El golpe del uno por ciento tumbaba todo lo que se había imaginado, pero aun así desea que no fuera cierto. Mientras se acercaba a la celda, intenta disimilar la turbulencia que había en su cabeza, aunque su ceño fruncido lo delataba, pero nadie lo interpretó como era, toda la unidad bajo su mando veía a un líder que no le importaba nada más que saliera bien su trabajo, estaban seguros que la presencia ni el aroma de la joven lo ablandaría.
Su cuerpo era empujado por la adrenalina, abre la puerta de un solo tiro, y se encuentra con Amalia tira en el suelo, inconsciente. Marco pasa su mano por el cuello intentando calmar su confusión, se acerca a ella, la mira detenidamente, con la esperanza que su visión le haya jugado una broma, pero ahora no le cabe duda que es ella, su cuerpo delicado, su cabello, ¡su aroma! Todo pertenece a ella.
Se apoya en una de las paredes con los brazos cruzados, en un intento de ocultar la frustración que sentía, sin saber por qué. Con voz ronca pregunta: - ¿están seguros que es la portadora de la piza? – sus subordinados asienten con la cabeza y uno de ellos se acerca para descubrir el tobillo de a muchacha y mostrarle la marca.
Marco solo respira hondo tragando toda su impotencia, su ¿enojo? No comprendía de donde surgía el enojo, no tenía motivo alguno para estarlo. Pero dentro de él lo atormentaba con la idea que - ¡la llave siempre estuvo conmigo! Y ¿Cómo no me di cuenta? ¡tan ciego fui!- Además ella no aparentaba serlo, cuando la conoció se sentía como un espíritu recién llegado, pero ahora que ataba todos los cabos se daba cuenta que todo coincidía, además -¡ella me ocultó la verdad! – nunca le comentó nada y se aprovechó de la situación y de su atisbo de amabilidad para salirse con las suyas – y yo que deseaba protegerla – se dijo molesto a sí mismo y con un suspiro dio fin a su discusión interna, nada resolvería así, solo debía esperar a que despertara y proceder con la misión, no podía dejar que sus sentimientos interfiriera.
Comenzó a dar órdenes a sus subordinados para que arreglaran el lugar donde el vive, para que ella se hospedara mientras iniciaban su viaje. No podía permitir que los asesores la encontraran en ese lugar, sino sospecharían quien era en realidad. Ordenó a todos que se corriera la voz que una hermana de él acaba de llegar y se había descontrolado por el choque de ambos reinos, por eso se le había colocado el muérdago y por ser su hermana decidió hacerse cargo personalmente de ella, informó de su decisión a sus superiores y todos estuvieron de acuerdo, más por el ligero parecido con su color de piel, pelo y ojos, tomaron a bien tal decisión. Dicho y hecho, todo se hizo como se había ordenado.
Al informarle que su morada se había equipado con las cosas necesarias para que viviera una mujer con él, Marco toma con mucho cuidado entre sus brazos el cuerpo inconsciente de Amalia, al sentirlo tan ligero, lo presiona contra su pecho por temor a que se quiebre o resbale. algo dentro de él retumbo y sintió como de nuevo un rayo le recorría su ser, igual que la primera vez que se encontraron.
Caminó hasta su vivienda con Amalia en sus brazos, el vestido de la noche propició un camino tranquilo y sereno, y si algún espíritu veía tal escena y preguntaba el motivo, los espíritus que acompañaban a Marco, respondían con la versión que debían decir. Al siguiente día todos los Nixeos sabían que había llegado una hermana del Joven Marco que al parecer apreciaba mucho por como la llevaba la noche anterior a pesar que la pobre señorita se había descarriado.
Cuando el sol calentó un poco más, el cuerpo de Amalia comenzaba a despertar de su estado de inconciencia, sin abrir los ojos, sintió algo blando bajo su cuerpo. Suspiró aliviada, al sentirse segura en su cama, creyendo que todo lo que había pasado era producto de un loco sueño, como los que había estado teniendo recientemente. En su rostro se dibujó una sonrisa de alivio.
Poco a poco se removió en la cama colocándose de lado en posición fetal, pero si cabeza chocó contra algo duro, al abrir los ojos del impacto, observó un pecho bien tonificado, que parecían de - ¡hombre! - se cubrió con la cobija. Deseaba que la tierra la tragara. No recordaba cómo había acabado ahí, - ¿Qué fue lo que pasó después de llegar al cementerio? – lo último que recordaba era ese sueño raro que había tenido, donde ¡un hombre estaba sobre ella!
Sus ojos casis se salen de orbita, al pensar que quizá, solo quizá, algo de cierto tuvo ese sueño, y algo malo le habían hecho la noche anterior. De un solo se quitó la colcha buscando el rostro de aquel hombre con el que había soñado. Se estremeció al encontrarse con un par de perlas negras que la observaban, y una sonrisa debajo de ellas, en esos labios que llamaban su atención.
Rápidamente de volvió hacia el otro lado y se cubrió de nuevo con la cobija, al recordar a quien pertenecían ese par de ojos y esos labios, sintió que la cara le ardía de la vergüenza. Y se preguntó: - ¿Qué hice? - buscó, aun cubierta entre las sabanas, la respuesta sobre el colchón, si algo pasó la noche anterior tendría que haber alguna seña.
Cuando de pronto escuchó una carcajada fuera de su refugio, Marco no pudo contenerse al verla como actuaba, él espero que pataleara, lo insultara o cualquier otra acción agresiva pero nunca que: -actúas con un espirito travieso que intenta ocultar su fechoría – expresó lo que pensaba. Amalia quedó estática al escuchar su voz y no hubo poro en su piel que no se enrojeciera de la pena.
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Editado: 10.10.2020