Tres días en la oscuridad

Capítulo perdido 2. Demonios.

 

Sr. Oscuro

El río de lava formaba enormes remolinos de fuego en la superficie, creados por las almas condenadas de los humanos.

 —El tomar cada una de las almas corruptas y sumergirlas en el río, no me ha producido ni el menor remordimiento,  lo mejor es que ahora están sufriendo por sus blasfemias y pecados cometidos en vida. Cada alma corrompida es como una golosina para mí, cada vez que matan a un inocente, su sangre derramada sirve para darme más fuerza, más energías para desatar el caos en el mundo y ahora tengo tres largas noches para traer a todos los seres que me adoraban en vida, pobres idiotas, no saben que aquí no tendrán ningún trato privilegiado, al contrario sufrirán aún más, que cualquier otra alma —dije satisfecho de mi obra maestra.

—Mi Lord, estamos listos para comenzar la invasión con los miserables humanos —dijo Samael, el primer oficial del ejército de los ángeles caídos.

—Aguarden un poco más, tendremos muchos visitantes el día de hoy, por ahora, he mandado la manada de lobos y las gárgolas a traer más alimento, para los bastardos. Y ustedes los ángeles caídos se harán cargo de traer a las almas buenas y algunos convertidos  —dije sonriendo con aire de suficiencia, no me iba a conformar con aquellos que ya eran míos, yo deseo poseer a todos los malnacidos. 

—Pero mi Lord, es mejor atacar de una vez.

—¡No! —alcé la voz amenazante  —acata mis órdenes o sufrirás las consecuencias.

—Entonces así será, mi Lord —dijo Samael, tratando de ocultar su odio.

Saqué una de mis espadas, hecha de sangre de ángeles caídos y le hice una cortada superficial en su rostro. 

—En la siguiente ocasión que te atrevas a contradecirme, el filo de esta espada será lo último que sienta tu cuello —dije enterrando ligeramente la punta de la espada en la piel áspera de Samael.

—No volverá a pasar, mi Lord —dijo, temblando de la rabia que no podía dejar salir.

—Guarda esa rabia, para las siguientes horas, necesitarás de todas tus fuerzas para derrotar a esos —dije escupiendo a la mejilla del más alto. —¡Malditos pajarracos! Se quedaron con el mejor lugar para vivir, pero todos ellos perecerán. Uno a uno, quedará expulsados de su reino, para unirse al ejército de los ángeles caídos —dije tan fuerte que el eco retumbó más de lo normal, reía y no podía parar de hacerlo. Hasta los demonios me temían, ninguno deseaba estar cerca de mí, cuando mi locura y la ira se liberan.

Caminé hacia el río de lava, observé la lenta corriente, y en ella pude ver las almas que yo mismo había metido en ese lugar, ahora sufrían más que en la Tierra, un castigo aberrante para los estafadores, que se glorificaban del mal de las personas. Reí a carcajadas al ver que las almas querían salir, pero eso era imposible. Una vez condenado al infierno, jamás sales de aquí.

—Samael, ve a revisar que todo esté listo para el ataque de los caídos, necesitamos capturar todas las miserables almas, que ya me pertenecen, pero ahora, tengo que cobrarlas.

—Sí, lo haré, mi Lord —dijo Samael haciendo una reverencia. No volteé a ver, sólo escuché los pasos firmes al salir.

Un alma logró sacar su mano y sujetar mi brazo, sin piedad tomé mi espada y corté su extremidad que de inmediato se desvaneció en el aire caluroso.

En ese momento, pensé en tomar una de las peores formas corpóreas que tengo, pero decidí quedarme como humano, era un poco más ágil, aunque en las otras formas era más fuerte y destructivo.

—¡Kron! —alcé la voz, para llamarlo.

—¿En qué puedo servirle, mi Lord? —cuestionó la sanguijuela. 

—Acompañadme a ver mi creación —dije con una sonrisa sombría.

Korn un demonio alto y robusto, de esos demonios, que son capaces de desafiarme, se veía algo inseguro ante mi llamado.

—Así será. Cambiando de tema. Cuando podré salir a satisfacer mi necesidad de líquido vital.

—Todo a su tiempo —exclamé. Acercándome a la entrada de la caverna negra.

Caminé por la oscuridad hasta llegar a un desnivel muy alto, saqué mis alas de dragón y volé hacia el cuarto oscuro, sujetando a Kron de los hombros.

Lo arrojé al suelo, procurando que cada momento que estuviera cerca de él, sufrirá.

—¡Maldito! ¿Qué rayos quieres hacer conmigo? —exclamó el demonio tirado en el suelo, sacando sus garras para atacarme.

—¡Ven, atacarme! —dije, ocultando mis alas y cayendo al suelo de pie.

Kron se levanta de un brinco, y corre hacia mí, esquivé su ataque y la estúpida sanguijuela fue a dar justo en mi trampa. La puerta de la jaula se  cerró, con un fuerte golpe que le destrozó la pierna derecha.

—Contigo realizaré la primera prueba sanguinaria de mi última creación —dije.

—Eres el engendro más maldito y deplorable de todo el infierno —gritó Kron, temiendo por su existencia.

—Sabes que sí lo soy, por eso mismo me llaman el padre de todo lo maldito —exclamé riendo a carcajadas. Ser el primer ángel caído tiene sus ventajas; como ser el dueño y señor de todo lo que encuentras en este abismo.



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En el texto hay: angeles, demonios, apocalipsis

Editado: 01.11.2020

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