Capitulo5.
Chispas
Las próximas 3h del día apenas dormité. Sentía que había mucho para lo que ponernos al día, y que no había tiempo que perder, solo temía que fuese a arruinar lo que estaba ocurriéndome en plan desespero, y decidí aguardar, un poco más. Pero por nada del mundo, cometería el error de dejar, machistamente que fuese él, quien obligatoriamente tuviese que dar el primer paso. Al parecer, esa misma guerra se debatía en su mente. No se hizo esperar y después de unos minutos, mi celular volvió a iluminarse y con él, mi mirada y me tembló un poquito el pulso antes de agarrarlo.
Era increíble, ahí estaba, con una propuesta esta vez para encontrarnos, después de varias noches de desvelo marcado.- Ya esas noches fueron citas-, me decía, y sentía su voz y su presencia como parte de mi vida cotidiana. Pero aguantaba cualquier deseo o sentimiento que pudiese estar despertando, todavía sentía que era de alguien más, aunque había ligeramente olvidado su nombre.
Todavía parece mentira como llegué al punto de encuentro. En mi reino, todo me llegaba, no tenía que esforzarme ni viajar para obtener nada. Pero al parecer aún quedaba en mí, parte de aquella niña salvaje, que deseaba comerse al mundo, precavida, pero que adoraba el aire en su rostro cuando le llegaba la aventura.
No estaba nerviosa hasta que lo vi, pero me acordé: de esas estrategias absurdas feministas(ya aceptadas por el sexo opuesto, y aplicadas), donde perfeccionas la postura y como en las fotos, dejas que te vean como si ignoraras su presencia
. Por mi mente solo pasaba el hecho de que un chat permite correcciones, pausas no incómodas, que un frene a frente no.
Llegó a aquel banco y no hubo cese de la luz, ni se escucharon canciones románticas de fondo, su naturalidad también era dueña de su personalidad, me dio un beso en la mejilla y comenzamos a caminar.
Como si lo hubiésemos hecho cada día, como si se tratara de una rutina olvidada. El aire no era para nada pesado, ya nos habíamos visto, en algún lugar del pasado y nos habíamos mirado, unas cuantas veces, que ninguno recordaba, o él sí, según insistía. Pero todo fluía. Hasta que en un cruce de calle, quizás por instinto, agarró mi mano para llevarme al otro lado, y un corrientazo recorrió toda mi mano derecha. Él apartó su mano rápidamente, pueden creer que exagero, pero juro que vi chispas.