Trataré de olvidarte

Un nuevo amor a nacido

A muy temprana hora de la mañana, en el apartamento de Elisa, Iván tomaba una relajante ducha después de una agotadora noche de pasión desenfrenada. En la cama, Elisa seguía dormida, pese a que el haz de luz que salía por la puerta del baño, iluminaba levemente la habitación. Toda la ropa de Iván, incluso sus zapatos estaban en el baño, ese día Adrián debía presentarse a grabar en la disquera, y debía ir primero a la mansión a disfrazarse. Su teléfono sonó dentro del baño, haciendo que Elisa abriera un poco los ojos, y escuchara el sonido de la manilla de la regada, y como el agua dejaba de caer.

—Aló… No, no me he olvidado… No voy a decirte donde pasé la noche… sí ya sé, estoy saliendo de la ducha, me visto y voy para allá… Si me envías al chofer, tendré que decirte donde estoy, y no voy a hacerlo… Y qué si llego tarde… Está bien, tomaré un taxi hasta el hotel Beige y allí esperaré al chofer … Ya cálmate… Voy a colgar, sino nunca saldré de aquí.

—Pasa algo –preguntó Elisa desperezándose envuelta en una hermosa bata de satén.

—Tengo que regresar a la mansión. Jorge está muy enojado porque no dormí allí.

—¿Cuál es el problema? Esta semana sólo va Adrián a grabar, tú tienes la semana libre o no.

—Eh, pues, no es cómo crees. Debo estar en la mansión durante las grabaciones por si algo sale mal o a última hora a Adrián no le gusta la letra.

—Te puede llamar aquí, ¡uhm! –dijo abrazándolo con ternura.

»Igual te va a llamar por este teléfono ¿Ah? Yo puedo pedir el día libre y continuamos lo que iniciamos ayer, mi tigre.

—Sí, lo sé, qué más quisiera yo –le dio un leve beso en los labios–, pero allá tengo todo lo relacionado a mi trabajo.

—Está bien, por ser la primera vez, te lo paso, pero es la única ¿Ok?

—Vale, ahora déjame vestirme, por favor.

Con un gesto gatuno, Elisa lo soltó de su abrazo y regresó a la cama a descansar, aún le quedaban dos horas antes de salir del apartamento. Iván salió sigilosamente, llamó a su servicio de taxi, caminó unas calles para despistar a Jorge por si investigaba y regresó a la mansión. Cómo se lo esperaba, Jorge estaba como enloquecido, estaban retrasados y Adrián no había llegado a la disquera. Harto de la histeria de su representante, Iván tomó su teléfono y llamó a Hugo.

—Hola Hugo, buenos días… Sí, sé que es raro que yo te llame a esta hora, pero hay un problema con Adrián, tiene algo de indigestión y está un poco retrasado… ¿Ah, sí? Pues mira que suerte… Sí, que bien que te llamé… Bye.

—Jorge, deja de comportarte como princesa malcriada, Hugo tiene un problema con su auto, y lo está dejando en el taller. Tardará como una hora en llegar a la disquera. Déjame desayunar en paz, y luego nos vamos.

La cara enrojecida de Jorge no bastaba para mostrar la rabia que brotaba por sus ojos. Tomo un gran sorbo de aire y se tranquilizó. Ambos se sentaron a comer, Iván se disfrazó con toda calma, se puso colonia, y salieron rumbo a la disquera. Hugo llegó unos diez minutos antes, y cinco minutos después entró a la disquera Elisa. Ella tenía un trato de no ir durante la semana que grababa Adrián, pero ese día no le importaba si le veía la cara, estaba feliz, su rostro brillaba de amor, y caminaba ligeramente. Percibió un olor muy conocido para ella, y recordó de quién era. Apuró el paso hasta el estudio de grabación de Hugo, y al entrar preguntó por Iván, ese era su olor, aquél olor varonil que sentía cuando la besaba.

—No sé a qué se refiere señorita –respondió Adrián–, mi compositor está en casa esperando por cualquier cosa que yo necesite.

—Pero, no puede ser, este es el olor de su colonia.

—¡Ah! Entiendo. Tuve el atrevimiento de ponerme la colonia de Iván, no me di cuenta que mi perfume se había acabado, es quizás por eso que le parezca que fue él y no yo el que vino hoy –dijo tratando de disimular el miedo de ser descubierto,– no es una colonia tan vulgar como pensé, hasta de pronto la compro.

—¡Qué lástima! Me hubiera gustado verlo un rato. Y sobre la colonia, ¡bah! No vale la pena decir nada.

—Si necesita ver un hombre de verdad, puede sentarse allí, –señaló un sofá–, y puede deleitarse conmigo mientras canto.

—No gracias, tengo malos días, pero no malos gustos, hasta luego.

Una vez que Elisa salió por la puerta, Adrián soltó un suspiro y entró a la cabina pensando que Iván y Adrián deberían usar diferentes colonias. Hugo, negando con la cabeza por lo que acababa de ver, giró su silla y le dio las instrucciones al cantante.

Las semanas fueron pasando y era difícil seguir ocultándole a Jorge la verdad, Iván nunca lo cambiaría como su representante, era como su propia familia, sin embargo el estar en la cama con la asistente de otra representante quizás, solo quizás, podría ser un problema. Pese a que el llamado compositor establecía bien sus horarios para estar con Elisa, era casi imposible controlar la ansiedad de Jorge.

—Está bien. Sí, desde hace dos meses estoy con una chica, me gusta mucho y me siento bien cuando estoy con ella.

—¿Alguna del oficio?

—¿Eres sordo o qué? Por supuesto que no, es una buena chica, hermosa y muy inteligente. Lo que pasa es que no he querido decirte, no creo que te guste saber quién es ella.

—No me digas que es Francisca, eso sería un acto de alta traición.

—¿Qué? No ¿Cómo se te ocurre? Ella no, su asistente, Elisa.

—¿Elisa? Espera, no se te habrá ocurrido decirle la verdad sobre Adrián.

—Ella ama a Iván, y detesta a Adrián de una manera inexplicable. No quiero perderla, de verdad me gusta, me siento cómodo con ella, me siento yo, Iván, sin disfraces de compositor, o de magnate, o de nada, solo Iván.

—Esto me asusta mucho, no confió en Francisca, y por lo tanto, tampoco en su asistente.

—¡Mucho cuidado con lo que dices! Amo a esa mujer más de lo que piensas, y sé que ella me ama a mí.




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