Tres días en la oscuridad

 4.Miedos

 

Cerré mis ojos y di un paso hacia el frente con la cara en alto, dejé que esa energía me inundará, que poseyera hasta la última célula de mi cuerpo y alma. 

Crecí un par de centímetros, me puse aún más pálida, mi cabello creció hasta la cintura, en vez de la ropa que usaba, llevaba un vestido blanco, con un cinturón dorado y en él hay una vaina con su espada plateada, cuya empuñadura era de oro macizo y tenía un rubí en el centro con algunas bellas marcas a su alrededor. Mis pies estaban descalzos y tenía dos majestuosas alas como las de Ezequiel y Gail, me sentía más ligera, ágil y fuerte. El brillo se desvaneció y observé cómo se iba al cielo a través del agujero donde antes estaba la ventana. Pude ver todo el proceso a través del espejo que estaba en el peinador y la oscuridad de pronto, no era tan profunda. Podía ver más claro con este nuevo don.

En la ciudad se veían más destellos de luces que salí de las casas, donde al parecer había más personas como yo.

—Vamos, mis padres y amigos necesitan ayuda —dije, notando que mi voz sonaba diferente, era más dulce y tierna. Comencé a caminar y noté que mi caminar eran más ligero. Veo en mi rostro los rasgos más definido, creo que ahora soy más bonita. Ignoré mi reflejo y me enfoque en lo que de verdad me importa. Mi familia.

—¡Izy! Yo sé que no tengo mucho que explicarte, eres toda una guerrera, pero antes tienes que saber, que vas a luchar contra demonios, peores que él que acabas de derrotar, y habrá miles de ellos, es una guerra llena de peligros y los ellos conocerán todos tus peores miedos y tus más profundos deseos. Los demonios no tendrán piedad y los usarán contra ti. Además, pueden imitar las voces de todos tus seres queridos y así llevarse las almas al infierno. Tendrás que ser más inteligente y astuta que esas bestias.

—Gracias por tus consejos —le dije.

Habíamos estado caminando hacia la primera planta de la casa, bajamos las escaleras con cuidado y tomamos rumbo a la cocina.

—Una cosa más. Serán tres días en la oscuridad, en ellos no se nos permitirá ayudar del todo a los humanos, ya que es la etapa de desinfección del planeta, en esos tres días trataremos de que la menor cantidad de humanos de corazón puro, sean llevados al infierno, arrebatados por los demonios. Después de esos tres días, llegará el momento de la última guerra —dijo, viendo hacia la cocina, tenía la mirada perdida como si lo que estuviera viendo, no fuera algo bueno.

Respire hondo, preparándome, para la peor parte.

Un nudo en la garganta, me estaba ahogando. Llevé mi mano derecha hacia mi espada, la desenvainó en cuestión de segundos, poniéndome en posición de ataque. Ezequiel estaba a mi lado en la misma posición.

Quería gritar, pero no podía, el maldito nudo seguía atorado en mi garganta.

No podía creer lo que estaban viendo mis ojos.

La parte de enfrente de mi casa había desaparecido y no podía encontrar por ningún lado a mi familia y amigos, ni a Gail, miré hacia cada rincón de la casa, pero no lograba verlos. Sólo los escombros en el suelo.

—El fin de los tiempos ha comenzado… —dijo Ezequiel. Viendo hacia el frente, completamente serio.

Sabía lo que se significaba esa frase, pero eso no tenía mucha importancia en este momento, yo deseaba saber dónde estaban las personas que más amo.

—¿Dónde están mis padres y mis amigos? —logré decir, aunque la garganta me escocia. 

—No lo sé, —dijo Ezequiel angustiado —pero estarán bien, mientras estén con Gail.

—Eso espero —susurré.

Los demonios de patas metálicas, estaban en todos lados, pero no eran los únicos, había otros y eran diferentes a ellos, algunos se veían aún peor de asquerosos, ni las películas de horror podrían igualar el terror que esas bestias causaban, un humano común podría morir del impacto que ocasiona al verlos. 

₪₪₪₪

 

Había una larga fila de personas encadenadas una a la otra de sus tobillos y del cuello, no existía duda alguna de quienes eran sus captores.

Eran más de mil cautivos e iban caminando torpemente, por las cadenas que los unían, en sus caras se podía ver el dolor y la angustia que sentían, no paraban de llorar y sollozar. Jamás había visto tanto sufrimiento como el que pude ver en esas personas aquel día. 

El nudo en mi garganta se intensificó. Deseaba ayudarles. Sabía que algo no andaba bien. El viento estaba tranquilo, pero apestaba a putrefacción y se sentía más frío de lo normal, una luz roja iluminaba el panorama, no sabía de dónde emanaba, lo más probable es que era de algún lugar que no se podía ver a simple vista. Era como si proviniera del interior de la tierra.

Ya no lograba soportar los gritos de las personas que sufrían. La tierra en ese momento tembló, con gran intensidad. Solté mi espada, hizo un sonido metálico al chocar contra el pavimento, me dejé caer de rodillas y puse las manos en mis sienes, apretando mi cabeza con ellas, enterrando mis dedos en el cabello, me sentía completamente frustrada, había demonios en cada rincón y nadie que ayudara a las personas del mundo, mi respiración se volvía pesada, estaba teniendo un ataque de pánico. 

“Tranquila Izy, eres fuerte y puedes lograr cualquier cosa” me dije, tratando de consolarme.



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En el texto hay: angeles, demonios, apocalipsis

Editado: 01.11.2020

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