza de té. Algunos apuntes simples para marcar el contexto histórico y la idea de que su personaje tendrá una misión devuelta a Portugal, tal vez también en búsqueda del maestro.

Qué tal si también fue un viaje esta vez desde Río de Janeiro. Qué tal si, también como un don Armando que ha viajado desde la Argentina, se instala en un hotel de la parte céntrica de la ciudad. Qué tal si conoce a una mujer de la cual se enamora. Qué tal y otras tantas cosas que pueden agregarse a esta historia que daría pie a una novela excelente tal vez si la burocracia de una empresa no impidiera que un sueño que puede alentar a la felicidad quede trunco por un puñado de dinero dado por obras de índole comercial. El comercio en definitiva mueve al mundo y lo seguirá moviendo, por las personas que detentan los llamados medios de producción y se afanan de ser líderes mundiales explotando a otros y otros y esos otros explotan a otros y una cadena de producción aparece en la tierra desde el taylorismo, hasta las megamineras y petroleras con precios inflados y la máquina sigue su camino de destrucción y creación de pobreza. Don José lo creía así, como muchos comunistas amigos y por eso le valió estar fichado en los expedientes de la policía de Salazar. Ante el menor descuido sería visitado en su casa o en la de otros parientes donde se escondía o en lo de algún amigo. Es la razón por la que en Lisboa todos son amigos. De alguna manera hay que ayudarse y protegerse de tal régimen de persecución de ideas.




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