Treinta y Un Días: Juego de Novios

Día 10: Recuerdos Remotos

—Hola, Cam. —Me saludo Neil. Era mi mejor amigo. Mi mejor amigo desde que tengo memoria. Nos conocimos desde hace mucho tiempo incluso antes de conocer hace una año a Erica y Simón.

—Hola, Nei. — Así lo llamaba yo. Teníamos nuestra propia forma de llamarnos. Aunque Simón y Eri también me llamaban Cam, era más especial entre nosotros, él había sido el primero en llamarme de aquella forma.

El de cabello rubio se acercó saludando con la mano y me sonrió. Teníamos 7 y 8 años respectivamente, siendo él mayor, pero solo por unos meses. Siempre estábamos juntos, nunca se nos veía hacer nada separados, los trabajos de clase, en casa cuando el iba a jugar conmigo. Ambos éramos alegres y risueños. Él siempre con su sonrisa sempiterna y yo contagiándome de ella.

Me gustaba hablar y me gustaba jugar con los demás, y él siempre me acompañaba. Erica y Simón se habían vuelto muy buenos amigos nuestros durante segundo grado y siguió así durante el resto del tiempo.

Años después, a finales de sexto grado mis sentimientos por el habían ido creciendo y cambiando. Puede que aún fuéramos algo pequeños pero yo entendía que era aquello. 11 y 12 años, fue a la edad que ambos obtuvimos nuestro primer beso, y no con diferentes personas.

El me había llevado a un lugar apartado y me arrinconó contra una pared.

—¿Q-que haces Nei? —Le pregunté algo nervioso, con mi corazón desorbitado y palpitando tan rápido que pareciese que amenazaba con salir de mi pecho.

—Te beso.

—P-pero ¿eso no lo hacen las personas que son pareja? —Inquirí aún algo asustado.

—¿Y? Quiero saber que se siente. Somos amigos ¿No?

—Si pero... —Sus ojos esmeralda brillaban con una fiereza que nunca había visto y me deje llevar.

Humedeció sus labios mientras posaba su mirada sobre los míos e instintivamente hice lo mismo. Acercó sus labios lentamente y apreté los ojos con fuerza y alejé mi cara lo que más pude presionándola contra la pared, debido a los nervios.

Fue en ese momento que sentí como los labios de Neil se posaban sobre los míos y puso sus manos sobre mis mejillas, las sensaciones para mí en ese momento fueron indescriptibles, para mí fue sensacional sentir aquellas descargas eléctricas recorriendo cada zona de mi cuerpo y debilitando mis piernas, si no hubiera sido por el agarre de Neil seguramente habría caído arrodillado. Neil inicio una danza con sus labios sobre los míos invitándome a abrirlos, yo me mostré reticente por los nervios pero al final mordió mi labio, lo que me hizo soltar un suspiro y abrir mi boca para que el aprovechara. En ese momento me separé, nervioso, confundido, mi corazón estaba a mil y parecía que se iba a salir por mi garganta.

Neil me miró con una mirada algo fría que nunca antes había visto en él.

—Y-yo... entonces — Estaba empezando a hablar pero Neil me retuvo.

—Oh, no, no lo malentiendas, niño. No somos nada. Y ni se te ocurra decirle esto a alguien o soy capaz de golpearte hasta que te arrepientas —Amenazó tomándome por la camisa. —¿Entiendes? Y mejor aún, no me vuelvas a hablar nunca, niño.

Me empujó a un lado, sentí como mi espalda golpeaba el suelo y ví como él se alejaba dejándome ahí tirado.

Los días que siguieron a eso ni siquiera me dirigía una mirada. Simón y Erica sabían lo que yo sentía por él y me preguntaron preocupados que sucedía. Y me rompí, lágrimas cayendo a borbotones arremolinándose en mi cara y cayendo, en un llanto silencioso que poco a poco dejo de serlo, Erica y Simón me abrazaron y no me atosigaron con más preguntas. Por el contrario me dieron mi espacio. Los siguientes días ya ni siquiera salía a jugar y odiaba que me dirigieran la palabra si no se trataba de Simón y Erica.

Cuando llegó séptimo grado no fue muy diferente, Éramos solo los tres y Neil ya había conseguido sus propios amigos. Ni siquiera nos miraba si no era necesario y cuando tenía que obligatoriamente dirigirnos la palabra por alguna razón, se ponía antipático. Luego llegó Harry a inicios de aquel año, él no tenía idea de nada de lo que había sucedido, ni siquiera conocía a Neil. A mitad de ese año mentí a mis padres acerca de que lo habían trasladado a otra escuela. En parte si se volvió realidad. En noveno grado el si termino trasladándose, lo cual en el fondo aún me dolió y mentiría si dijera que poco. Me dolió demasiado, el era mi mejor amigo, el fue con quién pase momentos dificiles y alegres, y el llanto que comenzó el día en el que nos separamos, continuo el día en que él se fue. Aunque no me gustará el había dejado una marca en mi de por vida, y aunque no quisiera, aún lo quería después de lo que hizo. En ese momento cruzó una mirada lastimera conmigo cuando lo ví marcharse por casualidad, o al menos eso creí por qué mis ojos estaban borrosos a causa de las lágrimas que amenazaban salir. Fue como volverle a decir adios a la persona que ame como amigo y como algo más, y aunque me haya hecho eso, aún sentía algo por él en ese momento, hasta que se fue y por fin pensé superarlo. O algo así.

Me levanté tímidamente de mi cama, se supone que hoy hablaría de todo con Simón y Erica y, de paso, con mis padres. Sería algo demasiado difícil para mí. Esa noche había soñado el recuerdo de Neil, y me había levantado con lágrimas en los ojos. Me bañe y vestí como normalmente lo hacia, el resto del día no tendría nada que hacer que fuera destacable, al menos hasta que llegarán Simón y Erica, a lo que me encerré en mi cuarto esperando a su llegada mientras pensaba en todo.

Había pasado un año desde que Neil se había ido y habían pasado 3 años desde lo que me hizo. Debería ser capaz de hablarlo con mis amigos y mis padres. Debería. Pero los nervios me carcomían, y recordar aquello me dolía. Y haber tenido aquel flashback hacia que la herida volviese a escocer.  Una herida que hasta este año daba por cerrada.




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